Miro el silencio que avanza a mi lado contándome secretos escritos en un código binario distinto al informático: morfema más morfema, derivado más derivado, flexión más flexión, estupidez más estupidez y excusa más excusa de las verdes palabras de un ser que no sabe qué más decir. Miro ese silencio que se mueve a mi lado como mi sombra y me asusta como si fuese un fantasma encadenado que arrastra ese metal que hace rugir al suelo con ese dolor; deja sus huellas de sangre marcadas en el suelo mientras se ríe de los rostros estresados de los transeúntes que caminan por las calles con apuro, sin percatarse de que esa sombra está a su lado gritando estupideces que se convierten en una nube de mala suerte que los persigue, pero nadie se da cuenta de su presencia: parece que es ese fantasma el que se quiere vengar de mis errores en la vida pasada, parece que yo no me acuerdo de lo que hice y él se quiere acercar para recordármelo. Si doy un paso, él también da un paso; si me alejo, él se acercará para continuar asustándome con sus chillidos: aún no puedo descifrar bien qué es lo que es.
Caminaré por la ciudad durante algunos instantes para ver qué es lo que pasa, para ver si esa sombra se cansa de perseguirme hacia donde voy. Sí, eso haré: me burlaré en su cara, le gritaré maldiciones y luego le lanzaré un crucifijo que algún día un cura bendijo, le diré que se aleje de mi camino y que se vaya al infierno desde donde proviene. Si, eso es lo que haré: me alejaré corriendo si es que acaso esas cadenas se acercan demasiado y con ganchos se pretenden clavar a mis tobillos adoloridos por todo lo que ya he caminado en esta huida de las tumbas que cuelgan de los árboles. Si se vuelve a acercar, intentaré darle un golpe. No, mejor no, puede que mi golpe no sea eficiente y sólo se convierta en el gancho de mi propia captura.
Me he alejado demasiado de la ciudad: sobre mi cabeza se ven las nubes que anuncian un interminable temporal de electricidad y nieve que amenaza con destruir todo lo que encuentre a su paso, el agua del mar me cubre hasta más arriba de los tobillos: hace frío, tiemblo, no sé qué voy a hacer, no sé hacia dónde puedo correr. Se acerca la sombra que he denominado fantasma, chillando y gritando en un idioma extraño: se ha quitado el velo y me muestra su identidad. Sí, tal y como lo pensaba, es la dama del silencio, encadenada al fuego de sus propios misterios, al fuego del tiempo que ha pasado en soledad en la búsqueda de lo que yo también he estado buscando. Es ella mi destinador y mi destinatario; es ella mi ayudante y también mi oponente: yo soy lo mismo para ella. Se acerca, se acerca más y más con su mirada hermosa, con su mirada onírica de belleza perfecta en un cuadro surrealista. Sonríe.
No he alcanzado a escapar. Corro, pero el agua me llega hasta las rodillas y las rocas del camino me hacen resbalar. El frío se apodera de todo mi cuerpo cuando mi cuerpo por completo se sumerge: apoyo las manos y los pies en las rocas, el agua me cubre hasta el pecho, las rodillas quedan al aire. Veo el fuego de su mirada que me quema desde antemano. Cierro los ojos a su mirada candente: cierro los ojos cuando sus cadenas se clavan como ganchos a mis tobillos y me arrastran hasta lo profundo del mar que se incendia. Pero ya nadie oye mis gritos de auxilio: me sumerjo en las profundidades del mar mientras ella muerde mis venas para embriagarse con mi sangre.
Caminaré por la ciudad durante algunos instantes para ver qué es lo que pasa, para ver si esa sombra se cansa de perseguirme hacia donde voy. Sí, eso haré: me burlaré en su cara, le gritaré maldiciones y luego le lanzaré un crucifijo que algún día un cura bendijo, le diré que se aleje de mi camino y que se vaya al infierno desde donde proviene. Si, eso es lo que haré: me alejaré corriendo si es que acaso esas cadenas se acercan demasiado y con ganchos se pretenden clavar a mis tobillos adoloridos por todo lo que ya he caminado en esta huida de las tumbas que cuelgan de los árboles. Si se vuelve a acercar, intentaré darle un golpe. No, mejor no, puede que mi golpe no sea eficiente y sólo se convierta en el gancho de mi propia captura.
Me he alejado demasiado de la ciudad: sobre mi cabeza se ven las nubes que anuncian un interminable temporal de electricidad y nieve que amenaza con destruir todo lo que encuentre a su paso, el agua del mar me cubre hasta más arriba de los tobillos: hace frío, tiemblo, no sé qué voy a hacer, no sé hacia dónde puedo correr. Se acerca la sombra que he denominado fantasma, chillando y gritando en un idioma extraño: se ha quitado el velo y me muestra su identidad. Sí, tal y como lo pensaba, es la dama del silencio, encadenada al fuego de sus propios misterios, al fuego del tiempo que ha pasado en soledad en la búsqueda de lo que yo también he estado buscando. Es ella mi destinador y mi destinatario; es ella mi ayudante y también mi oponente: yo soy lo mismo para ella. Se acerca, se acerca más y más con su mirada hermosa, con su mirada onírica de belleza perfecta en un cuadro surrealista. Sonríe.
No he alcanzado a escapar. Corro, pero el agua me llega hasta las rodillas y las rocas del camino me hacen resbalar. El frío se apodera de todo mi cuerpo cuando mi cuerpo por completo se sumerge: apoyo las manos y los pies en las rocas, el agua me cubre hasta el pecho, las rodillas quedan al aire. Veo el fuego de su mirada que me quema desde antemano. Cierro los ojos a su mirada candente: cierro los ojos cuando sus cadenas se clavan como ganchos a mis tobillos y me arrastran hasta lo profundo del mar que se incendia. Pero ya nadie oye mis gritos de auxilio: me sumerjo en las profundidades del mar mientras ella muerde mis venas para embriagarse con mi sangre.
3 comentarios:
xuata
fuerte igual..
me gustó!!
es bastante más literario que los escritos anteriores, con finalidad estética y todo xD
¡Bravo! Realmente bueno, especialmente en cuanto a forma. Espero seguir leyendo textos parecidos.
Saludos!
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