Hace unos cuantos meses, estuve buscando en la agenda del colegio, la que ocupaba el año pasado. Fue un tanto problemático el proceso, ya que cuando uno sale del colegio lo primero que quiere hacer es deshacerse de todas las cosas inservibles, y la agenda era una de ellas, aunque, de todos modos, la utilizaba para anotar todo. Un profesor decía que anotáramos las cosas que se hablaban en los consejos de curso, pero yo anotaba las fechas importantes y las evaluaciones… cosas de rutina. Pero, cuál era el principal motivo para mí, a casi un año de que me la hubiese entregado: encontrar una de las fechas más importantes del año pasado, el que, según Héctor, un gran amigo que conocí durante la enseñanza media, podría catalogarse como “Mi año”, de lo cual solía discrepar en el momento, puesto que uno piensa que todo debe ser siempre bueno, pero ahora que miro hacia atrás y he leído un poco más (bastante más, en realidad), me he aprendido a dar cuenta de que nunca puede haber felicidad si antes no ha habido cierta ansiedad y angustia. Ese será el precio de poder llegar a la plenitud, el haber aprendido de todas las experiencias que pasaron por nuestra vida, de las victorias y de las derrotas, sobre todo de las últimas.
Lo he repetido veinte mil veces y tal vez vuelva a hacerlo: me gusta la literatura desde que aprendí a escribir. No me pregunten por qué, simplemente, es algo propio que tengo, que nunca ha dejado de aparecer, de lo cual no me quiero desprender tampoco. Creo que comencé a escribir a los 7 años… y aún sigo haciéndolo. Y es la literatura en donde acostumbro proponer mis principales inquietudes, todas mis penas y las cosas que me pasan, algo así como un diario de vida, con historias que llevan a cabo otros personajes que, muchas veces, suelo ser yo. Es emocionante cuando alguien te dice que le gusta lo que has escrito, o que tu relato le llegó al alma.
Fue así como comencé a lanzarme en distintos concursos. Creo que el primero fue cuando estaba en 8vo básico y vivía en Punta Arenas. En ese entonces, correspondía hacer una composición con respecto a mi libro favorito. En ese entonces, hablé de Papelucho, un libro que todavía me agrada, un relato por el que siento algo así como cariño, puesto que fue el primer libro que leí (específicamente, Papelucho Misionero, de Marcela Paz). De algún modo, siento que fue el libro que me ingresó en este mundo, una gran idea de mi mamá el haberme hecho leerlo. No hubo premio, pero las ganas de continuar escribiendo continuaban.
Tiempo después, cuando ya estaba de vuelta en Valparaíso, en 2do medio, surge un concurso de poesía en mi colegio. Recordaba cuando un profesor en 1ero medio me había dicho que mi poesía no era buena, no me acuerdo bien por qué. Me daba miedo escribir, pero me arriesgué, siguiendo el consejo de un amigo. “La Magia de un amor” se llamaba, todavía lo recuerdo, y se viene a mi mente el escrito original que fue escrito al azar en un cuaderno que alguien había desechado, que resultó siendo uno de los cuadernos en que cultivaría este género. Fue aceptado, y tuve que leerlo. De algún modo, me sirvió para darme a conocer en el ámbito. Perdí el miedo, y comencé a escribir poesía, de lo cual nacerían 9 cuadernos en dos años.
Llegaba octubre y yo estaba en 3ero medio. Un anuncio por parte de mi profesora de Castellano, consistía en realizar un ensayo sobre Don Quijote de la Mancha. Lo escribí, y me esmeré… fui el día de la premiación y confieso que me deprimí al no recibir premio. No sé por qué, pero sentía un nudo enorme en la garganta, veía como que todo era postizo, tal vez de tristeza. Recuerdo que nació un poema de 10 páginas luego de eso, y lloré bastante estando en silencio.
Pasaron los meses, nunca he dejado de escribir. Me llega otro anuncio, esta vez, de un concurso de cuentos, en la UNAB. Igual estaba un poco resentido, ya que había sido en la misma institución en la que no había obtenido premio la vez anterior. “Se puede volar” nació como una autobiografía encubierta, un relato que pretende ser lo que me pasaría en el futuro, uno de los sueños más latentes que me ha perseguido desde siempre, que me sigue motivando a continuar en esto. En un momento lo escribí sin aspiraciones a ganar, resignado, sólo por enviarlo, en una de esas cosas de la vida podía pasar algo que me favoreciese. Fue una época del año en que me sentía pésimo, fueron de esos momentos típicos de la adolescencia en que por tu cabeza sólo pasan preguntas, inquietudes, interrogantes… respuestas: ninguna. Era un constante ir y venir de ideas, de tristeza, de desorientación. En ese momento no sabía bien hacia dónde iría mi camino, ahora tampoco lo sé a ciencia cierta, pero doy gracias de tener un poco más de cordura que el año pasado. Y “Se puede volar” me refleja un poco en eso, en mis miedos.
Fue una semana en que estaba a punto de colapsar, una semana en que lloré todos los días. Y llega un día mi profesora y me pregunta si me ha llegado algún anuncio desde la universidad: yo nulo, no tenía la más remota idea. Sigue su camino y hace la clase sin referirse al tema. Luego me topo con mi profesor jefe en el recreo y me hace un comentario respecto al anuncio que había llegado al colegio. Llegué a mi casa, y estaban como sonrientes: “Te llamaron por teléfono, les dije que los ibas a llamar cuando llegaras”. Llamé. Me contaron lo ocurrido, me felicitaron. Pasó otra semana. Día jueves 22 de junio de 2006, ansiedad y nerviosismo a flor de piel. Llegan mi papá al colegio como a las 16.30. Partimos al Sporting Club de Viña, en donde sería la premiación. Llegué tarde, estaba todo lleno, y me tuve que quedar parado al final. Quienes me acompañaron ese día se habrán dado cuenta de que mi pulso estaba muy alto, creo que hasta estaba pálido. Me da risa recordarlo. Llaman los lugares que correspondieron a menciones honrosas. Eran 20, y yo esperaba escuchar mi nombre entre ésos. Se acabaron las menciones honrosas, ahora quedaban los lugares. No sabía cómo reaccionar. Sabía que me podrían llamar en cualquier momento. Mencionan el 3er lugar, y escucho mi nombre y el de mi cuento. Recuerdo a mis amigos que estaban cerca felicitándome, y abriéndome paso entre toda la gente para que pudiera avanzar hacia delante. Me costó salir, y me demoré en llegar, era como esos lapsos en que la gente empieza a pifiar, pero no sucedió así jajaja. Caminar en ese pasillo en el que todo el mundo me observaba fue algo extraño, creo que tiritaba, pero el orgullo me llenaba. Llegué adelante y me entregaron el premio. Lo típico, el abrazo, la foto, y de regreso a tu lugar. Escuchar aplausos de todos y verte envuelto en un momento de gloria te causa demasiada emoción, incluso al recordarlo. Me encuentro de regreso con mis amigos, que nuevamente me felicitan. Nombran los dos otros lugares, y luego se acaba la ceremonia. El saludo de mis otros amigos y el ánimo que todos te dan siempre. Me acuerdo del saludo de Christian Osorio: “Felicitaciones, pero debió haber sido el 1er lugar” jaja.
22 de junio de 2006, una fecha que quedó marcada para siempre en esa agenda que estuvo a punto de olvidar sin dejar marcada aquella fecha en el historial de mi vida. 1 año ya desde aquella hermosa fecha, desde que una luz me dijo que el camino que estaba emprendiendo era correcto, que mi amor por la literatura no significaba algo vano, sino que tenía un sentido trascendental. Sí, los sueños tardan en concretarse, tardan en llegar a puerto para que podamos disfrutar de la bahía y de su gente al momento de arribar. Sí, los sueños tardan en llegar, pero, de a poco, comienzan a manifestarse los indicios y las señales que debemos seguir. No sólo es el hecho de haber obtenido un bien material que ahora cuido como el gran tesoro que significa para mí, no tanto por el valor sino por el hecho de las circunstancias en que llegó a mi poder. Creo que ha sido fundamental para mí ese reconocimiento, sobre todo en ese momento en que no sabía hacia dónde huir de mi propia vida, de mis temores, ahí me di cuenta de que tenía una gran forma de escape que no sólo me servía a mí, sino que podía serle útil a los demás. Es una de las escenas que jamás podré olvidar.
“Se puede volar” de momento es un cuento, pero, ¿podría volverse una realidad?
“-…Y aquí estoy, leyéndoles mi historia. La vida es tan loca… -concluía Rodrigo su discurso.
-Lea algo de su libro… -dijo un periodista.
-Está bien: “Cuando ella se acercó a su regazo y él la miró con pasión, no tuvo otra alternativa que decirle lo que ella sentía por él. Ya era tiempo de que ambos soñaran en el mismo mundo que los unía. Abrieron sus alas y emprendieron el vuelo. A pesar de todas sus limitaciones físicas y defectos, a pesar de sus temores y de lo que les decían, nada impidió que volaran por el cielo, volaran alto como las aves. Él la convenció de que se puede volar…”
Los aplausos llenaron la sala, y el beso de Natalia hicieron que su sueño al fin se viera concreto. “
Lo he repetido veinte mil veces y tal vez vuelva a hacerlo: me gusta la literatura desde que aprendí a escribir. No me pregunten por qué, simplemente, es algo propio que tengo, que nunca ha dejado de aparecer, de lo cual no me quiero desprender tampoco. Creo que comencé a escribir a los 7 años… y aún sigo haciéndolo. Y es la literatura en donde acostumbro proponer mis principales inquietudes, todas mis penas y las cosas que me pasan, algo así como un diario de vida, con historias que llevan a cabo otros personajes que, muchas veces, suelo ser yo. Es emocionante cuando alguien te dice que le gusta lo que has escrito, o que tu relato le llegó al alma.
Fue así como comencé a lanzarme en distintos concursos. Creo que el primero fue cuando estaba en 8vo básico y vivía en Punta Arenas. En ese entonces, correspondía hacer una composición con respecto a mi libro favorito. En ese entonces, hablé de Papelucho, un libro que todavía me agrada, un relato por el que siento algo así como cariño, puesto que fue el primer libro que leí (específicamente, Papelucho Misionero, de Marcela Paz). De algún modo, siento que fue el libro que me ingresó en este mundo, una gran idea de mi mamá el haberme hecho leerlo. No hubo premio, pero las ganas de continuar escribiendo continuaban.
Tiempo después, cuando ya estaba de vuelta en Valparaíso, en 2do medio, surge un concurso de poesía en mi colegio. Recordaba cuando un profesor en 1ero medio me había dicho que mi poesía no era buena, no me acuerdo bien por qué. Me daba miedo escribir, pero me arriesgué, siguiendo el consejo de un amigo. “La Magia de un amor” se llamaba, todavía lo recuerdo, y se viene a mi mente el escrito original que fue escrito al azar en un cuaderno que alguien había desechado, que resultó siendo uno de los cuadernos en que cultivaría este género. Fue aceptado, y tuve que leerlo. De algún modo, me sirvió para darme a conocer en el ámbito. Perdí el miedo, y comencé a escribir poesía, de lo cual nacerían 9 cuadernos en dos años.
Llegaba octubre y yo estaba en 3ero medio. Un anuncio por parte de mi profesora de Castellano, consistía en realizar un ensayo sobre Don Quijote de la Mancha. Lo escribí, y me esmeré… fui el día de la premiación y confieso que me deprimí al no recibir premio. No sé por qué, pero sentía un nudo enorme en la garganta, veía como que todo era postizo, tal vez de tristeza. Recuerdo que nació un poema de 10 páginas luego de eso, y lloré bastante estando en silencio.
Pasaron los meses, nunca he dejado de escribir. Me llega otro anuncio, esta vez, de un concurso de cuentos, en la UNAB. Igual estaba un poco resentido, ya que había sido en la misma institución en la que no había obtenido premio la vez anterior. “Se puede volar” nació como una autobiografía encubierta, un relato que pretende ser lo que me pasaría en el futuro, uno de los sueños más latentes que me ha perseguido desde siempre, que me sigue motivando a continuar en esto. En un momento lo escribí sin aspiraciones a ganar, resignado, sólo por enviarlo, en una de esas cosas de la vida podía pasar algo que me favoreciese. Fue una época del año en que me sentía pésimo, fueron de esos momentos típicos de la adolescencia en que por tu cabeza sólo pasan preguntas, inquietudes, interrogantes… respuestas: ninguna. Era un constante ir y venir de ideas, de tristeza, de desorientación. En ese momento no sabía bien hacia dónde iría mi camino, ahora tampoco lo sé a ciencia cierta, pero doy gracias de tener un poco más de cordura que el año pasado. Y “Se puede volar” me refleja un poco en eso, en mis miedos.
