domingo, 29 de junio de 2014

Abrir los ojos

Abrir los ojos y ensimismarme.
Abrir los ojos y desaparecer.
Perderme en el horizonte venidero
que comienza allá en la espuma,
que comienza allá en las nubes.
Volar a lo lejos y transformarme,
pasar a ser viento, fuego, aire y agua.

Volver a un estado elemental,
volver a ser semilla,
volver a creer.

Volar y tener energía,
abrir las alas... soñar.


 Fotografía: Estación Belloto, Quilpué.

miércoles, 25 de junio de 2014

Mi Nombre Es

La televisión es asombrosa, quizá ese sea el motivo de que tantos alucinen y puedan pasar toda su vida -prácticamente- observando los contenidos que les entregan los diferentes programas y estaciones televisivas. Esa fue la premisa con la cual contaban al momento de aceptar la invitación que hicieron al colegio para asistir al programa "Mi nombre es" de Canal 13, el cual fue grabado durante una extensa y agotadora jornada, donde fuimos invitados como público. Genial, estar en la tele, el sueño de cualquiera. 

Salimos a eso de las 10.30 de la mañana para llegar a los estudios de Canal 13 a eso de las 13.00 hrs. El bus, no sé por qué, se fue a la vuelta de la rueda, pero lo importante es que todos llegamos sanos y salvos, aunque un poco averiados producto del aire acondicionado. La recepción no pudo ser menos que acelerada: vaya al baño rápidamente e ingrese al set que ya vamos a empezar a grabar. Todo pauteado, todo estrictamente en orden: nada real. Quedé bien desilusionado al darme cuenta de que la magia que plantea la televisión es una farsa, comenzando con un estudio que era realmente pequeño. Si bien, era algo que ya asumía como tal, fue lamentable tener que comprobarlo en vivo y en directo, sobre todo cuando estás cansado y quieres puro llegar a tu casa a dormir. No veo el programa y creo que tampoco lo veré, salvo que llegue a ser comentario de todos y tenga que saber de qué hablan. 

Yo pensaba que era como el teatro, en que, claramente, todo se ordena y existe esa ansiedad de que todo salga bien, pero en tiempo real. Creo que una de las cosas que se pierde con la grabación, es la ansiedad de estar haciéndolo todo en tiempo real, donde cualquier error tiene que ser sobrellevado de forma que nadie se entere o que pase piola. Todavía me duelen las manos de tanto aplaudir y creo que he hablado poco para cuidar la garganta... y eso que soy profe y se supone que estoy preparado para gritar. Ah, no, de veras que los profesores nunca gritamos en clase porque nuestros alumnos son participativos y hacen la clase sola, además que siempre tienen intenciones de escucharte. Pucha, que soy mal hablado. Los asientos no eran del todo cómodos y la productora que nos llevó, nos entregó dos panes con queso y jamonada... ¡jamonada! Se pasaron, además de bebidas alternativas... para estar encerrado todo el día. De haber sabido eso, creo que lo debían haber reconsiderado. 

En cuanto al programa en sí, me sorprendió ver a gente realmente talentosa. Eso destaco, además de haber visto de cerca a Nicole, aunque me quedé con las ganas de tomar la foto, porque uno de los encargados me lo impidió, pese a que ella había dicho que sí. En fin. Llegué cerca de la 1 de la madrugada a mi casa y estimo que hoy no llegaría mucha gente al colegio. Lo bueno es que entré más tarde, pero el cansancio no me lo quita nadie. 

Concluyo en mi desilusión respecto a la fantasía presentada en la televisión, donde todo lo perfecto está realmente pauteado. Es extraño que a veces busquemos esa perfección planteada por los mundos de la televisión.





Fotografía: Set de "Mi Nombre Es" de Canal 13, Providencia, Santiago. 

martes, 17 de junio de 2014

¿Qué pasó?

Puedo decir que esta semana empecé desmotivado, pese a que ya estamos a martes y el tiempo se me está pasando considerablemente rápido. Realmente, preferiría que el tiempo fuese un poco más lento y no estar viviendo en función del próximo fin de semana o de las vacaciones, sino más bien en un estado de tranquilidad permanente. Esta situación anhelada, claramente, no existe en estos momentos y si en algo se acerca, esta ilusión dura poco. Es claro: no quiero estar aquí. Me da miedo a veces pensar que puedo pasar toda la vida pensando lo mismo sin saber cómo huir, pero es claro que no hay caso. No me gusta, no sirvo, no quiero. No tengo la suficiente paciencia para responder veinte veces la misma pregunta estúpida, no tengo la fortaleza para aguantar hacer el ridículo, no tengo el tiempo para perderlo en "plantar una supuesta semilla" que no sé si quiero esperar a que dé fruto. ¿Será un problema de impaciencia, de querer ver todo ahora ya? ¿Será un problema de valoración? Será un problema de que realmente mi horizonte es otro y que el medio me hace sentir alejado. 

Se debe a que cada vez con más claridad la necesidad de huir, lo más rápido posible y cuánto más lejos, mejor. El tema es que no sé cómo, qué hacer. Asumo que me estoy acostumbrando a la mediocridad de un estado que parece bastante -valga la redundancia- estable, sin grandes riesgos y con un imaginario colectivo relacionado a una serie de falsos beneficios. Beneficios que no superan los daños, claro está. ¿Para qué nacemos con dones si estos no sirven en este mundo? Si no son valorados como corresponde. ¿Para qué soñé con ser alguien que no estoy siendo? Siento que es el momento en que más quiero desaparecer, alienarme... convertir esa frustración en un mundo nuevo. ¿Qué pasó en el camino, qué fue lo que hicimos mal? Todo perfecto, "buenos" contactos, buena carrera, proyecciones miles... ¿y todo eso para qué? ¡Para nada! Para acabar encerrado entre cuatro paredes, muchas veces mal pintadas, luchando porque alguien meta en su cabeza algo que ni siquiera sé si es funcional. Que lamentable es ver cómo he perdido la fe en tan poco tiempo. No sé si pueda recuperarla, no sé si quiero. ¿Por qué algunos sí, por qué yo no?

