¿Y si de un día para otro cambiara, de golpe y sin aviso, la gramática?
Abrir los ojos una y otra vez, con la intención de que el sueño no acabe y de que pueda volver a renacer, quizás. Tener la dificultad de despegar los párpados y querer seguir durmiendo abrazado a un presente sonriente y a una mirada que te escudriña en la oscuridad.
domingo, 27 de febrero de 2011
sábado, 26 de febrero de 2011
viernes, 25 de febrero de 2011
Nostalgia de verano.
Entre el silencio de una canción de Björk y los escritos que aparecen en mi pantalla, entre la gelidez propia del invierno de febrero y las estrellas que se pierden entre las nubes, busco una y otra vez el cielo. Sí, ¿dónde está el cielo? Busco esas estrellas dibujadas de improviso entre momentos que dibujamos con las manos todas esas veces que nos sentimos en contacto con el solo hecho de tomarnos de la mano. Porque sabes que te sentí -y si no lo sabes, te lo digo ahora- cada vez que estuviste respirando a mi lado, cada vez que caminamos por las mismas calles: el más breve contacto que disfruté, que fue perfecto.
Se pierde la nostalgia de las noches de febrero entre las nubes que se dibujan en el cielo y amenazan lluvia. Se pierde la nostalgia del verano que se fue y que promete volver con el pájaro que cruza el mar. Un verano con temperatura de primavera y viento que hace titubear a la Rosa de los Vientos. Viento que me recuerda parte de mi infancia en el sur y todo mi presente en el puerto que me vio nacer. Viento que me recuerda ese mar que baña mi ancho y angosto país perdido en el sur del mundo, desde donde nace hacia el mundo con esa extraña energía que se concentra en sus tierras. Movimiento, sacudones, energía. Movimientos, música, alegría. Arte, tu nombre, poesía. Canciones, movimientos, energía.
Entre calles de adoquines te recuerdo. Por la Avenida Alemania te recuerdo. En cada ola y en el reflejo del sol en el mar te recuerdo. Mirando Valparaíso desde lo alto, te siento. Tu nombre me lo dice el viento, lo dibuja en mi mirada y, en silencio, genera una sonrisa. Solo hace falta un poco de silencio para recordar, una vez más, esa mirada de niña y mujer con la que me haces alucinar tantas veces.
Fotografía: Vista del Muelle Barón desde el mar, Valparaíso.
Fotografía: Vista del Muelle Barón desde el mar, Valparaíso.
jueves, 24 de febrero de 2011
Bona Nit (3era parte)
La Plaça de Catalunya era lo único que podía divisarse entre la naturaleza salvaje, en su estado más puro y natural. Las estrellas en el cielo estaban colgados por hilos que tambaleaban la más mínimo ruido desde el centro de la tierra. Permanecía inmóvil en su lugar, con los pies en el suelo y la mirada hacia lo alto en busca de flashes de tiempos paralelos que explicaran lo inconciso de los acontecimientos. Inhaló el aire frío y exhaló con fuerza, produciendo movimiento en las estrellas que colgaban sobre las nubes. El ruido fue estridente cuando un astro comenzó a caer en dirección hacia aquel observar en medio de la plaza iluminada en plena noche. Esbozó una enorme sonrisa en su rostro al momento en que se desabotonaba de golpe la camisa para percibir el aire frío que comenzaba a desordenar el cabello. Empezó a reír.
- ¡Bona nit!
Las nubes descendieron desde lo alto, transformándose en una densa capa de niebla que cubría los alrededores, incluso su propio cuerpo. Recordó el jugo de arándanos en la terraza, mirando lo alto de las montañas nevadas y deseando ser cubierto de hielo. La niebla le impedía levantarse, como si se tratara de manos que lo presionaran contra el suelo. La tierra se movía y sentía el calor que le quemaba la espalda, transmitiendo energía que recorría el metal de su cadena. Empuñó la mano y levantó su brazo hacia el cielo, pero la niebla lo empujó nuevamente hacia el suelo con un golpe que lo hizo hundir algunos centímetros en la tierra.
El líquido verde abundaba a su alrededor y el extraño olor le producía náuseas: una mezcla de menta, desechos varios y goma quemada que se le iba pegando a la piel. Estaba hundido alrededor de 20 centímetros, lo suficiente para que el líquido cubriese una mayor parte de su cuerpo. Echó a reír mientras sentía el calor que le atravesaba la piel, haciéndolo retorcer de vez en cuando a causa de la reacción química a la que estaba expuesto. De pronto, todo se detuvo y sintió miedo: el líquido verde se secó de golpe y se convirtió en una superficie lisa que reflejaba lo que estaba ocurriendo en el cielo. Respiraba agitado y su pecho subía y bajaba, cada vez con mayor dificultad por el cemento verde que mantenía su piel fija contra le suelo. Parte de sus pies permanecían en la superficie, pero ya sería imposible algún mayor movimiento.
