Hacía algún tiempo reclamaba que el tiempo estaba extraño y que a esta fecha ya debía de hacer frío, pues bien, parece que al fin llegó el otoño con ese frío tan típico del valle, ese del cual tenia recuerdos por más de diez años viviendo acá en Quilpué. Claramente, un año viviendo en Valparaíso hace que uno pierda cierto grado de costumbre, como cuando llegamos la noche del 30 de abril y el frío del ambiente parecía el de un refrigerador. Ahora que estamos de regreso al invierno entre pequeñas montañas, el color del mundo parece ser diferente, como si tuviese un filtro de color azul, gélido, con cristales de hielo volando por los aires. ¿Dónde está mi gorro? Lo he buscado por todas partes y comienzo a resignarme de que el "I love London" no podría pasear por la calles durante este invierno.
Volvió la lluvia hace unos días y con ello, mi afición a cocinar cosas no-saludables. Volvieron las sopaipillas -esas que aprendí a hacer en España y que no hacía desde el 2010... wow- en un día muy húmedo en que esperábamos temperaturas casi bajo cero que, afortunadamente, aún no han llegado, pero todo dice que no se harán esperar mucho más. Ya no sé cuántas capas de ropa ponerme. Cerrar las ventanas temprano, mirar el cielo que se oscurece mucho antes de las siete de la tarde. Abrigarse y salir a observar el invierno que ya viene, esa creo que es la opción que me gusta más.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario