Siempre se ha dicho que el año acaba en septiembre, pese a que es evidente que aún queda bastante tiempo hasta los fuegos artificiales que dan origen al nuevo año. Sin embargo, a nivel funcional, cada vez siento que el año se me hace más corto: parece que esto de la vida de adulto hace que, efectivamente, los minutos vayan más rápido, o bien, tenemos demasiadas cosas que hacer y nuestro día se hace nada. Es extraño ver que ya estamos en el día 15, es decir, exactamente en la mitad de estos treinta días que prometen pasar volando.
Afortunadamente, tengo la semana libre por completo debido a las recuperaciones que tendremos. El tema es que al regresar ya será 22... en un parpadeo se habrá ido el mes de la patria y comienzan tantos otros preparativos personales que me inquietan. Se acercan las vacaciones y un cambio importantísimo en mi vida. Si bien, marzo siempre ma hace desear las vacaciones del próximo verano, me parece inquietante que el tiempo se me esté haciendo tan corto. Pienso en que debo escribir, continuar con mis proyectos literarios a la espera de que algún día sea ese mi exclusivo trabajo.
Solía hacer predicciones respecto a lo que sucedería después, pero no me animo en estos momentos.
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