Un astro enorme avanzaba hacia la tierra, rompiendo las barreras fabricadas en el cielo para proteger la superficie terrestre de posibles impactos. Las nubes comenzaban a arder y el ruido de un avión que estaba próximo a aterrizar hizo temblar la tierra. El avión aterrizó unos pocos metros fuera de la plaza y avanzó por la superficie verde, lanzando fuego bajo sus ruedas y quemando todo el camino a su paso. Al detenerse, justo en el centro de la plaza, emitió una extraña sirena y luego desapareció en el aire, dejando todos los alrededores en llamas. Vio que su cuerpo era combustible para el fuego que salía desde su boca y de su propia mirada.
Marcelo estaba recostado en el suelo y sentía la vibración de las ruedas al avanzar por los rieles. Abrió los ojos y vio luces encendidas en el pasillo mientras el color café lo escudriñaban por completo. Sus blancas manos le recorrieron el rostro: sus uñas de color violeta lo encandilaron mientras ella se acercaba a sus oídos y movía sus labios lentamente. El tren continuaba en movimiento y no se detenía en ninguna estación que, por lo demás, estaban completamente vacías y manchadas del verde que goteaba hacia los andenes, dificultando el recorrido en algunos tramos. Lo besó en los labios, sentándose sobre su cintura mientras le acariciaba el cabello. La miró a los ojos: era una mujer hermosa y que aún no lograba recordar dónde la había visto por primera vez. Le pasó un dedo en los labios en señal de silencio: sus ojos cambiaron a verde cuando parpadearon las luces y se detuvo el tren en medio del túnel. Sus manos agarraron la cadena de Marcelo, aumentando la corriente que circulaba por el metal. Los labios nuevamente se acercaron hasta sus oídos.
- Bona nit.
Marcelo cerró los ojos al ver la uña violeta que se le clavaba en el ombligo con tanta fuerza que pudo ir abriendo su piel hasta atravesarla por completo. No estando satisfecha con esto, introdujo su mano para luego regresarla llena de una sustancia amarilla; sus uñas estaban de un rojo oscuro que nunca antes había visto. El tren era de color verde y la mirada de la mujer era blanca, rojiza, amarilla y verde en un interminable tornasol que lo dejaba ciego e indefenso a la constante actividad de destrozarle la piel con los dedos. Sintió sus pies descalzos y pudo divisar a alguien que caminaba con las que habían sido sus propias zapatillas y una camisa como la suya, pero un tanto rota. Podía ver a través de los ojos de la mujer al momento en que comprobó que ese muchacho llevaba los implementos que le habían sido quitados a él mismo. La sonrisa de la mujer tiró de sus labios y luego de su lengua, con los dientes, como queriendo arrancársela. Marcelo cerró los ojos mientras todo alrededor se desvanecía al igual que su piel.
El reloj de un edificio cercano marcó la medianoche en la Plaça de Catalunya. El pasto verde estaba vacío y cubierto de agua: la lluvia reciente no había pasado desapercibida y las calles estaban desiertas. En medio del camino, una cadena extendida ardía en llamas de color verde que despertaba el interés de algún fotógrafo que tampoco podía evitar los encantos de aquella muchacha de ojos pardos que luego lo tomaría de la mano para descender a alguna estación de metro cercana.
Fotografía: Plaça de Catalunya, Barcelona.
lunes, 21 de febrero de 2011
Bona Nit (2da parte)
Cerró los ojos y, sin pensarlo, subió al tren que acababa de llegar a la estación. María le había dicho que llegaría a las 15.45 y ya eran más de las 17.00 hts, por lo que no esperaría un instante más. Bebió un poco de agua y se sentí del lado de la ventana: el reflejo de su imagen sorprendida solo pudo causarle gracia.
- A ti parece que te hubiese visitado la de la guadaña, tío.
- No es nada, hombre, todo bien.
- Pues a mí no se me quita esa idea de la cabeza. ¿Vas a hablar o no?
- Ya te dije, Ramiro, que no me pasa nada.
- Me callo entonces. Pero a ti, Marcelo, seguro te ha visitado la Parca. Que a mí no me vienes con cuentos.
Marcelo miró sus zapatillas negras para evitar tener que mirar al frente y revelar lo que estaba sucediendo. Había llegado a Barcelona para aprender catalán y, hasta el momento, no se había dado el tiempo de leer ni el letrero de indicaciones en el metro: era más simple preguntar en castellano y ahorrarse esfuerzos cognitivos. Una mujer de ojos oscuros le sonrió cuando levantó la mirada: era su primera vez en el metro y ya le parecía haberla visto antes. Fue un flash y la vio a su lado, acercando los labios a su oreja. Un parpadeo y las uñas rojas de la mujer se le introducían en el ombligo. Otro parpadeo y eran garras los que le atravesaban la piel. Levantó nuevamente la mirada y abrió la ventana para recibir un poco de brisa: le dolía la cabeza.
Al bajar del tren, observó que el próximo llegaría en algunos minutos y caminó hacia el fin del andén, dejando más de la mitad de su pie izquierdo en el aire. Una mano lo detuvo y lo hizo retroceder.
- Tú estás mal de la cabeza…
- Yo… ah, no es nada Ramiro, solo…
- ¿Estabas intentando caminar en el aire? ¡Allá abajo acabarás siendo un embutido! Vuelve al mundo, Marcelo.
- Lo siento.
Marcelo caminó más lento, mientras Ramiro corría para llegar más rápido a la salida. Nuevamente miró los andenes y oyó el ruido de las gaviotas en el mar, un horizonte rojizo y un camino de huellas en la arena. Se llevó la mano al bolsillo y lo empuñó al instante en que el otro tren ingresaba a la estación. La mujer de los ojos café estaba en el andén de en frente, avanzando hacia la salida. Llevaba un libro azul en sus manos y la misma sonrisa con la que lo había mirado desde un principio.
- ¡Salta!
- No puedo…
- Sí, sí puedes. Vamos.
- No, tengo miedo.
Marcelo parpadeó en el instante en que perdía el equilibrio y resbalaba hacia los rieles, ante la soledad absoluta de aquella parada del metro. El golpe contra los fierros le dolió bastante, aunque no lo suficiente como para dejarlo inmóvil. Se levantó de inmediato y vio que el andén había aumentado su altura, impidiéndole alcanzarlo para subir. El próximo tren llegaba en 1 minuto y debía buscar la forma de librarse. Sintió una gota de sangre que le corría por la frente: el riel estaba manchado de rojo y pudo observar que la corriente avanzaba hacia él: ella venía conduciendo el tren a gran velocidad y sin intenciones de detenerse. Alzó los brazos hacia el andén, intentando alzarse hacia las baldosas, saltando con el mayor impulso posible mientras miraba el túnel que le parecía aterrador. Ramiro no se veía en ninguna parte y el tren estaba tan cerca que ya parecía inútil escapar de su encandilamiento. El foco le golpeó la cara mientras lograba mantenerse aferrado al andén. Sintió que su cuerpo se quebraba por completo, al momento en que s dejaba caer suspendido sobre los rieles a la espera de ver el tren desde abajo, como en tantas otras pesadillas.
Fotografía: Metro de Barcelona, Barcelona.
domingo, 20 de febrero de 2011
Tacna, ciudad heroica.
Al sur del Perú y a unos 40 minutos en auto desde Chile, se encuentra la ciudad de Tacna, denominado 'ciudad heroica' por la importancia que tuvo dicha localidad en la Independencia de Perú respecto de la Corona Española. Cabe considerar que dicha ciudad, luego de la Guerra del Pacífico, fue ganada por Chile y, por consiguiente, formó parte del territorio nacional hasta 1929, momento es que es nuevamente incorporada al territorio peruano. Por lo tanto, se constituye en una ciudad que destaca, una vez más, la historia en común que tenemos entre Chile y Perú y que, si nos vamos a la realidad, parece estar más invadida de chilenos compradores compulsivos que de los mismos peruanos que son sus habitantes.
La travesía comenzó a eso de las 9 de la mañana en el terminal internacional de la ciudad de Arica, en donde por $3.000 (por persona) uno puede adquirir un cupo para cruzar la frontera en vehículo acondicionados para llevar 5 pasajeros. Lo más lento es el paso por Aduana tanto chilena como peruana, ya que suele haber mucho movimiento de turistas que van y que vienen. Una parada de alrededor de 40 minutos en total entre las aduanas para luego continuar hacia Tacna, situada en tierras desérticas. Es un tanto extraño pensar que en tan poco tiempo desde Arica ya se pueda encontrar uno en territorio 'extranjero', dando inicio al roaming internacional de la telefonía móvil y el considerable aumento en el precio de dicho servicio. La ciudad tiene una extensión considerable y sorprende los dibujos que hay en los cerros aledaños. Llegamos al terminal y no hay gran problema en preguntar a la gente de dicho lugar quienes, muy amablemente, te responderán las preguntas y hasta te entregarán un mapa con lo más importante de la ciudad.
