Recuerdo que dormí tan mal durante esa noche: en los rostros de mis familiares ya se veía ese supuesto stress que decían que yo tenía. No lo recuerdo, pero para todos era ya un hecho de que los había hecho dormir pésimo cuando me daba vueltas de un lado a otro chocando con la pared o desordenando las sábanas. Y es que presentarse por primera vez en tu vida universitaria para dar un examen no es algo que te pueda dejar tranquilo, la ansiedad y la angustia ante la idea de que puedas reprobar es algo con lo que cuesta lidiar.
Todo comenzó cuando llegaba de Pichindangui, el 4 de agosto. Durante el fin de semana, que estuve descansando en las cercanías de esa tranquila localidad al sur de Los Vilos, sólo había recibido buenas noticias. Eran ya 6 los ramos aprobados, de los 7 que estaba cursando durante este semestre. Pero la espera se hacía eterna para saber qué era lo que ocurría con respecto a ese que permanecía en un enigma. Y lo único que me decían en MSN eran rumores: “te vas a examen”, “no, de más que te eximiste”, “no, yo creo que te fuiste a examen, si las notas estuvieron súper malas”. Angustia, hasta que finalmente me confirmaron que me presentaba con un 4,8. Estaba en colapso: la idea de tener que volver a releerme los textos de una de las asignaturas más ingratas del semestre –y quizás de toda la carrera- me causaba tristeza: definitivamente no podría optar a mis anheladas dos semanas de vacaciones que tanto había esperado. No se si sirve de consuelo saber que más de la mitad de quienes cursaban el ramo estaban en la misma situación que yo.
Toda la semana estudiando: miento, pero sí dediqué bastante tiempo a releerme algunos textos tan ilegibles que me hacían pensar en la estupidez de algunos autores al intentar complejizar cosas que no lo son tanto. Por ejemplo: a qué ocioso (como Gili Gaya) se le ocurre hablar de los tipos de oraciones de acuerdo a sí son de duda, interrogativas, etc… ¿acaso, al crear una oración, estoy pensando en eso? Oh, esto que estoy diciendo es aseverativo… definitivamente, no tenían nada mejor de que hablar y nos condenan a leer sus palabras. Lo odié durante tantos días hasta que la ayudantía para el examen me hizo ver que la situación era cada vez más compleja: todo era cuestión de suerte con respecto a qué tipo de preguntas fuesen a pillarte en el examen. Si te equivocas, el ramo se dicta nuevamente el 1er semestre de 2009.
Me presento el día miércoles a eso de las 09.30 de la mañana, sintiendo el dolor de estómago que comienza a gestarse cuando ya estoy llegando a Viña. A medida que veo el Gimpert, mi corazón se agita. Me hace reír demasiado el hecho de haberme encontrado con tanta gente que me encontrara disfrazado de formal. Y todos estábamos igual. Llega el momento en que mencionan mi nombre y la puerta se cierra conmigo y otro compañero de curso junto a las profesoras. Esto fue una sorpresa por la cual rogué demasiado tiempo: “¿quiere quedarse con su nota o dar el examen”. No lo pensé dos veces. Salí tan feliz al ver que el último ramo que me faltaba por pasar ya estaba listo. Y después de todo, el stress era sólo parte del proceso. Me río al ver que todos estábamos disfrazados para un evento que parecía mucho más que un simple examen.
Todo comenzó cuando llegaba de Pichindangui, el 4 de agosto. Durante el fin de semana, que estuve descansando en las cercanías de esa tranquila localidad al sur de Los Vilos, sólo había recibido buenas noticias. Eran ya 6 los ramos aprobados, de los 7 que estaba cursando durante este semestre. Pero la espera se hacía eterna para saber qué era lo que ocurría con respecto a ese que permanecía en un enigma. Y lo único que me decían en MSN eran rumores: “te vas a examen”, “no, de más que te eximiste”, “no, yo creo que te fuiste a examen, si las notas estuvieron súper malas”. Angustia, hasta que finalmente me confirmaron que me presentaba con un 4,8. Estaba en colapso: la idea de tener que volver a releerme los textos de una de las asignaturas más ingratas del semestre –y quizás de toda la carrera- me causaba tristeza: definitivamente no podría optar a mis anheladas dos semanas de vacaciones que tanto había esperado. No se si sirve de consuelo saber que más de la mitad de quienes cursaban el ramo estaban en la misma situación que yo.
Toda la semana estudiando: miento, pero sí dediqué bastante tiempo a releerme algunos textos tan ilegibles que me hacían pensar en la estupidez de algunos autores al intentar complejizar cosas que no lo son tanto. Por ejemplo: a qué ocioso (como Gili Gaya) se le ocurre hablar de los tipos de oraciones de acuerdo a sí son de duda, interrogativas, etc… ¿acaso, al crear una oración, estoy pensando en eso? Oh, esto que estoy diciendo es aseverativo… definitivamente, no tenían nada mejor de que hablar y nos condenan a leer sus palabras. Lo odié durante tantos días hasta que la ayudantía para el examen me hizo ver que la situación era cada vez más compleja: todo era cuestión de suerte con respecto a qué tipo de preguntas fuesen a pillarte en el examen. Si te equivocas, el ramo se dicta nuevamente el 1er semestre de 2009.
Me presento el día miércoles a eso de las 09.30 de la mañana, sintiendo el dolor de estómago que comienza a gestarse cuando ya estoy llegando a Viña. A medida que veo el Gimpert, mi corazón se agita. Me hace reír demasiado el hecho de haberme encontrado con tanta gente que me encontrara disfrazado de formal. Y todos estábamos igual. Llega el momento en que mencionan mi nombre y la puerta se cierra conmigo y otro compañero de curso junto a las profesoras. Esto fue una sorpresa por la cual rogué demasiado tiempo: “¿quiere quedarse con su nota o dar el examen”. No lo pensé dos veces. Salí tan feliz al ver que el último ramo que me faltaba por pasar ya estaba listo. Y después de todo, el stress era sólo parte del proceso. Me río al ver que todos estábamos disfrazados para un evento que parecía mucho más que un simple examen.
1 comentario:
terrible lloron xD
para de llorar po
el año pasado me pitee 2 de 3 ramos
y ni siquiera me dio la nota de presentacion para examen
asi q eso, te ahogaste en 1 vaso de agua
xD
ya xau
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