¿Por qué lo bueno dura poco? Son estos los momentos en que uno desearía que las cosas fuesen al revés: tres meses de trabajo y 9 de vacaciones para que todos pudiésemos ser felices. Pero no se puede, la realidades diferente y hay que entrar a darle movimiento al mundo, que si no todo se estanca y tampoco es la idea. No me puedo quejar de este verano porque ha sido bastante regalón conmigo y lo he pasado muy bien, solo que cuando estás ad portas de marzo ya te empieza a picar el sentido común de que todo lo bueno se va acabar y comienza a funcionar eso que se llama año laboral y todo lo demás. Aunque en mi caso no sé qué tanto: a la fecha, no he recibido llamadas de todos los currículum que he lanzado por doquier y es una situación que empieza a preocuparme un poco. Teorías tengo muchas y la principal, es algo que me he venido diciendo a mí mismo desde hace mucho tiempo: la vida me está diciendo que debo tomar otro rumbo, pero tampoco se trata de iniciar un nuevo camino de la nada. Tengo claro que elegí el área correcta porque la escritura y la lengua es lo que me ha gustado toda la vida, ahora no sé si el vehículo para ejercer ese gusto haya sido el correcto. Este es un tema de nunca acabar y siempre llego a lo mismo, así que no creo que haya que darle muchas más vueltas al asunto.
Dormir, comer, nadar, soñar, regalonear, vivir, escribir, escuchar música, proyectar, viajar, tomar fotos. La vida es asombrosamente y grandiosa para permitir disfrutar el color de un atardecer, de una pintura o de un cuento escrito al azar durante 4 horas, más o menos, da igual. Ya estamos en la mitad final de febrero y no tengo ni la más mínima idea de qué va a suceder: ¿acaso recibiré una llamada? Tengo la confianza de que suceda algo que cambie las cosas para bien. Solo queda esperar y disfrutar el presente que queda.
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