Ahora me embarga una sensación extraña; la sensación de que tengo un mar de lecturas y de que en realidad no he avanzado ni lo más mínimo. Como que no hay ánimo: es casi un aliciente ver el cerro que próximamente hará colapsar mi escritorio, pero no dan ganas de siquiera descifrar el código que allí se dibuja. ¿Por qué? Una extraña sensación de no saber nada, de no entender siquiera qué es lo que estás haciendo aquí. Tal vez fue por selección natural, por descarte o porque realmente no te veías haciendo ninguna otra cosa. Pero la realidad es tan distinta de los sueños y ahora me comienzo a dar cuenta.
Quiero escribir, pero se me cansan las ideas en la cabeza a la espera de un instante en que pueda condensarlas. Quiero dormir, pero sigo soñando con la universidad y entonces no descanso. Me quiero enamorar, pero no encuentro a la persona indicada y hasta me cuestiono si realmente soy capaz de compartir mi vida con alguien más. Quiero hacer música, pero con suerte sé ocupar el teclado-ochentero que está escondido en el closet (no es que el teclado sea gay, sino que no hay más espacio donde guardarlo). ¿Acaso no puedo encontrarme con una nave espacial en el camino para conversar extraterrestres y que me muten hasta ser alguien física y sicológicamente perfecto? O bien, que me lleven a conocer el espacio sideral.
(Adiós marzo, que te vaya bien, aunque nunca entendí tus excentridades)