Fue una semana en que estaba a punto de colapsar, una semana en que lloré todos los días. Y llega un día mi profesora y me pregunta si me ha llegado algún anuncio desde la universidad: yo nulo, no tenía la más remota idea. Sigue su camino y hace la clase sin referirse al tema. Luego me topo con mi profesor jefe en el recreo y me hace un comentario respecto al anuncio que había llegado al colegio. Llegué a mi casa, y estaban como sonrientes: “Te llamaron por teléfono, les dije que los ibas a llamar cuando llegaras”. Llamé. Me contaron lo ocurrido, me felicitaron. Pasó otra semana. Día jueves 22 de junio de 2006, ansiedad y nerviosismo a flor de piel. Llegan mi papá al colegio como a las 16.30. Partimos al Sporting Club de Viña, en donde sería la premiación. Llegué tarde, estaba todo lleno, y me tuve que quedar parado al final. Quienes me acompañaron ese día se habrán dado cuenta de que mi pulso estaba muy alto, creo que hasta estaba pálido. Me da risa recordarlo. Llaman los lugares que correspondieron a menciones honrosas. Eran 20, y yo esperaba escuchar mi nombre entre ésos. Se acabaron las menciones honrosas, ahora quedaban los lugares. No sabía cómo reaccionar. Sabía que me podrían llamar en cualquier momento. Mencionan el 3er lugar, y escucho mi nombre y el de mi cuento. Recuerdo a mis amigos que estaban cerca felicitándome, y abriéndome paso entre toda la gente para que pudiera avanzar hacia delante. Me costó salir, y me demoré en llegar, era como esos lapsos en que la gente empieza a pifiar, pero no sucedió así jajaja. Caminar en ese pasillo en el que todo el mundo me observaba fue algo extraño, creo que tiritaba, pero el orgullo me llenaba. Llegué adelante y me entregaron el premio. Lo típico, el abrazo, la foto, y de regreso a tu lugar. Escuchar aplausos de todos y verte envuelto en un momento de gloria te causa demasiada emoción, incluso al recordarlo. Me encuentro de regreso con mis amigos, que nuevamente me felicitan. Nombran los dos otros lugares, y luego se acaba la ceremonia. El saludo de mis otros amigos y el ánimo que todos te dan siempre. Me acuerdo del saludo de Christian Osorio: “Felicitaciones, pero debió haber sido el 1er lugar” jaja.
22 de junio de 2006, una fecha que quedó marcada para siempre en esa agenda que estuvo a punto de olvidar sin dejar marcada aquella fecha en el historial de mi vida. 1 año ya desde aquella hermosa fecha, desde que una luz me dijo que el camino que estaba emprendiendo era correcto, que mi amor por la literatura no significaba algo vano, sino que tenía un sentido trascendental. Sí, los sueños tardan en concretarse, tardan en llegar a puerto para que podamos disfrutar de la bahía y de su gente al momento de arribar. Sí, los sueños tardan en llegar, pero, de a poco, comienzan a manifestarse los indicios y las señales que debemos seguir. No sólo es el hecho de haber obtenido un bien material que ahora cuido como el gran tesoro que significa para mí, no tanto por el valor sino por el hecho de las circunstancias en que llegó a mi poder. Creo que ha sido fundamental para mí ese reconocimiento, sobre todo en ese momento en que no sabía hacia dónde huir de mi propia vida, de mis temores, ahí me di cuenta de que tenía una gran forma de escape que no sólo me servía a mí, sino que podía serle útil a los demás. Es una de las escenas que jamás podré olvidar.
“Se puede volar” de momento es un cuento, pero, ¿podría volverse una realidad?
“-…Y aquí estoy, leyéndoles mi historia. La vida es tan loca… -concluía Rodrigo su discurso.
-Lea algo de su libro… -dijo un periodista.
-Está bien: “Cuando ella se acercó a su regazo y él la miró con pasión, no tuvo otra alternativa que decirle lo que ella sentía por él. Ya era tiempo de que ambos soñaran en el mismo mundo que los unía. Abrieron sus alas y emprendieron el vuelo. A pesar de todas sus limitaciones físicas y defectos, a pesar de sus temores y de lo que les decían, nada impidió que volaran por el cielo, volaran alto como las aves. Él la convenció de que se puede volar…”
Los aplausos llenaron la sala, y el beso de Natalia hicieron que su sueño al fin se viera concreto. “