lunes, 25 de febrero de 2013

Postal de Lisboa

Las cosas eran tan simples en aquellas tiempos: salir a la calle y correr por la Avenida da Liberdade como un ser en absoluta libertad que buscaba un lugar en el cual sentarse a tomar un café para, a continuación, correr de regreso a la terraza a observar las luces que avanzaban desde el Tejo. Se perdía su mirada en esos barcos que avanzaban desde varias direcciones y soñaba con navegar en esas aguas en dirección al Atlántico: soñaba con ser un ave que volara de un lado a otro a la velocidad de un parpadeo. Las cosas eran tan simples: tomar un lápiz y una hoja para comenzar a escribir todas esas ideas que iban apareciendo ante su mirada.

Fantasmas, espíritus y una serie de espectros que bailaban frente a su terraza. Personajes salidos de cualquier novela de ciencia ficción que se iban de fiesta en el Bairro Alto. Besar a Blancanieve cada noche, luego de haber besado a Cenicienta y haberse acostado con la Bella Durmiente. Olvidarse por un momento del mundo y cruzar la ciudad en todas direcciones, como una de esas luces que se ven en las calles cuando observas la ciudad en cámara rápida. Ver la ciudad crecer, ver la ciudad dormir, ver la ciudad despertar, ver la ciudad que sonríe inocentemente cuando te tropiezas por haber caminado con descuido. Volver a correr en libertad por la Praça Dos Restauradores en busca de un lugar donde recostarse, simplemente, a observar las estrellas.

Sentir esa postal de Lisboa en la piel.


1 comentario:

E dijo...

Me gusta volver a leer cuentos europeos :)