viernes, 5 de septiembre de 2014

Nueve meses

Han pasado nueve meses y no he asesinado a nadie, eso es un buen comienzo. Por más que empuño el cuchillo, no logro canalizar la energía para cometer un crimen. Quizá ya estoy demasiado viejo, quizá me estoy convirtiendo en un individuo socialmente aceptable. Aunque no lo niego: ganas no me faltan. Y no tiene nada que ver si su aspecto es desaliñado o de la mayor elegancia y sofisticación; para mí, esos son detalles completamente fútiles. Lo que realmente me exaspera es escucharlos hablar, descubrir su escacez de razonamiento y su absurda creencia de superioridad. ¿De qué superioridad me hablan, por favor? Son solo un grupo de imbéciles buscando qué hacer con sus vidas. Pero, espera... yo tampoco sé qué haré con la mía.

Hoy fue un dia especial. Al cruzar la calle divisé sus figuras y tuve la intención de acercarme, llevaba el cuchillo guardado, pero no me atreví. Uno de ellos se dio vuelta a observarme, notaron mi presencia inmediatamente y me saludaron con su cinismo de siempre. Mierda, otra oportunidad perdida. Seguí de largo, invocando a sus ancestros. Estaba pensando en planificarlo -como tantas otras cosas en la vida- para encontrar el momento exacto en que nadie se diera cuenta, al menos por el instante. Después de todo, la vida de ser normal ya me estaba aburriendo.

Me detuve de pronto. Mi cuchillo no estaba por ninguna parte. Ya sabía el resto. Escuché sus carcajadas cuando vi un chorro  de sangre que caía sobre la mesa.

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