viernes, 31 de diciembre de 2010

Adiós 2010... bienvenido 2011

Es difícil hacer un resumen de un año que ha estado marcado por el movimiento, en el más amplio sentido de la palabra. Comenzando por ser el año del tan esperado bicentenario del inicio de la república de gran parte de los países de Latinoamérica, pasando por el reconocimiento a nivel mundial de nuestro país como una tierra llena de catástrofes naturales y humanas y, pese a todo, dándonos a conocer por ser un país de gente demasiado simpática y que quiero con el alma. El 2010 ha sido uno de los años más difíciles de clasificar, pero que no me cabe lugar a dudas que se ha tratado de uno de los mejores años de mi vida.

El comienzo de un viaje -y el descubrir que la vida no es otra cosa que un constante ir y venir de lugares y acontecimientos- fue lo que marcó mi experiencia, un día 26 de enero en que el Aeropuerto Arturo Merino Benítez me vio zarpar hacias tierras europeas, ante la mirada de mi familia que veía a un niño que se alejaba del hogar por casi 6 meses. Fueron momentos de mucha emoción: cruzar el Atlántico por primera vez en un vuelo interminable, avistar Madrid desde el aire (de una forma muy parecida a cómo me lo había imaginado), aterrizar y pasar por el temible paso de Policía Internacional y ver el timbre en mi pasaporte... ¡llegada a la Madre Patria! y al frío invierno europeo. Creo que hasta el día de hoy no logro comprender el tremendo logro a nivel personal que esto ha significado.

Casi todo un semestre lejos de mi tierra, de mi familia y de mis amigos, espacio propicio para establecer nuevos vínculos y conocer gente genial, con distintas nacionalidades y sueños en común. Eso es lo que acá en Chile llamamos el intercambio y que en Europa es como conocido como el Erasmus. Albacete (Castilla La Mancha, Madrid) es una ciudad muy pequeña, pero llena de una energía especial que me hizo enamorarme de cada uno de sus rincones, de sus calles y de sus edificios que se alzaban hacia el cielo, de su cableado subterráneo. No puedo despedir este año sin agradecerle a toda la gente grandiosa que conocí, toda la gente que me enseñó muchas cosas de la vida que hasta el día de hoy recuerdo. Entre carretes varios y viajes, creo que fui creciendo poco a poco hasta convertirme en una persona diferente, más madura, con muchos más sueños y con toda la energía suficiente para poder cumplir cada una de las ideas que se me pasan por la mente. Siento que volví a ser un niño: volví a creer en mí mismo, volvía a creer en los sueños porque me di cuenta de que soñar es el primer paso para lograr que tu vida sea lo que tú has estado esperando de ella.

Escuché "Stereo Love" hasta el cansancio y, según Last FM, es la canción que más he escuchado desde que me hice cuenta en el programa (hace más de 2 años). Ya he dicho en otras ocasiones que "Sólo quiero bailar" se convirtió en el himno de nuestro Erasmus y que cada vez que escucho, me vuelvo a emocionar. No puedo evitar recordar a Lavinia cantando y bailando "Tú no eres para mí" en nuestro 'piso' en Albacete, días antes de partir de regreso a su Rumania y de nuestro viaje a Italia-Francia con Mariana y Claudia. Tampoco puedo evitar recordar "Non je ne regette rien" en París, muertos de calor buscando la Torre Eiffel y otros monumentos. El "Waka waka" de Shakira que pegó mucho por todos lados, el "El Run run" y un sinfín de otras canciones que me hacen recordar una experiencia espectacular que me hizo aprender y que echo de menos, que llevo como uno de los mejores recuerdos de mi vida. 

El regreso fue un poco difícil, pero lentamente todo volvió a la normalidad. Empecé a trabajar de ayudante y como monitor en el programa Middlebury College y pasé uno de los semestre más relajados de mi vida, con mucho tiempo libre (lo reconozco jaja) y mucho tiempo para pensar en el mundo, para reflexionar a la vida y para tomar decisiones importantes. Sí, decisiones respecto a mi propia vida y que, claramente, la vida misma se encarga de hacerte sonreir al darte cuenta que tus planes tan cuadrados se van a cualquier lado cuando el destino define lo contrario. Me refiero a esas veces en que sucede algo que has estado esperando por mucho tiempo y que, luego de mucho tiempo, decides negarlo por completo y hacer como que nunca pasó, que nunca sentiste nada y que fue parte del proceso de aprendizaje. Lo importante de todo, es que te ha hecho aprender y que te ha hecho sonreír, que te ha dado ilusiones y te ha hecho crecer, te ha hecho volver a ver la vida con alegría. Entonces sucede que todo vuelve a florecer, eso que dijiste que 'ya no más' parece que ahora sí va a ser, todo es extraño. Pero hay que tener en cuenta que, teniendo de telón de fondo la inmensidad y belleza de Valparaíso iluminándose de a poco, lo extraño adquiere un sabor perfecto y pierdes completamente el control de ese sentimiento que dijiste que no íbas a volver a sentir... nuevamente, la vida se encargó de volver a hacerme sonreír.

