Hace 2 meses que llegué de regreso a mi tierra, a mi gente. Relatar mi viaje de regreso no está exento de situaciones dignas de contar. Desde la partida definitiva de Albacete, el 10 de julio a las 3 de la mañana, las maletas miles que no sabíamos cómo ibamos a llevar -con un chofer que quería que pagásemos un pasaje extra-, la despedida de la gente con quien compartiste todo ese tiempo, la última mirada a las luces de la ciudad que ahora pare
Sentados en la Estación de Autobuses de Albacete, aún no comprendía de que me estaba yendo. No quería mirar atrás, no quería ver que a mis espaldas se quedaban muchas de las historias más divertidas de mi vida. Solo cuando me subí al bus, comprendí de que me estaba yendo de Albacete, para siempre, pues, aunque vuelva, Albacete ya no volverá a ser lo que yo tuve. El bus se alejaba de la ciudad mientras yo miraba las luces, mientras el monitor indicaba que aún había 21º C. Dormí, resignado a partir, mentalizándome en el regreso a la realidad que estaba próximo. Desperté en Madrid, en la Estación Méndez Álvaro, lugar que me vio tantas veces llegar de los distintos viajes. Nunca olvidaré la primera vez que vi esa estación, con frío invernal y copos de nieve dándome la bienvenida al invierno europeo, el 27 de enero. Llegamos al Aeropuerto y la lucha con las maletas acabó cuando encontramos los carros para poder transportarlas, fue una gran solución.
El aeropuerto fue otra de las escenas que no entendía; el silencio, el sueño de una noche casi sin dormir en el bus, ver a Mariana por última vez. Me costaba creer de que, efectivamente, estaba sucediendo: todo acababa en ese momento, el viaje, el sueño. Era casi mediodía cuando ocurrió una de las situaciones que temí: despedirme de ella, con un enorme abrazo y un interminable llanto, queriendo que ese momento no estuviese sucediendo, que al día siguiente abriría los ojos y me daría cuenta de que todo era un sueño, que todos estaríamos nuevamente de tapas en el Atocha o en 'Tu caña y tu tapa', o en las Tascas.
Me quedé solo, triste, con lentes oscuros escondido en las tuberías subterráneas del Metro de Madrid, línea 8. Llorando, audífonos y música, queriendo no ser visto... 37º C en Madrid centro. Buscando un libro y comiendo comida chilena en 'El Regreso del Winnipeg Chile", me pasé toda la tarde. Fue extraño encontrarse con comida y ambiente chileno en pleno Madrid, regresando lentamente a mi mundo. Regresé al aeropuerto, me encontré con el festejo de los españoles que viajaban a ver la final del mundial a Johanesburgo, Sudáfrica. Yo regresaba a casa. Me subí al avión a eso de las 9 de la noche, sin mirar atrás; creo que ya sentía que todo lo que debía suceder, ya había sucedido y ahora quedaba sonreír. Escribí unas cuantas líneas y luego subí. Disfruté al máximo mis últimos instantes en suelo español, hasta que el avión despegó y, definitivamente, supe que ya regresaba a casa. Me encantó ver Lisboa iluminada de noche, mientras escuchaba 'Forever Young'. Sí, Europa seguirá siendo siempre joven, siempre con esos recuerdos que querré volver a resucitar.
Se inició un nuevo presente, renovado, con mucha energía de continuar y vivir. Porque, ¿para qué es la vida? ¡Para sentir con todo el cuerpo!
2 comentarios:
La frase "Vi por última vez a Mariana" no me gustó... sabemos que no será la última!!!
Despertar juntos de este sueño fue la mejor manera de terminarlo... juntos, como vivimos tantos momentos, juntos como amanecimos tantas veces. Siempre agradeceré a la vida ponernos en el mismo camino y le agradeceré más el día que nos volvamos a ver... No puedo odiar un país que me dio tanto... Un millón de besos...
Increíble experiencia la tuya :)
Me hiciste llorar (pero es sábado y llueve en el sur, es fácil emocionarse)
Un abrazo
PD: Me encantó la frase de Narnia: "Despertar juntos de este sueño fue la mejor manera de terminarlo"
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