Desgraciadamente, que una persona esté dentro del área de las letras no implica, necesariamente, la avidez por la lectura. En mi caso, al inicio de mi carrera, sí gustaba de leer y todo lo demás, solo que en el trayecto uno se va aburriendo de tanta lectura: clásicos diversos, contemporáneos, modernos, postmodernos y ya no sé qué más... al final a uno le meten tantas cosas en la cabeza que el colapso puede parecer normal. Es lamentable que, precisamente al finalizar mi carrera, me dé cuenta que estoy leyendo menos que nunca y que son pocos los libros que realmente captan mi atención. Son muchas las razones para excusarse: que los libros en Chile son muy caros, que no tengo tiempo, etc. Pero, al final, uno pierde la oportunidad de un pasatiempo que desarrolla la mente, la imaginación y... ¡la buena escritura! Cómo desearía que los wachiturros que andan rayando cosas en la calle leyeran, para que, por último, supieran escribir.
Buenos Aires es La Meca para cualquier buen lector: seguramente, si hubiese estudiado en la capital argentina habría potenciado mi amor por las letras y el arte en general. Caminando por Corrientes, una de las avenidas principales, es fácil encontrarse con más de 2 librerías por cuadra donde los precios son bastante convenientes... en varias ocasiones reclamé mentalmente de la estupidez chilena de tener impuesto al libro, cuando en realidad debiesen aumentar los impuestos a los canales de televisión que muestran farándula que encoge cada vez más el cerebro de los televidentes. Prefiero impuesto al alcohol -aunque salga más caro y a la larga eso duela- que al libro, porque realmente se limita mucho el desarrollo del pensamiento. Al final, aprovechando la oportunidad, compré muchos libros a un precio que acá no creo que me alcanzara para comprar más que uno. Sin embargo, no se trata de tener una librería llena de libros nuevos y bonitos, porque tener un libro botado es como estancarse. Un libro es para leer.
Fue así como antes de ayer decidí que era el momento de sacar alguno de esos libros viajeros y comenzar a descubrir sus misterios: la elección fue "Sanaciones Milagrosas" de Fernando Bastierra. El título del libro me llamó la atención en relación a un interés personal en el tema místico-esotérico que se ha puesto en voga a raíz del fin del Calendario Maya del año 2012 y todo el cambio que eso implicaría para la humanidad. Confieso que pensé que se trataba de un manual de reiki y que me desilusioné un poco al ver que se trataba de historias de personas prodigiosas. Fui siguiendo la lectura y rápidamente ya había devorado las 50 primeras páginas, donde la historia del Padre Pío fue lo que más me llamó la atención. Creo que hacía mucho tiempo que un libro realmente me cautivaba. Lo último que me había interesado eran los libros de Julio Verne que, producto del cansancio del año 2012, no pude terminar luego de empezar y reempezar su lectura como 5 veces: ya será su momento, Verne es uno de esos maestros a los cuales no se puede despreciar.
Y, tal como decía, pasé un buen rato en una tarde calurosa. Fue inevitable la reflexión: paso mucho tiempo frente al computador sin hacer nada, cuando en realidad podría estar viajando a través de las palabras. Para pensar: creo que es necesario apagar el comutador y leer más.
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