Hoy me reencontré con mi mejor amiga: Cony. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos y eran muchas las cosas que ambos teníamos que conversar. Me alegró mucho ver que estaba bien, que estaba a punto de terminar todo y que pronto tendríamos mucho más tiempo para poder juntarnos a conversar. Ella es como mi hermana, nos conocemos hace 2 años y ambos sabemos muchas cosas el uno del otro; es una de las relaciones más geniales que he podido tener en mi vida: un apoyo fundamental, un consejo que sé que siempre estará… definitivamente, nuestra amistad va mucho más allá de la diversión casual.
He de confesar que el día de hoy nos convocaba un tema más o menos profundo y ambos los sabíamos, pues lo habíamos mencionado al hablar por teléfono el día anterior. No tiene ninguna relación con un tema amoroso entre nosotros, por si alguien se lo preguntara. Sabía que podía contar con su consejo y ver la perspectiva femenina –que es mucho más sentimental y delicada en casi todos los aspectos- de un tema que me ha venido llamando la atención por mucho tiempo y que incluso ha llegado a ser uno de los temas centrales del cuaderno que me encuentro escribiendo en estos momentos. No he de mencionar el tema, pero si puedo explicar cómo me sentí: definitivamente hay muchas cosas que uno siquiera tiene la más mínima idea de que existen y que es bueno tener un poco de conocimiento –aunque sea mínimo- antes de dar cualquier paso; esto se aplica a todo orden de cosas.
Pero algo, por sobre todo el tema que hablamos, me dejó como preocupado y a la vez contento. En realidad, es una mezcla de ambos y una mezcla de ninguno: no sabía si ponerme a llorar o ponerme a reír… simplemente me quedé sentado luego de escuchar algo que durante mucho tiempo pensé que podía ser, pero que no me había dado el tiempo de pensarlo. Me dijo que ya comenzaba a convertirme en un hombre, que de a poco dejaba de ser el niño de antaño. Que te digan eso puede ser bastante bueno, algo que te suba el ego y te haga pensar que lo estás haciendo bien, que has pasado etapas y sigues en el crecimiento normal. Pero, por otro lado, volvió a mi mente el tema de la sensibilidad y el poder que sólo como niño uno suele tener: el tener el corazón ante todo. Me dio miedo enfrentarme a esta nueva realidad, pero es un hecho y en algún momento uno tiene que pasar las etapas y crecer, sin perder lo esencial.
¿Acaso podrá seguir manteniéndose lo esencial que en algún momento me hizo sentir distinto? Temo por eso, temor perder lo que aún me hace creer en el mundo y en las personas, temo dejar de ser yo mismo… pero, ¿por qué? Si acaso el momento por el que estoy pasando es normal y en algún momento a todo ser humano le toca planteárselo. ¿Cuándo será el día en que deje de pensar demasiadas veces las cosas y simplemente dejarlas ser? Acaso será que tengo miedo a perder las ganas de hacer las cosas bien y de no dañar a nadie en el intento… tal vez sacar de mi cabeza los conceptos de “bien” y de “mal” que tan manipulados están por esta sociedad. Sólo pienso que no quiero dejar de ser yo y ahí puede estar el error: querer y controlar cada paso… tal vez sea mejor un “Laissez faire” y ver que si he sido así todo este tiempo, difícilmente pueda cambiar: eso es lo que quiero, conservar eso que me hace sentir satisfecho de mí mismo y me motiva a seguir caminando.
He de confesar que el día de hoy nos convocaba un tema más o menos profundo y ambos los sabíamos, pues lo habíamos mencionado al hablar por teléfono el día anterior. No tiene ninguna relación con un tema amoroso entre nosotros, por si alguien se lo preguntara. Sabía que podía contar con su consejo y ver la perspectiva femenina –que es mucho más sentimental y delicada en casi todos los aspectos- de un tema que me ha venido llamando la atención por mucho tiempo y que incluso ha llegado a ser uno de los temas centrales del cuaderno que me encuentro escribiendo en estos momentos. No he de mencionar el tema, pero si puedo explicar cómo me sentí: definitivamente hay muchas cosas que uno siquiera tiene la más mínima idea de que existen y que es bueno tener un poco de conocimiento –aunque sea mínimo- antes de dar cualquier paso; esto se aplica a todo orden de cosas.
Pero algo, por sobre todo el tema que hablamos, me dejó como preocupado y a la vez contento. En realidad, es una mezcla de ambos y una mezcla de ninguno: no sabía si ponerme a llorar o ponerme a reír… simplemente me quedé sentado luego de escuchar algo que durante mucho tiempo pensé que podía ser, pero que no me había dado el tiempo de pensarlo. Me dijo que ya comenzaba a convertirme en un hombre, que de a poco dejaba de ser el niño de antaño. Que te digan eso puede ser bastante bueno, algo que te suba el ego y te haga pensar que lo estás haciendo bien, que has pasado etapas y sigues en el crecimiento normal. Pero, por otro lado, volvió a mi mente el tema de la sensibilidad y el poder que sólo como niño uno suele tener: el tener el corazón ante todo. Me dio miedo enfrentarme a esta nueva realidad, pero es un hecho y en algún momento uno tiene que pasar las etapas y crecer, sin perder lo esencial.
¿Acaso podrá seguir manteniéndose lo esencial que en algún momento me hizo sentir distinto? Temo por eso, temor perder lo que aún me hace creer en el mundo y en las personas, temo dejar de ser yo mismo… pero, ¿por qué? Si acaso el momento por el que estoy pasando es normal y en algún momento a todo ser humano le toca planteárselo. ¿Cuándo será el día en que deje de pensar demasiadas veces las cosas y simplemente dejarlas ser? Acaso será que tengo miedo a perder las ganas de hacer las cosas bien y de no dañar a nadie en el intento… tal vez sacar de mi cabeza los conceptos de “bien” y de “mal” que tan manipulados están por esta sociedad. Sólo pienso que no quiero dejar de ser yo y ahí puede estar el error: querer y controlar cada paso… tal vez sea mejor un “Laissez faire” y ver que si he sido así todo este tiempo, difícilmente pueda cambiar: eso es lo que quiero, conservar eso que me hace sentir satisfecho de mí mismo y me motiva a seguir caminando.
Metamorphosis - Enigma
Saludos!
kinkan ®