Vuelvo a sentir la confusión adolescente que me motiva a escapar y perderme. Si la vida es difícil será por algo: algo que aprender, algo que descubrir. Cuando lo acabe de descubrir... ¿podré dar el paso hacia un estado mejor?

jueves, 12 de junio de 2014

Luces

El vaivén de las olas se convierte en un silencioso masaje para los pies, aferrados a las maderas de ensueño que se han aclimatado para la ocasión. A simple vista, nadie observa el movimiento: las sombras se mueven de forma tan cuidadosa que todo parece inexistente. Las olas a lo lejos se esconden, revientan en un playa solitaria, casi fantasmal. Y en eso, a veces recordaba sus extrañas intenciones, un tanto impulsivas, de lanzarse a las aguas para capear esos 30 y tantos grados que le hacían querer desprenderse de la ropa. ¿Por qué estaba prohibido sumergirse en esas aguas, si estaban a vista y paciencia de todos? Le importaba un comino si chocaba con una lancha.

En medio del vaivén, la respiración acelerada llegó a un punto terrible, casi fatal. Se detuvo en un grito y en la tensión de cuerpos que lentamente se volvían a relajar. Las luces de Venecia iluminaban el horizonte.


Fotografía: Venecia (junio 2010), Italia.

martes, 10 de junio de 2014

Enumeración de sensaciones

La misma nostalgia al ver un espacio que no sé si es cierto. El mismo silencio en una caminata fantasmagórica y difusa, donde las formas cambian y los colores desaparecen. Gamas de luces, sonidos desconocidos, historias que te observan como transeúnte desde los balcones donde cuelgan la ropa que quieren secar. Cuelgan las vidas, cuelgan los cuerpos, cuelgan también las almas que nacen con cada nueva palabra que escribimos casi al azar.

Vuelvo a transitar por una amplia avenida solitaria. Vuelvo a descubrirme en un mundo al cual pertenecí hace siglos atrás, vuelvo a sentirme perdido, vuelvo a encontrar unas cuantas respuestas. Y escapo, pero regreso; vuelo, pero me escondo. Es que las máscaras tarde o temprano se desarman y las ropas comienzan a ceder con el paso del tiempo. Los espectros bailan en la borrachera de anoche, las sombras se pintan de destellos, de musicalización. 

Me confundo. Sé que ya he soñado con esto, pero no sé lo que va a pasar. 

lunes, 9 de junio de 2014

Escribir

Cerrar los ojos y descubrir que estás flotando en medio de la nada, que eres tan suave como la espuma, que eres tan liviano como una nube. Cerrar los ojos y descubrir que estás despierto, que nada es lo que parece, que sonríes cuando a veces crees estar muerto. Sonreír, asentir, pensar que todo sigue siendo una ruleta que nunca acaba, soñar con ese futuro que no sabes si existe. La ansiedad de no saber qué es lo que sucederá, la angustia de querer tener todo en este momento, el temor de ver que las cifras descienden y la esperanza que se niega a dormir. 

Lo que quiero es escribir. Eso.

miércoles, 4 de junio de 2014

Adición

No hay día en que no me cuestione el porqué. Y sigo sin respuestas. A veces me despierto en medio de la noche, corriendo por calles húmedas en busca de algo que no descubro. Se me pierde el sentido, me confundo, me deprimo. Yo me silencio, pero mi cuerpo, no. Y quisiera decir tantas cosas para dejar que mi conciencia corriera loca por un 
caudal incontrolable de puntuación incierta que no se entiende ni aparece en ninguna parte y la lógica y la ilógica y el silencio y las imágenes y las frases y los sueños y las tantas y que no sé dónde van a llegar.
Sigo buscando, sigo soñando, sigo caminando.


Fotografía: Avda Freire, Quilpué

domingo, 1 de junio de 2014

Sueños

Soñé que me dolía tan fuerte un oído que me desmayaba. Soñé que tenía conciencia del golpe, pero que seguía inmóvil y en ese estado era capaz de percibir todo lo que sucedía. Todo se veía en vertical, de acuerdo a la perspectiva en la cual me encontraba. Tumbado en el suelo pensaba en la vida, en el paso del tiempo, en el estrés, en ese derroche de energía que a diario utilizaba en la creación de un arma que no tenía mayor utilidad que la destrucción. ¡Destrucción, destrucción por diversión! Mejor dicho, para tapar la decepción.

Soñé con gente que no veía desde hacía mucho tiempo, cuyas apariciones eran en realidad una forma de estorbar. Soñé que esas miradas olvidadas querían recordarme situaciones que otrora añoraba, pero que ahora estaba feliz de no haber logrado. Soñé que les demostraba mi felicidad y era una sensación tan agradable de ver que se negaban a ver que eso era cierto. Soñé que sus siluetas llegaban para colgarse de mi éxito, pero que no les resultaba. 

Soñé con ascensores que colgaban de cables tiritones, soñé con estaciones olvidadas, soñé con lluvia, con edificiones en construcción. Soñé, sobretodo soñé. Eso es lo que más importa.