Una de las cosas que me gusta del invierno es la lluvia y despertarme por el ruido del agua golpeando el techo es una manera bastante agradable de salir del sueño: debe de haber sido algo así como las 4 de la mañana cuando me enteré de que las nubes ya dejaban caer su contenido sobre Valparaíso. A las 7.30 de la mañana me encontré con la calle Condell cubierta de posas y las gotas salpicaban haciendo atractivas ondas en las lagunas que se formaban en cada esquina: llegar al trabajo era como las historias de gente del sur, que tiene que cruzar verdaderos ríos para poder estar en un lugar. Guillermo Rivera estaba convertida en un torrente caudaloso que arrastraba, desgraciadamente, algunos restos de basura que la gente inculta no se digna a arrojar en los basureros.
Me gusta la lluvia, creo que lo he dicho en más de alguna ocasión, pese a que la humedad pueda traer consigo algún resfriado. Me agrada ver que la ciudad se llene de líquido, porque dicen que el agua es vida, además que sirve para limpiar el aire de las posibles alergias. Aunque todo me parece tan extraño después de haber tenido un día lunes con 25º C (la temperatura más alta registrada en agosto, en los últimos 100 años) y ahora con lluvia. Sabía que la asistencia iba a ser baja, porque la lluvia no era tan débil como me imaginé que iba a ser: el mayor grupo fue de 12 alumnos (de un total de 46), por lo que era muy poco lo que se podía hacer. Al final, me dediqué a ver películas toda la mañana y creo que pasé un rato muy agradable. Me sorprende que sea día miércoles y mi voz se mantenga muy bien cuidada, cosa poco común para mí en el último tiempol.
¿Cuándo volverá a llover otra vez? Creo que el agua me ha traído muy buenas vibras.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario