Es tanto lo que hay que hacer, que a veces se me olvida escribir. Es tanto el agotamiento, que a veces se me olvida respirar. Es tanto, tanto... que no sé, que me cuesta pensar, que me cuesta existir. Es tan simple dejarse llevar por la corriente y desaparecer, pero mi instinto de supervivencia me lo impide: me insta a seguir atento, a no parpadear, a seguir deseando algo diferente. ¿Por qué, simplemente, no me puedo resignar? Sería más fácil, ser uno más de tantos otros que hacen lo mismo y no lo piensan. Sí, el problema está en pensar y descubrir lo que realmente pasa, porque te induce a buscar una salida. ¿Por qué salir, si todo es tan estable y tan seguro? ¿Cómo hacerles entender que eres más que eso? A veces no vale la pena, es perder energía de manera innecesaria. Tienes tantas cosas que hacer, tu cerebro puede funcionar mejor en otra cosa que realmente lo valga.
Ante todo, nunca dejar de existir ni convertirse en una máquina. Nunca perder el confianza de que algo sucederá, alguna señal que señale el camino. No puedo permanecer sentado esperando una llamada que no sé si va a llegar. ¿Cómo emitir las señales de humo para que me vean desde el mar?
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