Las campanadas del Big Ben me sacaron del ensueño: había leído varias páginas de aquel extraño libro de tapas oscuras que llevaba guardado dentro de su mochila. Todo dormía alrededor, todo estaba a punto de alcanzar el punto de congelación y quizás ese sería el momento exacto en que vería aparecer las primeras siluetas de ese temido más allá. ¿Cuál sería la línea que cruzaba de un mundo a otro? ¿Cómo podría ser capaz de diferenciar un lugar de otro, cuando todo se confundiría, inevitablemente, bajo la niebla que luego convertiría todo en témpanos de hielo olvidados por el paso del tiempo? Sintió unas pisadas que merodeaban el banco en el cual permanecía: levantó la cabeza y observó las hojas de un árbol que estaban a punto de caer al suelo. A ratos no comprendía si estaba en otoño o invierno, si era mediodía o medianoche: todo era tan confuso después de las visiones de la noche anterior.
Al dejar el vaso de vodka sobre la mesa, se arrojó en la alfombra: estaba descalzo, con la ropa humedecida por el frío del mar. ¿Habría sido capaz de lanzarse a navegar por el Thames, como si fuese un barco? Todo parecía una imagen surrealista: las voces, las luces, los colores, la temperatura... todo era un gran y profundo caos que no lograba entender y que, claramente, tampoco pretendía comprenderlo en ese mismo momento. Quizás mantener la duda para sí mismo podría ser un buen punto de motivación para continuar adelante, para mantener viva la intención de seguir indagando lo que podría ser. En medio de las gélidas aguas, la ciudad se reflejaba difusa con las sombras de los transeúntes que iban en varias direcciones: notó la silueta de alguien que llevaba un vaso de café en la mano. Era una mujer, de cabello castaño y estatura mediana, llevaba un abrigo de color azul y su rostro era imposible de definir bajo la oscuridad. Permaneció en ese lugar, flotando en el río, observándola cruzar el puente. Era obvio que ella no había captado su presencia, era evidente que nadie pensaría que los humanos navegaban como peces dentro de un río a punto de congelarse. Se cuestionó una y otra vez respecto a ella.
- ¿Sabes quién es?
La voz provenía desde las profundidades, más abajo de sus pies que aleteaban suavemente por mantenerse a flote.
- ¿Sabes lo que ella podría llegar a hacer?
El sonido era extraño, difuso por efecto del agua y el evidente bullicio de una ciudad en movimiento. Sin prestar mayor atención a lo que le decían, navegó suavemente hacia la orilla para acercarse a la mujer que observaba el río con semblante enigmático. La estela de espuma quedó atrás mientras se acercaba para poder divisar su rostro: era un semblante enigmático, quizás un poco triste, como si hubiese visto algo extraño o estuviese escapando de algo. ¿Cuál sería el problema de aquella muchacha? Por un instante, le agradó el juego de ser un fantasma a la deriva en medio de las aguas, de pasar desapercibido mientras las historias de la ciudad sucedían ante su ojo de narrador casi omnisciente.
Al abrir los ojos sobre la alfombra, la textura del agua fría continuaba en las gotas que caían de su cabeza. Su piel tiritaba, al momento en que encendía la calefacción para secarse rápidamente. La ventana que daba a la terraza estaba cerrada, pero la cortina permanecía corrida y esta situación le permitía observar el movimiento de la ciudad. El Queen's Walk se veía tan solitario y silencioso como para poder continuar la lectura del libro.
Sentado en el banco, la suave voz del viento se colaba en sus oídos con la sensación de que sería quien le contara la historia. Solo recordaba, con imágenes entrecortadas, un sombra que se hundía en el agua junto a su cuerpo sumergiéndose como por efecto de gravedad.
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