Un año de viajes, un año de amistades, un año de amores, un año de crecimiento. Conocí a gente que ha marcado mi vida para siempre y que no olvidaré jamás. Gracias a todos mis amigos del Erasmus, gracias a todos mis amigos de toda la vida que me han acompañado siempre y que me apoyaron en todo momento (antes y después del viaje), gracias a mi familia que adoro, gracias a Dios por darme tantas bendiciones este año y por hacerme crecer. Creo que puedo decir que este ha sido el mejor año de mi vida hasta este momento y espero que sea el pie para muchos años buenos como éste. 

Un abrazo enorme a quien llegue a este blog y mis mejores deseos para el 2011.

martes, 28 de diciembre de 2010

Inviernos nacientes

Mundos paralelos ensordecedores dentro de una batidora
y universos inconexos que dan vueltas en palabras huidizas, 
segundos y letras enrolladas en caminos perfectos
que cuelan los sentidos y revuelven el sentido de orientación.
¿Dónde está la brújula con el sur y el norte?

El poniente no es el mar sino la montaña
y las olas divergen en mañanas y atardeceres
pensando en tu imagen que se acerca,
viéndote en figuras lejanas que no existen,
pensando que tenerte cerca me atemoriza
por sentir que cada segundo me hace perder el control;
ese control que, ahora mismo, ya no vale la pena.

Universos cósmicos, objetos extraterrestre flotando en el horizonte
y tu mano que encierro en la mía para sonreír en un día de frío.
Tu mano y la mía, disfrutando ese suave y casual tacto,
caminar por las calles de un antaño presente
dibujando sonrisas en inviernos nacientes.

Luces de una noche bailable
y sonidos danzarines en mi mente traviesa;
tantas veces sentado en el silencio pensándote,
tantas noches soñándote
y tenerte al lado parece ser un sueño.
 
Ensoñaciones que desembarcan en un puerto
mirando las luces de una enorme ciudad,
una urbe que apunta a las alturas
mientras se baña en un infinito mar.
Ensoñaciones lejanas pretendidamente olvidadas
en historias de viajeros que van y vienen
-que vienen y que van-,
que parten hacia tierras lejanas 
y que vuelven, buscando volver a soñar.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Diciembre veraniego entumecido por el frío.

Un celeste oculto bajo el gris del cielo
y la amenaza del frío invernal
cuando debiese florecer el estío renovador del tiempo,
me alertan las nubes que enrojecen la noche
haciéndome añorar los otrora puñados de estrellas.
Y la luna y el silencio,
objetos voladores no identificados en el firmamento.

Diciembre veraniego entumecido por el silencio
y noches estivales de un inusual frío,
dónde está el verano,
dónde está el invierno;
y la primavera dorada da vuelcos entre fragmentos.
Nada es lo que solía ser:
ahora todo parecer ser distinto.

Una noche viajando entre las luces del Gran Valparaíso
soñando con los sonidos de mi infancia
y los recuerdos de ese pasado que me vio crecer.
Una noche viajando entre el sonido de un Pacífico celeste
que refleja en mi mirada esos recuerdos,
tú y yo juntos mirando el atardecer.

Diciembre veraniego oscurecido por las nubes invernales,
un invierno gris que se niega a quedar atrás.
Todo me da frío y busco tu abrazo,
quedarme a tu lado otro instante más:
oportunidad de tus labios, una más.
Diciembres veraniegos estivales de antaño,
tu mirada en la mía convierte todo en verano.

martes, 21 de diciembre de 2010

Eclipse (pensamientos en torno a un evento cósmico)

Y siempre es lo mismo, sé lo que va a suceder, pero es inevitable que la curiosidad me tenga de pie ante dichos fenómenos. Era el último eclipse de luna del año y tenía una característica muy especial: un eclipse que coincide con el solsticio de verano, situación que no se repetirá hasta el 21 de diciembre de 2097, según los medios. Aprovechando mis vacaciones, esperé hasta las 03.15 am en que comenzó la penumbra, observando los detalles del oscurecimiento de la luna que, seguramente, fue el motivo de que los perros estuviesen ladrando durante mucho rato. Y me cuestionaba cómo habría sido la observación de este tipo de fenómenos en la época cuando la ciencia no eran tan masiva y en que más de alguna autoridad hubiese alzado su poder en torno a eso, amenazando a los ignorantes del fin del mundo. 

Fue muy agradable observar los alrededores de mi casa a las 3 de la mañana, ver que todo sigue igual mientras uno suele estar durmiendo y que la ciudad continúa en movimiento, aunque en menor medida. La luna iluminaba mucho y lentamente se fue apagando en la medida que se eclipsaban. ¿Qué significará un eclipse dentro del orden del cosmos? ¿Acaso el inicio de algo nuevo? En este caso, sí: el inicio del verano, de la época de renovación de la naturaleza y las buenas energías para comenzar un nuevo año. Me sentí muy pequeño frente al universo de estrellas que se desplegaban ante mi mirada, ese camino de estrellas que hacía algunos meses estuve observando en una ciudad perdida en Castilla La Mancha, allá en la Península Ibérica, a muchos kilómetros de distancia desde mi casa. Y nacen tantas historias a través de las estrellas... ¿cuántas veces las estrellas nos han estado mirando a nosotros, esperando el momento preciso para iluminarnos? Este año creo haber tenido demasiadas estrellas y estrellas voladoras no identificadas que no hacen otra cosa que hacerme sonreír.

