Cuando el atardecer dejaba entrever los últimos rayos de luz perdidos en el cielo, su silueta avanzaba hacia las olas. Trató de seguir sus pasos, pero la persecución era difícil: nunca podría vencer la rapidez de una criatura nacida en el mar. Vio cómo su silueta desaparecía en las aguas oscuras y tibias de ese mediterráneo de antaño, de ensueño, como si fuese uno de los recuerdos más preciados de alguna de sus vidas. Bajo las estrellas de un cielo cálido primaveral, se acomodó en el suelo apoyando las manos en la arena. Eran las 10 de la noche y el traje de baño era una vestimenta que sería lo suficientemente cómoda para permanecer en la espera.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario