Me acuerdo del año 1999 y el primer computador que tuve: uno de eso modernos para la época que tenía la majestuosa cantidad de 6 gb de disco duro (ni me acuerdo cuánta RAM, con suerte sabía qué era eso) y, además, era windows 98. Definitivamente, era lo máximo: una interfaz actualizada y pensada para la conexión a internet y todo el blah, blah de Bill Gates (persona que tampoco conocía demasiado). Recuerdo que cuando recién instalaron el moderno aparato, nos dijeron que tuviéramos cuidado de apretar el reset, porque el computador tenía cierta cantidad de reseteos y luego pasaba a mejor vida, parece que eran 10 reseteos. Creo que un día, en una tarde, resetié como 5 veces y en total, debe haber sido más de 100 veces: pero el computador murió de causas naturales, nada que ver con el reseteo.
¿Qué tiene que ver el reseteo con todo esto? Sucede que hemos regresado al mundo laboral luego de dos semanas de merecidas vacaciones y todavía me encuentro procesando ese reinicio del sistema: neuronas en proceso de calentamiento, de ordenamiento y de recarga de fuerzas para sobrevivir la lucha hasta el final de año. Y no se trata de que la sala sea un campo de batallas en que los soldados van cayendo de a uno, sino que el deseo de que se desarrolle el aprendizaje -cuando algunos aún no se dan cuenta de lo importante que es para sus vidas- es algo que agota en demasía. Proceso de re-start all over, pensar que queda poco para fin de año y animarse a hacer las cosas de la mejor forma posible: los colegas ya me decían que no nos vamos a dar ni cuenta cuando ya sea fin de año. ¡Qué alivio!
Y el re-start al mundo laboral me pegó de una: volver a correr de un lado para otro, volver a desarrollar las clases, etc. Aunque debo reconocer que me siento más tranquilo respecto al manejo, creo que de a poco estoy tomando confianza y cada vez me demoro menos en planificar: ahora mi meta es tomarme las clases con relajo, intentado disfrutar al máximo el hecho de revisar contenido. A veces me siento como la descripción del profesor Lidenbrock (Viaje al Centro de la Tierra, Julio Verne), quien es descrito por su sobrino Axel como un tipo medio loco, sabio egoísta que en realidad dicta clases para sí mismo: siento que me gusta de lo que hablo y a veces, cuando el público no te pone atención, la idea de ser el receptor de tu propia clase no resulta sino esquizofrénicamente inteligente.
Re-start, reset, go back to reality.
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