Al salir de dicho terminal, no es difícil encontrar la calle Hipolito Unanue, que llevará directamente hasta el centro de todo el comercio, donde abundan las ferias para comprar ropa de imitación a muy buenos precios, así como de senderos muy bien cuidados y de monumentos históricos. Sorprende una enorme catedral muy bien conservada, pese a la importante actividad sísmica de la región, en plena Plaza de Armas. Tan solo 15 minutos desde el terminal hasta el 'centro' de la ciudad y comienza la caminata en busca de productos, cuando el sol comienza a pegar cada vez más fuerte en un ambiente abochornado que obliga al uso constante de bloqueador, gorro y lentes de sol. Reitero la amabilidad de la gente que ya debe estar acostumbrada a recibir tantos turistas chilenos que, incluso, aceptan el pago en dinero chileno de igual forma que de soles peruanos. Por lo tanto, no será para ellos un gran problema sacar una calculadora y hacer la conversión (un sol está a alrededor de 175 - 180 pesos chilenos). Y, de esa misma forma, uno podrá comprobar que los precios son envidiables respecto a nuestro país.
En cuanto a comida y para evitar cualquier tipo de desorden estomacal producto de la diferencia en la forma de cocinar -uso de ciertos condimentos, etc-, lo más recomendable es disfrutar de un jugo de mango con leche y un sandwich de pollo y queso, en el mercado ubicado en la Avenida Bolognesi. Por tan solo 20 soles (alrededor de $2.000 pesos chilenos) por esta comida que queda muy bien para un turista que ha caminado durante un largo rato comprando miles de cosas. En ese mismo mercado, es posible encontrar un sinfín de pasteles y comidas que, con más tiempo, creo que valdría la pena probar. Otro de las datos interesantes es la existencia de empanadas de queso a 1 sol, situación que me motivó bastante.
Una ciudad con un activo comercio y una configuración urbana bastante interesante que vale la pena visitar. Quedó pendiente para otra ocasión haber visitado la ZOFRATACNA (Zona Franca Tacna). Desde Arica, a tan solo 40 minutos en vehículo (valores que fluctúan entre los $3.000 - $4.000 por trayecto, dependiendo si se trata de patente chilena o patente peruana). Otras formas de traslado es a través de buses que cobran $1.500, pero que tardan bastante en ser tramitados en la aduana. Y una opción que me era desconocida al momento del viaje fue la del tren que también cobra $1.500 y que hace el viaje aún más rápido; aunque se debe considerar que sale por la mañana y vuelve por la tarde.
sábado, 19 de febrero de 2011
Invasiones geek.
Sucede hasta 'en las mejores familias', según el dicho. A nivel urbano, sucede hasta en las más grandes y famosas ciudades de acuerdo a lo que San Hollywood nos cuenta en alguna historia de sus películas. Las intervenciones artísticas de las urbes no es algo que deje de llamar la atención, sobre todo teniendo en cuenta que esto implica dejar, en cierta medida, una parte de sí mismos en la ciudad para que otro pueda apreciarlo.
Si se dice que lanzar zapatillas al tendido eléctrico es un símbolo de madurez -de que has pasado de la adolescencia a la adultez-, ¿entonces qué significará lanzar los parlantes de tu computador antiguo? Seguramente, la madurez más geek del planeta.
Fotografía: Avenida Arturo Prat, Iquique, Chile.
viernes, 18 de febrero de 2011
Desautomatizaciones
Se enredan las sábanas en un pensamiento extraño y la habitación encerrada es un torbellino sin salida. Todo gira, todo da vueltas y en tu cabeza reviven los sentimientos del pasado que consideraste, en algún momento, un presente eterno, constante y resistente. Pero todo es diferente dependiendo del punto de vista: el agua no hierve a 100º C en la altura sino que a una temperatura inferior. Nada es lo mismo a orilla de mar que en la punta de un iceberg o en la cima de un volcán. Navegas a la deriva en un sinfín de cuestionamientos existenciales, extraños, cinematográficos y líterarios.
¿Qué es la literatura? ¿Qué es el cine? ¿Qué es la pintura? ¿Qué es la plástica? ¿Qué es la música? ¿Qué es todo? Esa ineludible búsqueda de dar un significado a cada una de las expresiones que provienen desde nuestro interior y que, de pronto, aparecen sobre una superficie tangible visualmente. Qué es el mundo, qué es la existencia, qué es el universo. Y todas las certezas son incertezas: siquiera sabemos que el universo sea realmente infinito. Por ende, ¿cuál es ese afán de pretender canalizar la realidad en su totalidad? ¿Cuál es el afán de creerse dueños de todo, si nuestros cinco sentidos son lo más límitado que existe? Y en ese punto, creo que la naturaleza es muy sabia al determinarlo de esa forma ya que, en cierta medida, controla las ambiciones del ser humano que a la larga acabarán destruyendo todo, incluso a sí mismos.
La realidad en sí misma es una forma de arte porque es extraña. Sí, extraña si así lo queremos: si es que somos capaces de darnos cuenta de que nada es como fue el día anterior y que tampoco lo será al día siguiente, que el verde es diferente, que el aire es distinto porque una nueva corriente lo ha renovado. He ahí el punto: la vida es diferente cada día si se le permite que así sea, si no nos quedamos dormidos en la monotonía de hacer lo mismo. Buscar algo diferente, buscar esa nueva energía...
Desautomatizar el lenguaje, desautomatizar el arte, desautomatizar la vida... pensar y volver a sorprenderse cada día.
jueves, 17 de febrero de 2011
Bona Nit (1era parte)
Entre tormentas eléctricas y viento, intentaba escapar del extraño revoltijo que se formaba en las esquinas de las calles, así como del enredo lingüístico de no saber bien qué le decían. Lo que sí era seguro, era que se trataba de una lengua romance, al igual que su materna lengua castellana. ¿Acaso la noche anterior había sido la mejor fiesta de su vida? ¿Acaso estaba confundido producto de los extraños colores que había visto en el cielo? Quizá, todo producto del exceso de trabajo y la falta de sueño. Esa ilusión de haber estado en Ibiza y de haber rosado por la arena hasta el amanecer. Abrió los ojos y se encontró en medio de edificios: una enorme pileta atraía a turistas a tomarse fotos. Y ya sabía que Barcelona atraía a todo el mundo, tanto así que ya no le llamaba la atención el hecho de que hubiese escuchado al menos 5 idiomas diferentes en menos de 20 minutos. Todo era una nebulosa y no lograba entender cómo había llegado desde el Camp Nou hasta la Plaça de Catalunya: definitivamente, ya era el momento de dejar los excesos.
- Bona nit.
Seguro ya sería el momento de decir buenas noches, aunque en su mente estaba aúnde día. Bebida energética, baguette vegetariano, cerveza La Alhambra y las luces de la gran ciudad catalana de ensueño. Miró al suelo y vio sus zapatillas negras sobre las baldosas en las cuales se pintaban las estrellas del cielo y, de vez en cuando, a través de las nubes se podía divisar algún planeta lejano siendo impactado por un asteroide. Sus jeans oscuros permanecían tan cuidados como en la publicidad, mientras se percataba de que su camisa azul con rayas estaba abierta por completa dejando su dorso al descubierto, motivo por el cual sentía un poco de frío mientras se llevaba la mano a la cadena que llevaba colgada en el cuello. Los turistas aparecían de vez en cuando como flashes y luego se esfumaban sin dejar nada más que una visión obnubilada del mundo.
- Bona nit – respondía al aire mientras alzaba los brazos hacia el cielo, para luego respirar profundamente y sin encender luces imaginarias en los edificios cercanos.
A ratos se llenaba de gente que lo observaba sentado en medio de la Plaça de Catalunya y, en otros instantes, más de alguno caminó por encima de él como si no lo hubiesen visto. Se puso de pie para abotonarse la camisa y, en el momento en que acababa el último botón, se percató de que estaba descalzo de un pie. Miró al cielo en el instante en que se apagaban las luces de toda la ciudad, quedando la urbe a oscuras y en silencio mientras sentía la planta del pie que se sumergía en una posa de agua fría: no había ninguna nube en el cielo. Volvió la luz y no había nadie alrededor, excepto su sombra que avanzaba hacia la pileta mientras él permanecía en su lugar. Los edificios cambiaron de lugar en un segundo y el salto lo hizo temblar: ahora estaba descalzo de los dos pies. Y tampoco encontraba algún posible culpable para aquel silencioso hurto.
- ¿Hola?
Había una enorme mancha verde que salía desde la pileta y una luz violeta que provenía desde el cielo. Acaso se trataría de la llegada de alienígenas a Barcelona, pensó, pero sin grandes intenciones de huir corriendo. Se acercó al agua y notó que el líquido verde se iba haciendo cada vez más pegajoso, incluso produciéndole heridas. Se sumergió en la piscina y, de un golpe, fue lanzado hacia fuera, cayendo sobre la mancha verde que comenzaba a alzarse.
- ¿Hay alguien ahí?
Una noche en que no me dejaste dormir.
Y todo sucedió tan de golpe que casi no pude entenderlo: eran casi las 6 de la mañana y yo permanecía despierto a tu lado, oyendo ese extraño sonido que ningún otro ser viviente es capaz de emitir. Por más que te decía que ya no más, tú insistías en volver a mi lado una y otra vez, acercarte a mi piel y hacerme despertar de sobresalto. ¿Por qué te escondías cuando te buscaba para acariciarte? ¿Por qué hacías como que no estabas y que todo era parte de una más de esas estúpidas ilusiones que se me ocurren cuando duermo? Pero no estabas ahí y por más que encendía la luz y te esperaba, no hacías otra cosa que ocultarte. Nunca entendí esa timidez de tu parte de no mostrarte, si ya ambos sabíamos que habías mordido mi piel en varias ocasiones y que, seguramente, te habría gustado tanto que volvías una y otra vez mientras intentaba dormir.
