lunes, 30 de junio de 2008

Lo que siempre he estado buscando...

Cuando miré el reloj y eran las 20.00 hrs, pude al fin entregar mi “entretenido” certamen de aplicación de la cada vez más temible gramática sincrónica. Di un respiro de alivio y salí a dar unas vueltas al pasillo para quedarme conversando unos 10 minutos con quienes ya se habían librado al igual que yo; esta hora extra gracias a los reiterados paros que han convertido este semestre en un ineludible karma de nunca acabar parecía unirse al lateo colectivo luego de la entrega de las notas de teoría y crítica, donde el fantasma del examen (o peor aún, de la reprobación inmediata) rondaba por todos lados y se convertía en una sombra que entristecía. Sí, me entristecí bastante pese a que lo tomé para la risa y sonreí. Sí, me entristecí aunque no se notara mucho, porque veo que las cosas se están poniendo cuesta arriba y son riesgos que a veces da miedo tomar, pero no queda otra que continuar en esto. Y como me tomo casi todo personal, la actitud de ciertas personas me hizo entristecer aún más: lo único que hacía era sentirme triste por su situación, quería entregarle mi ayuda si fuese necesario, pero hasta me daba miedo seguir preguntándole.

Necesito 30 minutos para salvar mi día, para oxigenarme, para echar a volar mi mente, para ver Valparaíso en silencio a eso de las 20.00 hrs antes de tomar la micro de regreso a mi casa; de verdad, lo necesito. Necesitaba caminar tranquilo por la calles y pensar en demasiadas cosas. Suelo creer que tú estás en algún lugar observándome o haciendo lo mismo que yo, tal vez en paralelo. Quería creer de que tú también estabas pensando en mí desde algún lugar y que querías acercarte a mí cuidadosamente por temor a no sé qué… tal vez por ese mismo temor que tengo yo ahora de encontrarme contigo. Necesitaba 30 minutos para reponerme… y lo hice. Aún recuerdo como me alejaba lentamente del Gimpert sin mirar atrás, sin mirar que tal vez podrías estar escondida en alguna de las esquinas para marcharte a caminar hacia algún lado. Las palmeras de la avenida Brasil se alzaban hacia el cielo mientras yo intentaba caminar derecho, erguido, hasta que se cumpliera el tiempo que había planeado.

En esos momentos fue cuando de nuevo me puse a pensar en ti. Tal vez ni te conozco, tal vez te conozco y tú tal vez estás en la misma situación que yo. Necesito tu abrazo y cada día parece que te necesito más, pero no sé cómo llegar a ti ni dirigirte una palabra. ¿Me ayudas? Necesito sentirme abrazado a ti y tus manos acariciándome el pelo desordenado que probablemente no te guste. Necesito caminar a tu lado tomado de tu mano y sonriendo de tu presencia. Y es que un abrazo femenino es algo irremplazable: esa paz de su mirada, esa sutileza de palabras, ese cariño que sólo en sus brazos puedo encontrar. Una mujer es irremplazable y es por eso que quiero estar a tu lado, porque sólo en tu regazo encontraré lo que siempre he estado buscando…

jueves, 26 de junio de 2008

Light

Hacía poco (en realidad, como 3 semanas), tuve una clase en la cuál se nos habló de la importancia que tiene para el cuerpo humano el hecho de saber respirar correctamente y su influencia en la conservación de nuestra voz a lo largo de nuestra vida. Fue inevitable recordar ciertos personajes ancestrales y vetustos cuyas voces parecían ser un susurro que ya no podía dar más, que en cualquier momento se pondría sobre su cabeza un “requiescat in pacem” para concluir con la historia. Y claro está, también, que uno se pone a pensar que llegará un momento –esperado o inesperado, quién sabe- en que también nos convertiremos en esos seres llenos de experiencia (espero) y, probablemente, nuestra voz también se vea perjudicada.

Anyway, el pensamiento que surgió en mí en ese preciso momento fue una ola pesimista que acabó cuando al fin me pude volver a reír, que fue al poco rato: ¿Dónde está esa anhelada libertad del ser humano de vivir sin preocupaciones? O sea, hasta para ocupar nuestro propio cuerpo es necesario saber las consecuencias de sus actos (seguramente en los tiempos primitivos debió de haber una excesiva natalidad por no saber las consecuencias del mejor de los placeres humanos), pero lo que no pudo sino dejarme atónito fue el tema de la respiración. Yo que creía que era una de las pocas cosas involuntarias, gratuitas y poco dificultosas que el ser humano podía realizar día a día… claramente, me equivoqué.

Pese a que es poco lo que recuerdo –fue poco lo que entendí de “la caja” que se forma al respirar (¿?)-, no era esa mi finalidad cuando me senté a escribir un rato. Ocurre que, de un momento a otro, vuelvo a mi ideal “simplista” de que si no supiésemos nada, seguramente seríamos mucho más felices: simplemente que actuáramos de acuerdo a lo que el contexto nos permite o nos señala. Sería mucho más fácil, ¿o no? Tal vez me moriría joven y feliz de haber vivido sin todas las limitaciones que uno se va autoimponiendo porque “te hace mal” o “te acorta la vida” (o “puede producir hijos”). A veces quisiera vivir en un mundo complemente “light”, como las aves que vuelan tranquilas en el aire. Kant me reprocharía mi pensamiento al decirme de que es necesario que uno pase a una mayoría de edad de la razón para que el resto no tome las determinaciones por mí, pero creo que es tan fácil que alguien siempre fuera mi tutor. Un mundo eternamente fácil… sería genial.

Pero luego de divagar un breve momento –porque tengo que seguir estudiando y “aprendiendo cosas” que pretendo me hagan ser más feliz durante el resto de mi vida-, es inevitable darte cuenta de que saber es un deseo innato del ser humano. Hay que afrontar la realidad… y es necesario conocerla para poder subsistir: entenderlo todo, definitivamente, me haría mucho más feliz.

sábado, 21 de junio de 2008

¡Salud por ti, Pauli!

Estaba dando vueltas en mi pieza mientras reclamaba al aire: ¿por qué siempre se me pierde el maldito “Blistex”? Sí, esa cosa para cuando uno tiene los labios partidos… es que en estos últimos días ya ha hecho tanto frío que ni la piel resiste y la imagen personal es algo que uno debe cuidar de cierta medida: tal vez uno encuentre a la persona indicada en el paradero o no sé dónde como ya he escuchado tantas veces y ya me resigné a no creer. Y al recordar los labios partidos mientras me aplicaba esa cosa (que más de alguna persona se ha reído creyendo que es rouge), me acordé de la agradable salida de la noche anterior con una de las personas que he compartido durante este último tiempo: mi amiga Pauli, con quien hemos entablado una amistad genial y un cariño que no me imaginaba que íbamos a llegar a tener.

Una de las cosas que nos une es el ánimo permanente para salir de carrete. Otra, la música pop-alternativa con la que podemos bailar hasta cuando ya nos duelen las piernas. Otra más, una que otra cerveza helada de vez en cuando para termi
nar conversando de cualquier estupidez. Y es que la Pauli es de una de esas personas con las que parecí llevarme bien casi al conocerla y poco a poco fuimos creando esta amistad. Esas salidas de improviso y esas conversaciones locas que nos han hecho conocernos cada vez más o la hospitalidad con que me ha recibido cuántas veces en su departamento, en el que ya me ha hecho sentir “como de la casa”; y claro, pues es una de las pocas personas a las que puedo llegar a su casa a sacar un vaso y servirme agua casi sin pedir permiso. Una estudiante de geografía con tantas historias locas a las que me ha invitado a participar y que espero sean muchas más.

Definitivamente, salir contigo anoche me hizo demasiado bien: ya te había contado que andaba un poco de extraño de ánimo por una situación que me incomodó bastante y de la que luego me pude resignar, después de todo me doy cuenta de que cuento con gente como tú que me quiere como soy: a veces perno, a veces latero, a veces amurrado, a veces excesivamente prendido, a veces hablando tanto que llego a marear, etc. Y tomo un comentario tuyo que me gustó y que varias veces he hecho parte de mí: “si alguien te quiere, te querrá tal y como eres”. Y claro que me subiste la autoestima cuando destacaste algunos de mis atributos físicos jajaja…

¡Salud por ti, amiga! Gracias por tu alegría permanente y tu comprensión cuando “me funo” en el mejor de los momentos. Gracias por escucharme siempre que quiero hablar estupideces o cuando quiero hablar cosas relativamente serias. ¡Gracias por tantas cosas! ¡Salud por esta y por las que vendrán en el futuro, por miles!

Ya que se me olvidó el momento ebrio-cariñoso ayer en la noche, tenía que expresarlo en el blog jaja.

jueves, 19 de junio de 2008

Me confundes...

Me confundes: me confundes cada día más y es algo que no sé por cuánto tiempo más pueda soportar. Me confundes y creo que he estado a punto de explotar, de decírtelo todo de una vez olvidándome por un minuto de tu posible reacción y de las consecuencias de esto, pensando en mí por un instante para quitarme este caos que tengo dentro de no saber qué es lo que está pasando. Creo que estoy a punto de explotar y cualquier cosa puede suceder en este momento, creo que si te lo dijera todo podría sentirme mucho más tranquilo… tengo tantas probabilidades de perder, pero al menos dejaría de sentirme como un mentiroso a tu lado: después de todo, aún no he dicho nada y cualquier cosa que puedas estar pensando sólo es obra de tu propia imaginación. ¿Acaso es algo más? Es lo que quisiera creer, pero a estas alturas ya no sé.

Me confundes demasiado y no sabes cuánto; creo que no sabes siquiera que tus actitudes, en vez de alejarme, me hacen enredarme más y querer buscarte para aclarar el asunto. Sí, si acaso querías hacerme sentir mal, es lo que estás logrando: créeme que he sentido enormes ganas de llorar después de todo esto, he regresado a mi casa con un nudo en la garganta y una pena que me oprime el pecho, he sentido ganas de olvidarme de todo para poder volver a comenzar de cero. ¿Es que no te das cuenta de que son tus actitudes las que me tienen así? ¿Por qué tienes ese miedo a lo que otro pueda estar sintiendo por ti? Créeme, si te estoy asustando sólo te puedo pedir perdón: sólo quería demostrarte que estoy a tu lado queriendo saber qué es lo que me está pasando contigo. Sí, es una maldita indecisión… quisiera saberlo todo, quisiera saber lo que tú piensas, pero siento que no me das el espacio: huyes antes de que pueda decirte algo.

Siento tanto frío a mí alrededor, la lluvia cae y creo que es menos fría que tu actitud. ¿lo haces con intención? ¿Lo haces para que me olvide de ti? Si no soy tu elección, lo respetaré: nada cambiará y todo seguirá siendo como antes. Ya casi no me siento capaz de mirarte y si me acerco a ti es con temor, pues creo que te has dado cuenta. ¿De qué sirve el misterio si tu sexto sentido de mujer ya te ha dicho todas las cosas con anticipación? Y yo sólo tengo mi carencia de instinto para darme cuenta de qué debo hacer. No quiero que escapes, quiero que sigas siendo como siempre has sido: ¿acaso piensas que soy un psicópata que te va a hacer algo malo? Jamás me atrevería a tocar siquiera tu aroma si tú así no lo quieres. No quiero que lo sepas todo y juegues conmigo: que me digas palabras hermosas y luego me ridiculices delante de todos. Sólo te pido que aclares tus actitudes: ayúdame a saber qué es lo que estoy sintiendo en realidad, ayúdame a saber cómo debo actuar.

domingo, 15 de junio de 2008

Otra vez tú

Estuve pensando en ti otra vez, casi como todos los días anteriores cuando pretendía encontrar una respuesta a esa interrogante: tú. Y me cuesta darme cuenta de algunas cosas que pareces decirme en silencio cuando nuestras miradas apuntan hacia horizontes distintos y el vacío entre nosotros sólo se transforma en una vía congelada en donde es imposible hacer surgir una rosa… o al menos eso es lo que pretendes hacer aparentar, como para que ahogue la semilla que estaba cultivando para que creciera fuerte y poderosa hacia las alturas del cielo. ¿Qué es lo que está pasando en mí? ¿Qué es lo que está pasando en ti? A veces siento que si me decido a dar el primer paso sólo haré el ridículo y la idea de tener que volver a verte todos los días con el peso de eso me causa temor: a ratos creo que sabes cuál es el juego y te has sumado para hacerme creer que todo es cierto, pero llegado el momento puede que no dudes en acabar todas mis ilusiones con un rotundo y contundente “no”. Un día me gustas, pero al día siguiente parece que ya no y el ciclo da vueltas a cada rato sin darme los segundos suficientes para saber con qué postura me quedo: simplemente no entiendo. Acaso robarte un beso de improviso me haría darme cuenta de qué es lo que está pasando en realidad, si tus palabras temerosas esconden algo más, si tu mirada en ese momento me decía que se había dado cuenta de lo que había dicho subliminalmente.

Y bastó sólo un minuto en que te alejabas de mi lado, bastaron sólo esos instantes de silencio en que estar a tu lado ya no era algo que me hiciera sentir feliz: quería huir cuanto antes para olvidarme de eso que estaba sintiendo y que me repetía una y otra vez que no podía ser… por qué no podía ser, qué se yo. Pero vuelvo a las noches en que eras mi musa, en que te amaba tanto que te escribía miles de palabras (prosa y verso) para hacer nacer una historia que sólo es parte del papel, pero que a veces me parece tan real como si fuese de carne y hueso. A ratos he querido besarte, abrazarte y darte toda mi ternura; a veces he querido estar a tu lado mirándote sin decir nada, dejando que el tiempo pase sin que nos preocupemos de él. Sí, eres mi musa de ese entonces; fuiste mi musa en alguno de los cuentos, sin quererlo, sin saber por qué te elegí para esto. ¿Acaso eres lo que he estado buscando por tanto tiempo? ¿Acaso serás alguien que dejará una marca en mi vida? ¿Cómo saberlo? Sé cómo obtener la respuesta, pero me da miedo arruinar todo… porque siento que si lo hago, sólo lo arruinaría. Sí, he comenzado a pensar que tú estás enamorada de alguien más y que esa persona que creía que era yo, parece ser otra. ¿Otra vez me estoy equivocando?

