(Este artículo es parte mi bitácora profesional docente y corresponde a mis reflexiones respecto a las prácticas. Me parecía interesante publicar mis pensamientos luego de mi primer día de observación).
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Luego de la tan anhelada espera de semanas, ha llegado el momento en que comienzo esta temida “práctica inicial” ya de manera más concreta. No todo comenzaría a la manera que yo quería: con desagrado y molestia por la lentitud del tránsito vehicular a esa hora, es que me retrasé 10 minutos. Afortunadamente, el profesor no me puso mayores problemas y me aceptó en la clase de manera muy agradable. Por un instante, el ingresar a una sala llena de alumnos (vestidos de ropa normal, sin ningún tipo de uniforme), me trajo el recuerdo de aquellos años de trabajos en colonias, pero ahora la situación era muy diferente a ese entonces. Una anécdota que creo imposible de olvidar fue que a mi ingreso, los alumnos presentes más que mirarme como a un agente extraño (alumno universitario, observador, etc.), me asumieron como un “infiltrado”, razón: todos vestíamos ropa que no correspondía a un uniforme. Esta situación, en un primer momento, me causó un cierto choque entre la concepción de colegio y de “disciplina” con la cual me formé durante 12 años, pero rápidamente fue pasando a segundo plano.
Si he de describir mis sentimientos en mi primera observación, fácilmente podría resumirlo en 3 palabras: ansiedad, temor y –por muy exagerado que pueda parecer- paranoia.
Ansiedad al pensar en la importancia del trabajo que estaba realizando, de pensar en las implicancias que mis apuntes pueden tener en el futuro y del inminente deseo de que esta investigación resulte de lo mejor posible.
Temor por no saber muy bien a lo que me estaba enfrentando y por culpa de los constantes cuestionamientos de si es esto lo que realmente quiero hacer durante el resto de mi vida. Temor ante cualquier situación extraña que pudiese llegar a suceder y de las reacciones, temor ante ese grupo de alumnos (tan diferentes en su forma de ser a mis compañeros de colegio) al no estar acostumbrado a ese trato, etc.
Paranoia, y éste es el punto quizá más jocoso de lo que fueron mis sentimientos durante esta jornada. Y era el hecho de sentirse observado desde todos los ángulos de la sala, como si fuese yo el objeto de estudio y no el aula, pese al intento de pasar lo más desapercibido posible. Y principalmente esto de sentirse observado, de que todos –incluido el profesor- estaban atentos a cada uno de mis movimientos y a cada una de mis notas.
Al parecer, el profesor pareció darse cuenta de esta situación, por lo que pasados 15 minutos se acercó a mi lado para preguntarme qué tal iban las cosas. Sentí cierto temor de que leyese las notas que llevaba hasta ese momento, puesto que no eran muy favorecedoras en lo que respecta al ambiente en que se desarrollaba la clase (demasiado bullicio). Lo que me llamó la atención fue la tranquilidad con que el docente abordaba el bullicio y el trabajo en general: durante todo el tiempo en que estuve observando sus clases, en ningún momento parecía alterarse por el constante ruido, sino que pedía silencio de una manera aún muy cercana que hasta podría llamar amistosa. Creo que de haber estado yo en esa situación, lo más probable es que me hubiese alterado a los 10 minutos y habría expulsado a más de la mitad de los alumnos de la sala… pero confío en que el tiempo me dará la paciencia y las herramientas para proyectar esa tranquilidad y ese agrado por enseñar. Para finalizar esa clase, el docente se despidió de manera muy cordial, señalando que “fue un gusto” hacer clases, pese al constante desorden. Inmediatamente concluí que me encontraba frente a un profesor realmente apasionado por lo que estaba haciendo.
El otro lugar que pude observar fue la biblioteca: realmente me sentí decepcionado por este lugar tan carente de bibliografía. De lo que alcancé a ver, sólo existía un pequeño estante con unos cuantos libros, que correspondía a los textos escolares entregados por el ministerio y diccionarios. Dos mesas y 9 sillas en total. De todos modos, era un establecimiento pequeño, pero aún así debería existir otro tipo de textos de interés. Por otro lado, creo que es muy bueno que haya una relación de confianza de los alumnos con los trabajadores del colegio, no obstante, ¿no será un poco fuera de contexto de que una alumna converse de su vida personal, casi íntima, con la encargada de la biblioteca? No sé si estoy siendo demasiado conservador o si acaso me formé en un ambiente muy frío, pero me pareció fuera de contexto.
En conclusión, en este primer día de observación me encontré con varios puntos dignos de reflexionar y continuar observando: no me cabe dudas que el aula es una caja de sorpresas interesantes que no deben ser pasadas por alto. En pocas palabras; por un lado, fue un buen momento para poner a prueba mi tolerancia por la diversidad de expresión y, por otro, me motivó bastante ver a un profesor que parecía feliz de hacer su trabajo: en el transcurso de las observaciones veré qué tan ciertas eran mis primeras impresiones.