Apagué la luz un sinfín de veces y, cada 30 minutos, volvía a sentirte cerca. Extendí mis manos hacia todos lados para ver si lograba coincidir contigo, tocarte y saber que estabas ahí. Porque, aunque no lo creas, yo también quería saber cómo era tu piel, acariciarte y apretarte de la manera más brutal. Pensaba en tratarte con violencia, quizá eso te agradaría. Pensé en que lo tuyo sería los golpes y entonces me preparé. Encendí la luz de mi velador y esperé por tu llegada, pero no aparecías. De vez en cuando creía oír tu voz que se asomaba en las paredes y, por lo tanto, te busqué en cada rincón de mi habitación para descubrir cuál era tu escondite y, de paso, cuál había sido tu vía de ingreso a mi dormitorio. Cuando te tuviese en mis manos, te haría algo que no olvidarías jamás y que, probablemente, sería tan violento que no querrías contárselo a nadie. A esas alturas de la noche y después de todo lo que ya habías obtenido de mí, me importaba poco si esto te iba a causar placer.
Me acerqué cuidadosamente hasta la blanca pared y entonces te vi, cerca de una imagen. Ahí estabas, insecto del demonio, observándome y atento a mis movimientos, esperando que volviese a la cama para volver a picarme en el brazo, en la frente o en cualquier parte del cuerpo que quedase descubierta. Tomé mi calzado y lo planté en la pared, pero huiste. Abrí el mentolatum, pero no fue suficiente para amedrentarte. Me cubrí por completo y fue así como sentí tus zumbidos que se acercaban a mí, pero infructuosamente, sin poder atacarme.
Una vez más, zancudo inepto, me has comprobado que eres la más estúpida de todas las criaturas de este planeta. ¿Cómo tanta estupidez en tu configuración, que no seas capaz de atacar sin que tu víctima se dé cuenta? Espero que esta noche no sea lo mismo: software repelente de mosquitos, mentolatum, insecticida, incienso, sesiones de espiritismo y agua bendita... ¿serán suficientes para volver a dormir en paz?
martes, 15 de febrero de 2011
La ciudad de la eterna primavera.
El viaje no acabó en Iquique, sino que solo fue el comienzo de la aventura por el Norte Grande de Chile. El siguiente destino fue Arica, conocida por su título de "la ciudad de la eterna primavera", en alusión a las agradables y primaverales temperaturas que predominan en la zona durante prácticamente todo el año, siendo sus temperaturas más bajas alrededor de 12º - 14º en invierno, temperatura muy envidiable en localidades del sur en que dichas temperaturas solo serían parte de una ola de calor extrema. Asi mismo, sus temperaturas mínimas en época estival superan los 20º y máximas alrededor de los 28º - 29º que si bien no es calor extremo, forma un ambiente cálido durante gran parte del día. Luego de un viaje de casi 5 horas en bus desde la "tierra de campeones" -en que es posible apreciar el desierto y algunos geoglíficos (que no es lo mismo que jeroglífico, por si acaso)- el bus ingresó hacia una ciudad que se estiende desde el mar hacia el interior, teniendo una amplia zona de planicie que permite un importante asentamiento urbano.
El terminal nacional está situado en la avenida Portales, situada a unos 15 minutos del centro de la urbe. Desde ahí mismo es posible encontrar taxis que pueden moverte a cualquier parte de la ciudad con un costo de $1.500 por el servicio, sin importar el lugar al cual te dirigas dentro del radio urbano. Tomamos uno de estos taxis y nos dirigimos hasta nuestro hostal: "Doña Inés", situado relativamente lejos del resto de la ciudad, pero en un ambiente bastante tranquilo y residencial, con movilizaciones a 1 cuadra. Si uno es de la zona central, lo primero que puede llamar la atención es el paisaje desértico: la ausencia absoluta de vegetación y la búsqueda incansable de algún vestigio de color verde en el cual descansar la mirada, en el cual buscar vida. Sin embargo, este desierto no es algo que pueda ser considerado feo ni nada por el estilo, sino que es, más bien, algo diferente a lo que, en lo personal, estoy acostumbrado a ver y, por lo mismo, es algo que despierta interés y hasta inspiración, si lo pensamos desde un plano más místico. Caminamos por la avenida Renato Rocca hasta llegar a Santa María, encontrando todo 'muerto': era día domingo, situación muy comprensible. Sin embargo, en esta calle Renato Rocca, un poco más arriba de la avenida Alejandro Azola, encontramos un negocio que vendía empanadas desde $300, un dato no menor para un turista joven que busca buenos precios al momento de silenciar el estómago.