Sólo hay una forma de saberlo y es la que más me da miedo. Me da miedo si es que estoy en lo correcto, pero más miedo me da estar equivocándome y que de un día a otro te vea a mi lado besándote con el amor del cual me estabas hablando… ése que creí que podía ser yo. A veces me gustas y a veces no… no sé ni lo que siento. Estoy a tu lado y quiero huir, pero en mis sueños y en poesía te has convertido en mi musa… ¿qué hago? Tal vez si pudiera llegar a tu boca y que nuestros labios se acariciaran tiernamente encontraría alguna respuesta…

viernes, 13 de junio de 2008

Murphy’s law is working on so hard in me...

Murphy’s law is working on so hard in me... fue lo primero que pensé ayer jueves 13 de junio cuando salía temprano de mi casa para acudir a unas “diligencias” (esa palabra hacía despertar mi imaginación cuando era pequeño y hasta la encontraba interesante). Y claro que los preceptos de la queridísima Ley de Murphy suelen manifestarse, por lo que me he dado cuenta, en el ámbito de los estudiantes con nuestra característica falta de tiempo o el desorden que nos sucede justo cuando más necesitamos encontrar algo. La querida ley de Murhpy… ¿por qué tiene que aparecer cuando más necesitamos que las cosas sucedan como lo habíamos planeado? Tal vez puede ser una simple sugestión que provoca todas las situaciones que hemos detestado, pero el hecho es que suceden y ya no me quiero detener en la influencia social de mi mente… si fuera por eso, he deseado mil veces que me caiga dinero del cielo y, hasta el momento y en base a mi conocimiento de mundo, no se ha anunciado ningún temporal de dinero en efectivo al menos en mi zona.

Todo sucedía cuando pretendía llegar a Valparaíso a las 9 de la mañana (cuando todo acabó me di cuenta de lo hiperbólico que soy, pero me entretengo haciendo esto) y, para ese cometido, es que debí levantarme una hora antes de lo que me levanto tal día. 7 de la mañana y realmente consideré dejar para otro día la diligencia. No obstante, y por el cargo de conciencia de haber puesto la alarma y seguir durmiendo de manera “tan irresponsable” como podría decirme alguien, es que me levanté y realicé lo típico de la mañana: una ducha de 15 minutos (me lo han dicho mil veces, pero persisto en mi actitud de demorarme tanto: es que el sueño hace que uno pierda la sensación del tiempo), vestirme, hacer la cama y tomar desayuno. Salgo a las 8 de la mañana (el viaje desde mi casa a Valparaíso es algo así como del campo a la ciudad, por lo que me tomo una “entretenida” y “cómoda” travesía en las micros pintadas de color gris y naranjo del TMV) para encontrarme con una tranquila población que se encontraba completamente revolucionada: ¿Acaso todo el mundo despertó al mismo momento y tiene que salir a la misma hora que yo? No sabía que podía haber tanto movimiento en esta población que está muerta casi todo el día y hasta me imaginaba las épocas de protesta en que la gente se agolpa violentamente a marchar por algún ideal (legítimo y a veces, aunque les duele reconocerlo, insensato). Y definitivamente me di cuenta que a las 8 de la mañana es la hora de colapso del cada vez más poblado sector de “Los Pinos”, donde la movilización pasa con una frecuencia vergonzosa de a lo menos 15 minutos y, más encima, repleta, haciendo que las condiciones de mi “cómodo” y “entretenido” viaje no lo sean tanto… de ahí que me dolieran tanto los pies y las piernas al llegar a Valparaíso.

Y claro que uno piensa que “es lo que hay” o “al menos, esto aún es mejor que el Transantiago” y sólo deseo llegar a mi destino lo más rápido posible. Todo “bien”. La gente colgando hasta en la pisadera, mi distancia íntima absolutamente violentada, la presión de la velocidad y detenciones que me hacían temer ser aplastado, escasamente sujeto a una baranda que luego se salió de su lugar, oxígeno cada vez más viciado y un chofer que continúa recibiendo pasajeros al tomar el camino más largo… “todavía hay espacio en el techo” pensé que sería el pensamiento el chofer al continuar recibiendo gente. Pero lo mejor estaba por suceder… continúa su eterno camino y de un momento a otro es que comienzo a percibir un olor que he percibido en situaciones anteriores, un olor como a quemado y un humo que al moverse la micro podía pasar desapercibido. Y nuevamente me puse a pensar “¿acaso ahora se va a quedar en pana?” (no sé cómo se escribe correctamente, pero al menos se entiende la idea… sí, futuro profesor de castellano y no lo sabe, pero en fin). Y me sorprendí al ver que continuábamos, un pasajero se baja y le reclama al chofer mediante una expresión que sólo la situación explicaría su significado y que hasta me tomó un rato entender. Unas cuantas cuadras más allá y se detiene; yo escuchaba música y me di cuenta después, cuando el chofer preguntaba cuanto habíamos pagado para devolvernos el dinero… se cumplía nuevamente la maldición de la mala suerte. Murphy’s law is working on so hard in me...

