martes, 9 de enero de 2007

Vias Paralelas

A pesar del enorme contraste de rieles veloces y el imperante olor a historias, su mano no se cansaba de contarle al mundo lo que pasaba por su cabeza, los pensamientos que venían a cada instante, aquellos que quedaban plasmados en un papel, como aquellas rosas pegadas a las paredes del Paseo Atkinson, en donde el mundo transitaba. Él ya iba llegando a su destino, a mirar el mar, a ver los cuadros pintados con viento y esencia de un siglo, con el óleo del amor o del llanto, con el aire que se respira sólo en Valparaíso, la ciudad escogida por Dios para hacer nacer el arte. Y allí llegaba, a sentarse en una banca gastada, a escuchar el canto de poetas anónimos, a enamorarse de un paisaje de ensueño, su cuna y su refugio.




Kinkan ®

1 comentario:

Anónimo dijo...

brrrrr el metro
brrrrr
xaw