Una caminata bajo el sol puede parecer una tarea titánica y, en cierta medida, lo es, por lo cual es recomendable calzado lo suficientemente cómodo para dicha hazaña. Fue así que nos aventuramos a caminar desde nuestro hostal hasta el centro comercial y turístico de la ciudad, en un trayecto que debe habermos tomado alrededor de una hora y media solo de ida, desde la parte más lejana hasta los pies del famoso Morro de Arica, principal atracción de la ciudad. Luego de la típica foto de postal con el Morro a mis espaldas, caminamos por el paseo 21 de Mayo, Paseo Thomson y Paseo Bolognesi, encontrándonos con ferias artesanales y comercio en general. Cabe destacar lo bien cuidado que se encuentran dichos paseos, así como las calles del centro de la ciudad, en un ambiente arquitectónico que llama la atención por la calidad y conservación de muchas de sus edificaciones antiguas. Beber mucha agua y usar bloqueador solar son dos recomendaciones que nunca está de más recordar.
Para acceder al Morro de Arica, la calle Colón es la única via peatonal permitida para ello ya que no está permitido 'escalarlo' de manera directa o, al menos, nadie se atrevió a realizarlo mientra nosotros caminábamos por los alrededores. Un camino que toma unos 15 minutos -todo es relativo en cuanto a esfuerzo físico- que acaba en la cima de uno de los monumentos naturales que se ha convertido en símbolo de la victoria de Chile sobre el Perú, en la Guerra del Pacífico. Sus 130 metros de altura permiten obtener una panorámica de toda la ciudad y de la inmensidad del Oceáno Pacífico. Otra de las cosas que me llamó la atención fue que, desde la altura, es posible divisar hacia el norte, territorio peruano antes del horizonte, por lo mismo, no sorprende la cercanía de la ciudad con Tacna, situada al sur de Perú y destino favorito de compradores compulsivos que llegan atraídos por sus envidiables precios, lo que da para otra historia aparte. En el espacio del morro, se encuentra un museo con reliquias de la Guerra del Pacífico, una enorme bandera, el monumento a un soldado desconocido y un enorme Cristo de la Concordia, símbolo de la búsqueda de paz entre las naciones. Asimismo, me inspiró un sentimiento de hermandad y deseo de que la guerra nunca más vuelva a tocar nuestro territorio latinoamericano.
Casi una semana en una ciudad que se alza como el inicio de nuestro largo y angosto país, lleno de contrastes y geografía diversa que a más de algún extranjero le habrá llamado la atención y que, incluso, uno mismo que es chileno no deja de sorprenderse por la cantidad de historias que se van tejiendo en cada una de sus rincones ocultos.
Casi una semana en una ciudad que se alza como el inicio de nuestro largo y angosto país, lleno de contrastes y geografía diversa que a más de algún extranjero le habrá llamado la atención y que, incluso, uno mismo que es chileno no deja de sorprenderse por la cantidad de historias que se van tejiendo en cada una de sus rincones ocultos.
domingo, 13 de febrero de 2011
Días en Iquique
Llegó Febrero y, luego de realizar los planes desde hace unos cuantos meses, emprendí mis vacaciones hacia el norte de Chile; una zona caracterizada por el calor eterno y el paisaje un tanto desértico que acompañado de buenas playas, prometen un verano muy entretenido. Fueron más de 5 meses preparando todo: pasajes comprados con mucha anticipación -con una tarifa envidiable-, reservas en hostales, posible planificación y cronograma de actividades y todo lo demás que prometía 11 días de viaje y olvido de la vida cotidiana a más de 1000 kilómetros al norte de mi casa. Un excelente panorama para agotarse bastante.
Todo comenzó el 1 de febrero a las 06.20 de la mañana, cuando tomo el bus rumbo a Estación Pajaritos en Santiago. Me encontré con Carolina, amiga y compañera de este viaje. Llegamos al aeropuerto justo a tiempo para comenzar el embarque de nuestras maletas y esperar nuestro embarque en el avión. Así fue como partimos a eso de las 10.30 hrs desde Santiago rumbo a nuestro primer destino: Iquique, "Tierra de campeones". Pasado el mediodía aterrizábamos entre el mar y algunos cerros de arena. El aeropuerto está a casi 40 minutos de la ciudad, por lo que tomamos un taxi hasta nuestro hostal situado a solo una cuadra del Mercado. Ordenamos nuestras cosas y luego fuimos en busca de comida al Mercado, donde por solo $1.500 pudimos disfrutar de un menú preciso. Lo siguiente fue recorrer Iquique hasta la Playa Cavancha y disfrutar de las temperaturas de 25º durante casi todo el día, deseando tener un ventilador a mano.