La micro que venía tras ésta estaba vacía, por lo cual alcancé a tomar asiento al lado de la ventana, pero ya no tenía ganas de dormir porque era seguro que iba a pasar de largo (había dormido muy poco en la noche y el día anterior había sido bastante agotador). Cuando llegué a Valparaíso eran las 09.15 y tenía sólo 50 minutos para lograr mi objetivo: luego de todo, pensé que la tercera también correría con la misma suerte. Pero al menos, la ley de Murphy no actuó en 3eras circunstancias… algo es algo. Después todo, dentro de lo malo tenía que haber algo bueno y con lo que preferí quedarme luego de toda esta graciosa odisea “campo-ciudad” pues lo logrado me servirá y lo voy a notar: algo es algo.

miércoles, 11 de junio de 2008

La luz al final del túnel.

Estoy acallando mi silencio con palabras que dejo fluir al azar en una noche en la que estoy consciente de que tengo que estudiar, pero los párpados caen sobre mis ojos diciéndome que me vaya a acostar. ¿Qué hacer ante tal llamado de mi propia naturaleza a recurrir a ese anhelado descanso que requiero, que necesito, que deseo? Por un lado es la musa la que me habla a cada rato exigiéndome que le preste un poco de tiempo, pero apenas tenga tiempo para cumplir un horario estricto que asumí, podría decirse, por gusto. Estoy acallando mi silencio con una pequeña llama que pretende ser el reemplazo de una llama más grande que me está quemado: se suman los días en que mi cuaderno se ve abandonado sobre la repisa, las ojeras en mis ojos parecen abultarse, mi cara somnolienta parece delatar mi estado de ánimo, mi corazón que no entiende lo que le está sucediendo con esa persona que un día quiere y al rato no sabe bien, con esas historias que no sé si van a volver cuando las quiera invocar. Estoy acallando todo para cumplir una obligación que en el futuro me dará satisfacciones: después de todo hay que sacrificarse para lograr las más grandes obras maestras que deleiten a una humanidad deseosa de ver una nueva realidad.

Estoy extenuado, agotado, sin ánimo y en algún momento de exagerado desgano he dicho que a este ritmo no he de pasar los 25 años. Pero sigo en pie pese a todo: pese a que han sido 3 agotantes pruebas las que he tenido que rendir esta semana y el tiempo para el ocio es algo de lo cual no me puedo jactar… anhelo tener tiempo para largarme a caminar por Cerro Alegre, por el 21 de mayo o por la avenida Alemania para ver la majestuosidad de mi bella ciudad natal. He tenido momentos en que me han dado ganas de tirar todo lejos, de olvidarme de todo y darme ese anhelado tiempo para pensar en mí… y también un poco en ti. Estoy agotado, extenuado y las hojas de fotocopias siguen acumulándose en el escritorio sin control: el dinero se me va como el agua entre los dedos y a lo lejos parecen avanzar la cuenta regresiva hacia un proyecto material que puede cumplirse. ¿Pero qué hay de ti? ¿Acaso estar contigo pueda ser una de mis metas realizables? ¿Acaso tú sentirías lo mismo que yo y todo lo que he estado sintiendo es mucho más que una simple ridiculez? Estoy agotado… estoy extenuado… estoy acallando mi propio silencio para cumplir con un orden establecido que, al parecer, acepté.

Ha sido un tiempo de arduo trabajo en que las neuronas piden un poco de descanso, pero desde el lado positivo, creo que hasta es agradable sentir este stress de estar haciendo lo que te gusta. Ya es casi pan de cada día dormir cada vez menos, leer el triple que antes y hasta de echar a volar la mente, ahora con fundamentos un poco más teóricos. Tengo miedo de egresar y enfrentarme con la vida, tengo miedo a dejar de ser como soy: sí, pese a mis defectos, creo que me gusta ser como soy. Tengo miedo a convertirme en una máquina que no piensa, no siente, no vive… no ama, que nunca haya tenido la oportunidad de estar al lado de esa mujer que ama. Estoy agotado, estoy extenuado, estoy acallándolo todo para sobrevivir a estas arduas situaciones que no acabarán hasta 2 meses más cuando parezca ver, en parte, la luz al final del túnel. A veces es tan deprimente ver que has estudiado tanto y las pruebas te han atacado en tu punto más débil, pero ya no queda otra que levantarse y esperar que la próxima sea mejor: siempre es bueno terminar con un pensamiento optimista porque, según dicen, es la mejor forma de vivir feliz.

martes, 10 de junio de 2008

¿Para qué?

En ese afán funcionalista que en el que lentamente me he ido involucrando –al parecer, todas las cosas tendrían una función determinada y una potencial meta a alcanzar- convergen dos de las grandes preguntas con las cuales me encuentro día a día mientras voy caminando por la calle, en la micro, en mi pieza o donde sea que nadie me esté hablando directamente, exigiéndome la retroalimentación necesaria como buen receptor de un mensaje aceptable: ¿Por qué? O ¿Para qué? Y bien sabido tengo que es un cuestionamiento que tengo desde que un día conversé con mi mamá con respecto a algunas cosas de la vida cotidiana que me parecían un tanto injustas y yo no podía parar de pensar en el ¿Por qué me pasan estas cosas a mí? al momento en que ella me proponía en buscarle una finalidad, ¿Para qué me pasan estas cosas a mí? Y me he dado cuenta que son tantas las cosas que uno tiene que aprender en la vida, que los años que nuestro cuerpo sobrevive a esta atmósfera cada vez más contaminada parecen ser muy pocos –demasiado pocos- para lograr apropiarnos de todo ese conocimiento necesario. Claro está que cada día nos vamos empapando de alguna nueva idea, de algo que en la calle vimos y nos quedó dando vueltas en la cabeza, de una lección por muy pequeña que sea, de una caída al suelo por culpa de alguna hormiga cabezona que próximamente evitaremos para caminar más lejos.

¿Para qué? Luego de tanto tiempo en que mis mejores compañeros han sido autores del siglo XX cuyas palabras releo, subrayo y hasta esquematizo cuando el ánimo me alcanza, es inevitable que la represión mental a la que me he sometido por falta de tiempo comience a ser una muralla poco sólida que se derrumba a cada momento: es inevitable echar a volar la imaginación y crear en cualquier lugar, es agradable ver como algunas ideas llegan solas a mi boca y muevo los labios para intentar hacer internas esta musicalidad que encuentro en algún verso loco que por las casualidades de la vida llegó a mi mente cuando miraba por la ventana mientras la micro avanzaba por la Av. Marina. Es inevitable seguir teniendo esa angustia de no saber qué es lo que va a pasar si realmente me doy cuenta de que no estoy teniendo tiempo para escribir y ese stand-by de casi 3 semanas ya se convierte en algo permanente. Llegan momentos como éste en que, sabiendo que la semana de lenta agonía aún no ha acabado, no puedes hacer otra cosa que darte un tiempo para dejarlos que hablen, para dejarlos fluir de una vez como ellos quieren: sin control, sin medidas, sin reglas… para sentirte un poco más ligero al andar.

¿Para qué? Tal vez para desahogarme de todos los sentimientos que he silenciado durante este tiempo por temor a lo que puedo perder: hay cosas por ganar, pero el temor a perder lo que se tiene de manera estable es una medida infalible de mantenerte amarrado a un estado actual. ¿Para qué? Para darle un sentido a levantarse día a día y apartar ese temor a ser un ser inerte cuya presencia sea fútil al mundo y se olvide tan esporádicamente como el día en que nació en la época de los 80. Para pensar un poco y echar a volar ese René Descartes que existe en el interior de nuestras mentes como una pequeña reencarnación que se ha hecho tan masiva, supuestamente, en la actualidad, en que son nuestros pensamientos los que nos hacen sentirnos realmente vivos… cogito ergo sum.

sábado, 7 de junio de 2008

Eternidad

No puedo decir que ya no sé cuáles son los motivos de mi actual postura que día a día se confirma: no estoy de acuerdo con los estudios de carácter inmanente por parte de los formalistas de los años 30. A cada rato me convenzo de que son tantas las circunstancias que influyen en una obra (pese a que sea un objeto dinámico y autónomo en sí, pero no podemos dejar de lado ciertas consideraciones externas para tener llegar a una mejor comprensión del “fenómeno” ante el cual estamos) y que, en general, los estados de ánimo de un autor suelen dejar una marca en la obra. Cayendo en una especificación personal -lo que puede ser una falacia si me pretendo generalizarlo, cosa que no haré- , me ha pasado que suelo escribir mejor cuando estoy triste; es como que ese estado de ánimo “bajo” funciona al aumentar los niveles de sensibilidad antes los sentimientos e ideas que comienzan a surgir solas. Inconscientemente, no puedo dejar de pensar que tal vez los grandes autores han pasado por las mismas situaciones que yo al momento de escribir: ese temor al tener una hoja en blanco sobre las cuales van a quedar impresos muchos pensamientos y mundos que, a partir de ese momento, no van a morir jamás; esa angustia al no saber si ese escrito será el último, la ansiedad de tener una idea y quererla escribir de la mejor manera… tal vez el sueño de que de tu pluma esté naciendo una obra que luego pueda ser considerada como grande por las futuras generaciones, tal vez que algún día se cumpla el deseo de que la amada ideal lea todo lo que en el tiempo ha nacido para ella.

Y una vez más recaigo en los que se han convertido mis tópicos favoritos: describir la literatura y la genialidad de su creación. Todo a raíz de los múltiples estudios que he tenido que hacer, gustosamente, en el último tiempo. Pese a que hay momentos en que hallarme frente a este término con tanta frecuencia me pueda producir un agotamiento, ese agotamiento es bello (al estilo de Cortázar con “esa muerte es bella” en un capítulo de Rayuela, bastante hermoso por lo de más). Recuerdo el segundo día de clases del primer semestre de mi carrera, el año pasado, cuando el profesor nos señaló los múltiples problemas del concepto “literatura” que hasta el día de hoy parece no solucionarse por completo. Son 3 las visiones que ha mantenido el término:

1. Todo lo que está en letra de molde.
2. Obras notables por su forma o expresión literaria
3. Refiriéndose a la literatura imaginativa.
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Y he aquí donde surge una molestia más o menos conceptual (algunos llamarían una “molestia intelectual” de mi parte), en que se considere, según algunos textos, literatura como todo lo que está escrito. Hace poco tuve que traducir un paper, por encargo de mi hermana mayor, en el que se hablaba de un tema de la medicina veterinaria en la cual constantemente se aludía a otros autores para fundamentar una u otra postura en base al tema. Mi molestia surge cuando, entre ellos, hablan de que “la literatura médica” señala… “la literatura médica” nos refiere… etc. No es mi intención menospreciar la importancia que la medicina y la ciencia tienen en el desarrollo de las civilizaciones, no obstante creo que los textos científicos distan mucho de ser literatura desde mi concepción. Todo porque creo que la literatura, como el arte realizado a través de las palabras, destaca por su valor de presentarnos mundos nuevos y, muchas veces, distintos absolutamente de la realidad… la creación de una historia que pese a ser realista, es ficticia, puesto que no sale de los márgenes de la página en que ha sido escrito. A mí parecer, al referirnos al corpus de textos relacionados de una ciencia, debiésemos referirnos más a “bibliografía” o cualquier otro término que sintetice mejor la finalidad que presta, pero equipararlo al carácter creativo de la literatura me parece un poco errado. A no ser que nos estemos refiriendo a las creaciones literarias realizadas por médicos, o bien, historias de casos médicos. Otra de las características por las cuales difiero del término, es porque un texto científico nace con la finalidad de dar cuenta y establecer una regularidad en la naturaleza (los virus se adquieren de una forma y pueden causar determinados trastornos, etc), pero una obra literaria no intenta explicar la realidad, sino que muchas veces busca transgredirla.

Y las otras 2 definiciones suenan tan perfectas y a tono con mi perspectiva. Pero me gusta quedarme más con la de la literatura imaginativa más que con las “grandes obras”, puesto que durante mucho tiempo sólo se ha dado énfasis a estas grandes creaciones dejando de lado las emergentes… algo así como pensar que después de Shakespeare la creación literaria se estancó y todo el resto de escritores escriben puerilidades. Definitivamente, ese pensamiento extremadamente conservador es el que ha dejado de lado, en su tiempo, a grandes innovadores como Huidobro, por mencionar a alguien. Además, que todas estas clasificaciones son producto del sesgo de quién las clasificó de acuerdo a su pensamiento; lo que no es negativo si se tiene en cuenta que buscaban establecerlos en base a alguna función determinada (al parecer, Halliday tuvo más de una vida de ideas interesantes). Creo que este desacuerdo mío puede ser en parte por mi búsqueda de romper las reglas establecidas en literatura, “cuánto más extraño e inclasificable sea un escrito, mejor, lo que es altamente susceptible de no ser fácilmente digerido y, por consecuencia, aceptado. Claro que estoy lejos de llegar a ser un “rupturista”, pero es una buena meta a seguir.

La literatura es imaginación, es creación, es un nuevo mundo nacido de la mano de un autor sensible ante la realidad que lo rodea y que le aporta distintos pensamientos que no deben ser olvidados por la fragilidad de la mente y necesitan quedar plasmados en un papel (o, en realidad, donde sea). La literatura es un mundo ficticio dentro de uno real, o uno real dentro de uno ficticio. Son tantas y tantas las nuevas historias que dan vueltas en nuestra imaginación, muchas que pueden estar destinadas a ser grandes y queridas historias. ¿Por qué no intentarlo: por qué no dejarlas ser eternas?

viernes, 6 de junio de 2008

Transgresión

Ambientado en la nueva canción de Sigur Rós (“Gobbledigook”, que está en la página del grupo para descargarla gratuitamente por si la quieren oír) y bajo una somnolencia producida por toda una semana de lectura intensiva –de esa que me quita el tiempo hasta para pensar en otra cosa que no sea en un signo lingüístico o mi “querido amigo” el canon literario de Bloom- , es que me he encontrado con el comentario de Diego Vargas en mi blog, y al responderle en el suyo me ha surgido la idea de escribir un nuevo comentario luego de 5 días sin actualizar esta página que, en mi sueños, lee todo el mundo y acaso encuentra que digo algo coherente. ¿Digo algo coherente? O sólo me pongo a dar una eterna perorata a modo de introducción, tal como un texto de la Lingüística de Corpus que no pude alejarlo de una clasificación sofista. Está bien, está bien: it’s ok. A veces todos tenemos nuestros momentos de colapsos en que no logras entender por qué 2 + 2 = 4, y no pretendes hacerlo, argumentando que todo no es más que una convención en la cual a veces no estás de acuerdo.

Por muy triste que pueda parecer, llevo casi 3 meses dándome vueltas en muchas de las primeras unidades de los ramos que estoy tomando. Razón: movilizaciones varias por motivos varios que sutilmente he mencionado y ya no es momento de abordar… let it be. Y uno de esos temas que me ha estado volando la cabeza es la trasgresión. ¿Cuántas veces en nuestra vida cotidiana podemos considerarnos trasgresores de las reglas establecidas y nos escudamos en nuevos pensamientos vanguardistas que parecen enseñarnos una nueva esfera intelectual de la cual no nos dejamos de sorprender? Y todo surge desde la razón que entregan los formalistas rusos para dar argumentos a su intento de estudiar la literatura desde una perspectiva inmanente: la poesía es capaz de transgredir el signo lingüístico, con lo cual estoy de acuerdo. Y la literatura en todas sus formas debe encargarse de hacer eso, el arte en general no debe hacer otra cosa que darnos una nueva imagen de las cosas; en palabras de Shklowsi “una imagen que debe ser sensación y no sólo visión”. Leo todas estas ideas de las cuales me he ido apropiando y ahora comienzo a dialogar; me doy cuenta que realmente me gusta el estudio del lenguaje y la literatura.


Sin pretender caer en asuntos tan personales (que al final lo hago de todos modos, pero soñemos con la inmanencia), nuevamente vuelvo al tema del arte que da vueltas a nuestro alrededor y a veces no nos damos ni cuenta. Pese a todas las características y la “técnica” que he aprendido que se debe poseer para poder desarrollar una buena obra, creo que sería muy difícil de establecer una comunidad lo suficientemente apta como para clasificar correctamente qué es lo bueno de lo malo. Muchos odian a Coehlo y otros lo aman. Y es una duda que me surge a cada día que estudio teoría literaria que se convierte en un contenido interesante, pero sumamente estresante (no es difícil percatarse de eso al ver los cúmulos de textos que hacen que la mochila haga que me duela la espalda). No recuerdo con exactitud cuál era el texto –son tantos los que he leído en este último tiempo- que señalaba la necesidad de prolongar nuestras existencia en varios años para poder acceder a todo el potencial de libros existentes y en gestación. Eso te da como para pensar en que es necesario autoinventarse una competencia para crear y leer casi al mismo tiempo, sin dejar de lado ni la una ni la otra: ahora la necesito, porque llevo 3 semanas en descanso creativo que me tiene un tanto colapsado.

Y volviendo al tema de la trasgresión: en la actualidad todo el mundo se jacta de que quiere transgredir el sistema como si eso lo convirtiese en un ser espectacular. Y a veces transgredimos las cosas sin sentido, simplemente por el hecho de transgredir y ser supuestamente originales. Pero existe un problema al transgredir de unas maneras tan extrañas que se pierde el sentido por muy buena que pueda ser la idea (apelo a una metáfora extremamente encubierta para señalar muchos de los acontecimientos del último tiempo). ¿Es bueno transgredir las reglas? Si es que corresponden algo injusto tal vez sería bueno razonar y expresar una forma concreta de por qué está mal (me he dado cuenta, en el último tiempo, que las canciones de críticas sociales sólo critican y no aportan ninguna solución). Como ya comentaba en algún anterior comentario, transgredir la realidad para crear un mundo extraño en el cual podamos olvidarnos de una realidad devastada: me gusta el surrealismo.


A ratos me gusta escribir incoherencias. Me gusta que las palabras salgan solas. Es bueno ser sofista por 2 segundos, es bueno estar enloquecido y que todos te lo recuerden a cada rato para seguir enloqueciendo aún más. Tal vez a través de esta serie de enunciados estoy transgrediendo el sistema lineal; tal vez alguien se pregunte qué he querido decir todo esto o tal vez alguien algún día lo analice y hasta establezca alguna variable científica que sólo pretendo regular lo que no se puede regular. Y claro que una obra de arte poseería esa autonomía inherente al transgredir un signo… el problema es entenderlo. Así mismo en la realidad cuando queremos transgredirla, creo necesario entender por qué la transgredimos: ¿qué es lo que está mal? Para poder mejorarlo, precisamente.

Tengo sueño, tengo frío, tengo ganas de hacer muchas cosas, pero no tengo fuerzas ya a esta hora. Busco significados, busco sonidos, tengo ganas de crear tantas historias, pero la musa parece querer irse a dormir. Tengo ganas de extrañarme de todo lo que parece tan vano para encontrar lo oculto que me quiere decir. A veces quiero transgredir todo, pero ese todo me transgredí a mí con sus imponentes obligaciones de las cuales no debo huir: sólo saldría perdiendo. Tal vez tengamos una vida para hacer una trasgresión significativa que sea útil para el mundo, de lo contrario, mejor quedarse en silencio sin arruinar más las cosas.

Y caí en el sofismo sin saber por qué, pero con la monotonía de alguna melodía extraña he logrado transgredir una realidad difícil de entender.