Las huellas en la arena se perdían en el horizonte: ese camino incierto, confundiéndose con la oscuridad de la penumbra, con las luces de las estrellas que se esparcían por el cielo. El paso del tiempo solía ser como un segundo o como una hora, daba igual. La espuma llegaba a sus pies mientras observaba las luces que iban y venían por las calles: todo el mundo acelerado y su interior tan quieto, tan sereno. Muchas veces, tan ajeno.
Y, en el fondo, las luces se encendían hasta la infinidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario