El reflejo de la ventana y el silencio de las velas de una cena casi congelada. Corren los hilos sobre los cristales, el hielo que se avecina en las nubes parece ser la melodía de ensueño en que se acurrucan los amantes sobre la alfombra, donde le deseo ha sido más fuerte que la prudencia. Y en ese silencio del vapor de la piel agitada, se alzan las luces de una ciudad que nace sobre el horizonte.
- ¿Qué es eso que se ve más allá, detrás de las nubes?
Quizás serán los barcos adormecidos por el vaivén de las olas, acaso el recuerdo de un rumor oculto, quizás una historia perdida. Los marcianos escriben mensajes sobre la superficie de la luna que crece, se hace enorme, que parece que pronto va a caer sobre nosotros. ¿Seremos capaces de salir corriendo? La luna y su reflejo cantan canciones en el silencio de un pensamiento que no duerme. A lo lejos, se oye una trompeta desafinada, más abajo los pasos sobre la madera congelada. Hacia un lado, las risas de los vecinos en su jolgorio dominical y las copas de vino que vuelven a hacer brindis.
-¿Qué es eso que se ve más allá de las nubes, sobre el horizonte?
No lo sé, no lo entiendo. Los reflejos sobre las copas y las velas que decoran una mesa por la cual la cena ya pasó. Los cuerpos abrazados sonríen y el vapor sobre las ventanas revela esas palabras que ya fueron escritas y que, probablemente, puedan volver a suceder. Sonríen frente al espejo, ¿qué es lo que van a ver?
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