jueves, 11 de septiembre de 2008

Primavera

No tengo razones para nada, pero muchas cosas suceden de improviso cuando pasan los días y pretendo entenderlas. Tan sólo una semana y en un día mis ojos señalan el cansancio de todo un año casi sin respiros, tan sólo un nuevo mes y mis pensamientos vuelven a dar vueltas en un espiral interminable… otra vez. ¿De dónde vienen los motivos de estas nuevas constelaciones: del giro pragmático, del giro cognitivo, de Copérnico, de Saussure, de Maturana y Varela o tal vez de Parodi? “Sólo sé que nada sé” me respondería un cliché que a veces es útil y otras veces sólo se concibe como una suma del cúmulo de pensamientos deprimentes que pretenden levantar un poco el ánimo… sólo sé que el sol comienza a aparecer un poco más temprano sobre mis hombros y nuevamente mi sombra me dice que no estoy solo, que la época oscura parece alejarse. ¿Alejarse? Más bien, reprimirse hasta que llegue otro momento en que se manifiesta con su asfixiante voracidad.

Y me vienen tantos recuerdos mientras dilucido los nuevos pasos que debo seguir: como siempre, el afán de un ser humano “cuadrado” como yo es mantener todo controlado, supuestamente con la intención de evitar cometer los mismos errores de tiempos pasados. Pero, inevitablemente, volvemos a caer, volvemos a creer en ilusiones que lentamente se rompen sin querer, pero esa sensación de angustia agrada hasta un punto que cuesta imaginar. Tal vez comience a manifestarse el problema del “mito personal” ahora que me resigno a no haber alcanzado entrada para ir a ver a Madonna y la idea de verla desde galería me haga retroceder en el intento, tal vez nuevamente el polen de las flores que vuela por los aires me haga estornudar y produzca la molesta irritación en los ojos de años anteriores con el consecuente sentimiento de reencantamiento por los encantos femeninos que caminan en una vía muy cercana a la mía: ese encanto con el que sueño y que algún día espero poder abrazar. No desisto de lo que sueño aunque a veces todo se vaya cuesta arriba y una simple palabra ambigua pueda hacerme pensar algo que tal vez no es. Cuánto mayor sea el conjunto de palabras que envuelven al concepto, menos posibilidades de error en su significación más o menos eficiente.

Algunas semanas en que mi sistema mental no logra conectarse con el wi-fi de algunas clases y me pierdo en los signos abstractos que mis manos dibujan en el papel… ¿tienen algún sentido? Paranoia alegre de sentirme observado, desde otros lugares, por quien quiere que me observe. ¿Una sonrisa del destino? ¿Una señal para la concreción del “mito personal”? Otros cuantos días de desánimo; otros días de pronto en que la luz me hace sonreír con armonía… ¿Quién entiende? ¿Cómo sigo? ¿Es el momento de empezar con eso que en momento planeé y de lo que ahora me retracto por temor, por comodidad, por no querer hacer el ridículo?

Un cúmulo de signos: alergias, sueños visionarios, ojeras antes de tiempo, desanimo, alegría al verte pasar a mi lado y al mirarte sin que te des cuenta, esa extraña sensación que me produce tu mirada, tú. Un beso en mi mente, un susurro en tus sueños, un momento para decirlo todo de una vez: encender una llama. Un cúmulo de emociones, una obra dramática que no tiene conclusión en sí misma si no que se escribe a cada instante… todos pensamientos que nacen y renacen con el inicio de una adelantada primavera.

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