Se Puede Volar (Parte 1)

Eran las seis de la mañana y el cantar del gallo lo hizo despertar de un salto. Era una de las pocas veces en que Rodrigo se despertaba de golpe y contento, muchas serían las actividades que realizaría ese día, con el que tanto había soñado, y que ahora se hacía realidad con el sólo hecho de abrir los ojos y caminar descalzo hasta la ducha. A la ansiada espera del día, se sumaba el lindo sueño que había tenido esa noche: un vuelo interminable alrededor de la Tierra.
Recordaba el primer día, del cual ya distaba bastante. Aquel día en que había comprado el pasaje en el Terminal de buses de la ciudad de Valparaíso, luego de recibir la noticia que le causaba la euforia que aún perduraba.

-Sr. Rodrigo, llamábamos para avisarle de que ha sido muy afortunado esta vez, pues ha sido el ganador del premio… -una amable secretaria se dirigía de parte de una editorial. Rodrigo, que no estaba muy a gusto con haber sido despertado tan temprano ese día, debió guardar su enojo por el sueño y cambiarlo por la tremenda alegría de la noticia que cambiaría su vida para siempre.

Recordaba todo lo que había hecho durante ese día de la notificación, mientras se jabonaba y sentía el agua caer sobre su cabeza. ¿Cómo sería el tal lugar en el que lo recibirían? ¿Cuánta gente estaría observando cada uno de sus movimientos? Y ya comenzaba a pensar lo que diría en una eventual entrevista con algún medio de comunicación. Todas cosas con las que soñaba y no sabía si lograría cumplir. Era inevitable esbozar una sonrisa y llorar de la risa. Tantos expectativas tenía puesta en una sola visita, pero que nadie le aseguraba los resultados. Sin embargo, su corazón le decía que debía estar contento por la oportunidad.

-Deja de reír tanto y apúrate en la ducha. Vas a llegar atrasado si sigues a ese paso de hormiga –la voz dulce de una joven mujer que recién salía del sueño, interrumpió sus pensamientos en voz alta.
-No te preocupes, cariño. Me levanté 3 horas antes para no andar con la hora justa. Ya sabes que tengo el complejo de llegar demasiado temprano a los lugares, pero es mejor llegar temprano para no perderme. Sería un desastre si me pierdo justo hoy –respondió Rodrigo.
-Iré contigo, así que apúrate. Necesito la ducha en cinco minutos –dijo la dulce voz, pero ahora un poco más autoritaria.
-¿No tenías que ir a ver al tío Jacinto?
-Sí…
-No te preocupes por mí, no te sientas amarrada a ir conmigo. Ve donde tío Jacinto, Natalia, él te necesita más que yo –dijo Rodrigo.
-Anoche me llamó, me dijo que lo daban de alta y que se iba a Suecia. ¿Acaso quieres que lo vaya a ver allá?
Rodrigo no supo que responder. Había quedado sorprendido ante el hecho del cual no tenía la más mínima idea.
-¿El silencio otorga? Aún es temprano, así que tendremos tiempo de sobra para tomar desayuno y conversar un rato, es necesario que te desahogues con alguien, ya que sé que por fuera te ves contento, pero por dentro, eres un edificio temblando.

Nuevamente, Rodrigo se quedó en silencio y mirándola. Tenía toda la razón, hasta parecía conocerlo ella mejor que él a sí mismo. Estaba contento, era verdad, pero a pesar de todo, no quería demostrar el nerviosismo que se hacía se apoderaba de él con el sólo hecho de descender de un bus e ingresar a un salón con gente desconocida, pero que lo esperaban.


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