Una de las paradas infaltables de la ciudad de Iquique es la famosa Zona Franca Iquique (ZOFRI) que atrae a compradores compulsivos y obsesivos, así como también a comerciantes que buscan obtener ganancias del viaje, aunque, en realidad, lo único barato -diferencias de 50% o más con respecto a otras ciudades- eran los perfumes. Tomamos un colectivo y luego aprovechamos para caminar hacia el Marinero Desconocido, situado a unos 40 miutos caminando desde la Zofri. La importancia de dicho lugar es que, desde su mirador, puede divisarse una boya que determina el lugar específico en el cual fue hundida la corbeta Esmeralda, el 21 de mayo de 1879 por parte del Huáscar, en el marco del Combate Naval de Iquique. Asimismo, desde ese lugar se puede observar la ciudad de Iquique bajo los cerros de arena. Regresamos a la Zofri y recorrimos toda la tarde sus miles de stands y su oferta de productos que atrae a muchos turistas que buscan buenos precios.
Aproximadamente a una hora desde Iquique, se encuentra la ex salitrera Humberstone, ubicada en plena pampa y muy cerca de la ciudad de Pozo Almonte. Hace algunos años, dicho lugar fue utilizado por TVN para la realización de su teleserie Pampa Ilusión, contando con buena recepción por parte de los televidentes. La entrada cuesta $2.000 para adultos. Por sus rincones puede percibirse la nostalgia de un pueblo fantasma que ha quedado como vestigio de una historia que ya quedó atrás: el auge del salitre. En el interior, se puede encontrar exposiciones de herramientas utilizadas durante las faenas, colecciones de cubiertos utilizados por los habitantes de esta ex salitrera, las casas de los diferentes profesionales de la época, las plazas, el teatro, etc. Un lugar que, definitivamente, merece una visita y unas cuantas fotos de recuerdo.
Y si el paisaje no es lo suficientemente acogedor ni motivador, se hace imprescindible mirar hacia el horizonte del Oceáno Pacífico y perderse en la inmensidad de sus aguas un poco más tibias que en el resto del país. Iquique cuenta con amplias playas que se extienden por la costa de casi toda la ciudad, dentro de las que, a mí gusto, destaca la Playa de Cavancha. Con un oleaje aceptable y amplios espacios para acomodarse en la arena, es posible pasarse todo el día bajo el sol, ya que existen vendedores ambulantes que ofrecen desde pizzas, hasta fotografías profesionales. Recomendaciones infaltables: el uso de bloqueador al menos cada dos horas, debido a la alta radiación solar, búsqueda de sombra para evitar el calor y, si es posible, conseguir hostal con aire acondicionado o con libertad de utilizar ventilador durante todo el día.
Fueron 5 días en Iquique en que lo pasé excelente. El resto del viaje, próximamente.
domingo, 6 de febrero de 2011
Vuela.
Vuela alto, vuela lejos:
que tus alas alcancen el cielo.
Cruza las nubes, salta, sueña...
vuela hacia el destino de tus sueños.
No te duermas, no te canses,
no temas al riesgo.
Siente en tus venas el sabor de la victoria:
sonríe satisfecha al ver que lo lograste.
Que pronto, tus sueños serán una realidad:
se alzarán hasta los 190 metros de altura y más...
en menos de 1 minuto ya estarás en la cima del mundo.
Del universo y mucho más.
Con tus sueños desplegándose ante ti:
sabiendo que en el origen, estaré esperando por ti.
Fotografía: Ingresando a la Península Ibérica.
sábado, 5 de febrero de 2011
"No botar basuras"
Esto merece un aplaudido WTF por parte de la audiencia. Más aún, si se tiene en cuenta que se trata de un anuncio proveniente de la mismísima municipalidad, ilustre y todo lo demás. No solo por el hecho del contexto en el cual se encuentra el cartel, denunciando la ironía misma, sino también por el error en la escritura: basuras en vez de basura, siendo correcto el singular.
Fotografía: Belloto Sur 3er sector, Quilpué.
jueves, 3 de febrero de 2011
Cenicienta de la noche nubosa.
Así como un fantasma que aparece entre el silencio y se esconde en la bruma, han quedado marcadas unas huellas descalzas en el cemento aún fresco. Por allí donde caminaba la muerte, por allí donde caminaba la novia vestida de negro cantando el himno de Darth Vadder. Sí, con luces de neón, luchando contra los árboles que quería cortar y desmayándose en el intento fallido. La novia dejó sus huellas descalzas en el cemento, porque ha perdido el zapato: una Cenicienta de la noche nubosa.
Y se oyen los relámpagos a lo lejos. La novia corre con su vestido negro, sucio de un color extraño que no se distingue en la oscuridad, pero ríe. Ríe con tal fuerza que huyen los cuervos asustados. Ríe de ese vestido sucio de tierra, sucio de barro. Ríe, porque sabe que ese vestido lleva manchas de sangre. Corre con el cuchillo que aún sigue goteando la sangre que va quedando en el camino y, escondido entre la hierba, el cadáver del cura que oficiaba un fallido rito: porque el cura, también, era el novio.
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