El olor a asado, el ruido de las paredes vibrando por el ruido de alguna cueca que tocan en la casa de al lado y los primeros síntomas de indigestión luego del consumo excesivo de calorías (cada empanada tiene, algo así, como 300 o 400 calorías… no quiero ni pensar cuántas voy a comer durante estas fechas) parecen ser lo que me motivan a hacer este nuevo comentario y, lo digo, cumplir mi necesidad de escribir algunas líneas para no sentir que mi blog ha quedado abandonado. Qué complicado me resulta pensar en que tengo que estudiar para una prueba que tendré el lunes –sí, justo después del carrete dieciochero y todas las consecuencias de ello- y no sólo eso, sino que también anda dando vueltas en mi cabeza la redacción de el “lema personal” para un ramo de psicología y uno que otro taller. ¿Acaso los profesores no piensan en las fiestas? ¿Acaso no se van a pegar su “rayuela corta” y su buena comilona hasta reventar? Bien deberían recordar que no hay ningún ánimo de trabajar luego de pasarlo tan bien en una fecha destinada para ello y en la que, desgraciadamente, muchas veces hemos de ver algunos excesos que ya se han convertido en una parte más del festejo.
Inevitablemente, al pensar en esta festividad de dos días seguidos en que celebramos la primera junta de gobierno –me da risa cuando entrevistan a la gente y dice, con mucha fe en sus palabras, que estamos celebrando la independencia de Chile… no me extraña que, dentro de poco sean los pokemones, en su constante incultura, me salgan con una respuesta de que se celebra alguna cosa como el ponceo fondero o no sé qué, la libertad da para todo- me recuerdo, también, celebraciones anteriores. Con el tiempo, confieso que he pasado de una celebración inocente de niño pequeño a una celebración cada vez más distorsionada. Del clásico asadito en casa comiendo como cerdos hasta reventar, sin una gota de alcohol (porque eso era de grandes) y con invitados de los papás en que uno tiene que “hacerse amigo” de los hijos de los amigos de tus papás -aunque no tengas nada en común con ellos-; a celebraciones en que lo que menos hay es carne en la parrilla y la prioridad en el consumo es el alcohol (ahora sí, ahora soy “grande”). Recuerdo una de las mejores celebraciones inocentes cuando estaba en Punta Arenas (no había nieve ni nada de eso, aunque igual se pegaba sus nevadas cercanas a esa fecha). Y este recuerdo me trajo de golpe a la actualidad con ese sentimiento de “se me cayó el carné” y la planificación de qué es lo que se hará este 18, con el constante murmullo del fantasma que “sabe lo que hiciste el 18 pasado” y con la disposición de repetirlo.
Y el mismo hecho de la simple y aparentemente vana celebración del 18 es que me he dado cuenta que, poco a poco, me he ido independizando de mi familia. No, no, tampoco voy a ser un patudo que diga que soy libre, porque todavía pido plata a mis padres y sería una aberración de mi parte decirme independiente mientras ellos me mantienen. Pero resulta que antes dependía de lo que ellos dijeran para saber qué era lo que iba a hacer y eso sucedía hasta no mucho: tengo recuerdo de cómo 3 años en que ya he salido y he celebrado en otros ambientes (no quiere decir que los anteriores haya bebido tanto que no lo recuerde, pues mi carrera etílica lleva no más de 2 años jajaja). No sé qué es lo que será el próximo año, pero no es el momento de pensarlo… así como mucho pensar en el año nuevo que parece llegar de la mano con las empanadas de pino (prefiero las de queso en todo caso, pero tampoco lo hago mal empachándome de todos los kilos que durante octubre intentaré disminuir para lucir bien el verano… es patético, pero suele sucederme jaja).
Ahora me preparo para las actividades en las que –he de confesar que no me caracterizo por ser muy patriótico en mis costumbres- lo que menos tengo planeado es bailar un “pie de cueca”. Soy una vergüenza de chileno que no sabe bailar la danza nacional, pero tampoco es un problema tan grave puesto que creo que habemos varios en la misma situación ¿o me equivoco? Es cosa de recordar a Lagos Weber hace dos años en que era vocero de gobierno, cuando dio lástima con su cueca extravagantemente moderna y actualizada. Ya, ya, tampoco lo pelo tanto si el tipo igual se revindicó de acuerdo a lo que mostraron en las noticias. Beber, comer, beber, comer, beber y seguir comiendo para luego aventurarse a carretear donde jamás piensas. Sí, eso describe mi futura celebración dieciochera: aventura.
Tiki tiki ti…
Abrir los ojos una y otra vez, con la intención de que el sueño no acabe y de que pueda volver a renacer, quizás. Tener la dificultad de despegar los párpados y querer seguir durmiendo abrazado a un presente sonriente y a una mirada que te escudriña en la oscuridad.
jueves, 18 de septiembre de 2008
Tiki tiki tí
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