jueves, 17 de julio de 2008

Recuerdos

Casi sin saber por qué, mientras dormía con el rostro pegado a la almohada intentando concentrarme en el silencio de las frazadas que me cubrían, vino a mí el recuerdo de momentos que han pasado. Momentos que en su momento disfruté, pero creo que podría haberlos aprovechado aún más. Y eso es algo que me sucede a menudo cuando me doy cuenta de que han pasado años desde los sucesos que en algún momento esperé con anhelo: ahora los recuerdo con cierto anhelo de volver a sentir esa emoción de vivirlos. Todo a raíz del tema de una clase, en que, recurriendo a las distintas formas de presentar un relato, llegamos al tema del regreso al pasado. En mi “semi-paranoia” me puse a pensar en ese cuento escrito ad ovo que es nuestra propia vida y en lo bueno que sería tener esa capacidad de regresar al pasado a arreglar ciertos asuntos o a revivir las situaciones que nos causaron agrado, ¿acaso tendríamos la misma situación que en ese entonces? ¿Acaso el aire sería el mismo? ¿Acaso seríamos los mismos?

Fue un minúsculo regreso al pasado en que recordé mi primer año universitario: mi época de “mechón” ilusionado con las nuevas posibilidades que te daba la condición de mayor de edad y la supuesta libertad que eso implica (ahora que ya cumplo mi 2do año de mayoría de edad me doy cuenta de que sigo siendo un ser dependiente y que la situación no ha cambiado mucho). Recuerdo la alegría y lo bien que lo pasé en cada una de esas salidas, recuerdo el frío de las mañanas cuando caminaba a tomar la micro y el pasto estaba escarchado –recordándome parte de mi infancia, austral, en Punta Arenas- y las horas que pasaba frente a mi escritorio estudiando como nunca antes lo había hecho. Recuerdo esas salidas a “El Huevo” que en su tiempo me veía bastante seguido y en el cual viví algunas historias que marcaron gran parte de ese año. Y es que, ahora que lo recuerdo bien, todo el sector Bellavista de Valparaíso se convertiría en el escenario de mis andanzas nocturnas que tantas anécdotas me permitirán contar hacia el futuro: tantas que no caben en una página y escribirlas sería una tortura de escritor-lector.

Mi primer año universitario se pasó tan rápido; la vida parecía ser tan relajada y creí que todo podía ser relativamente fácil como en ese momento. Era indescriptible la alegría que sentí cuando me di cuenta de que me eximía de todo el primer semestre (1 codiciado mes de vacaciones de invierno se presentaba frente a mis ojos) y cuando me pude repetir el plato en diciembre, teniendo las vacaciones más extensas de las cuales tenga recuerdo. De Agosto en adelante en que todo parecía ponerse un poco más complicado y tuvo un agradable final. Esa primavera extraña e improvisada que me pilló desprevenido un día cualquiera y luego tejió una fábula un tanto compleja, en que sólo yo sabía cuál sería el final (sí, lo sabía, porque tengo la desventaja de calcular hasta cómo acabará todo y cuando eso ocurre, ya sé cómo afrontarlo). Esos meses de finalización de año en que la luz del renacimiento de la naturaleza parecía animarme más y más cada día por la mañana, cuando al fin podía levantarme a las 10 de la mañana para ir a clases a mediodía, cuando obtuve notas excelentes en literatura y cuando vi a una muchacha en la micro que me hizo latir el corazón como nunca antes, pero que nunca más la he vuelto a ver: un amor a primera vista momentáneo. Una época en que todavía podía escribir (tenía el tiempo) y una época en que obtuve ciertas respuestas en el momento preciso. Una época en que lo pasé demasiado bien y a veces quiere recuperar, pero sé que las cosas ahora son distintas y tendría que entretejer una nueva historia para reconstruir otro edificio.

Sí, mis recuerdos viajan por esos momentos en que camino por Bellavista. Mis recuerdos avanzan por esas noches de música y vasos de ron o cerveza, bailando hasta las 5 de la mañana cuando el cuerpo llegaba a doler. Mis recuerdos caminan por esos momentos que quisiera volver a tener ahora, pero sé que las cosas, aunque parecidas, serían distintas esta vez…