Pronto se acaba el año y temo que eso suceda, porque ha sido uno de los mejores años de mi vida.

Remedio infalible para la incerteza.

Mirarte a los ojos y sentir algo extraño (remedio infalible para la incerteza)
y abrazarme de pronto a tu silencio,
pegarme a tu piel blanca y rosada,
recrear esos sueños de antaño (convertidos ahora en realidad).

Eres un ángel, eres un sueño (just like a dream)
eres lo que he estado buscando por mucho tiempo.
Me aferro a tu abrazo, me aferro a tus besos,
déjame dormir abrazado a tu pecho.

Remedio infalible para la incerteza,
momentos inexactos transformados en precisos (no hay tiempo ni espacio),
soñando esas historias que antes te escribí,
hacerlas reales, traerlas aquí. 
Soñar con tu mirada una y otra vez,
dejarla atada a un recuerdo dulce y extraño,
háblame en inglés o tal vez en francés:
háblame en silencio y también te oiré. 

Eres un ángel, eres un sueño (just like a dream)
eres lo que he estado buscando por mucho tiempo.
Me aferro a tu abrazo, me aferro a tus besos,
déjame dormir abrazado a tu pecho.

(Me olvido del tiempo, todo es silencio,
me olvido del mundo, me olvido de mí mismo,
me dejo llevar a una ilusión que no tiene precio).

Let me dream about you once again,
let me kiss you in the sea once again.
Let me fly at your side all the time,
let me be a part of your life.

Me olvido de todo, me olvido del mundo.
Me olvido de los miedos,
lo único importante es cada uno de esos momentos. 

sábado, 18 de diciembre de 2010

Algo de la vida

Creo que tengo demasiadas cosas para hablar. Sí, es cierto, muchos podrían decir que eso no es una gran novedad en mí y que siquiera debiese ser mencionado, pero lo menciono de todas formas porque se me ha dado la regalada gana. Y es que si uno se detiene a observar la vida en su "totalidad" -sí, entre comillas, porque en el sentido estricto de la palabra me parece una utopía-, se daría cuenta de esa inmensidad que trasciende los límites del tacto, del gusto, de la visión, del olfato, de la audición y hasta del más allá. Entre el más allá y el más acá hay una pequeña diferencia que se hace cada vez más difusa. ¿Cuándo se sabe realmente si lo que ves o lo que oyes es de verdad? Y es extraño dudar de aquella que parece tan concreto, tan certero. Y no lo dudas por el acto mismo -porque sabes que es algo encantador que te obnubila y, obviamente, la obnubilación de estos casos te encanta-, sino que dudas que en cualquier momento vayas a despertar del sueño. Lo divertido de todo, es cuando despiertas a vivir el sueño... eso es genial.

Me han pasado muchísimas cosas y, si me pongo a enumerarlas, acabaría en una entrada tan enorme que blogger eliminaría por extensión desmedida. Lo único que sí puedo decir es que he reflexionado y le he dado no sé cuántas vueltas a mi propia vida, pero esta vez para bien. Porque todo cambio ha sido para bien. Todo problema ha sido para bien, para crecer. 

Y, por qué no decirlo... tenía ganas de escribir de algo de la vida.

Y... gracias por tu paciencia, por la comprensión, por todo.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Un día en Santiago

Hacía algún tiempo, la idea de ir a Santiago me causaba mucho temor: ahogarse con el smog de la urbe más poblada de Chile, pelear contra 3 millones de habitantes que luchan por subirse al metro y que viajan apretados y morir de calor con los más de 30º que suelen haber, me parecía una idea un tanto aventurera. No digo que esa percepción haya cambiado mucho, pero he de confesar que admiro la inversión tecnológica que se está gestando en la capital aunque, siendo fiel a mi carácter de 'provinciano', me gustaría mucho ver ese tipo de inversión en otras partes del país. Excesivo centralismo que por mucho tiempo me hizo rechazar esa ciudad tanto por su estilo de vida y por la falta mar (con la consiguiente falta de oxígeno).

Pero en el último tiempo, lentamente mi percepción ha comenzado a cambiar y no solo por el hecho de que me he dado el tiempo de recorrer las comunas más acomodadas de la capital, sino por el hecho de que he encontrado muchos lugares que me parecen interesantes. Ayer caminábamos por Providencia y por algunos sectores de Santiago Centro, donde nuevamente admiré la belleza que adquiere la ciudad con el cableado subterráneo y que me hace insistir en la necesidad de que hicieran lo mismo en Valparaíso por la peligrosidad que implica tener 20.000 cables flotando al aire libre que fácilmente caerán con el viento o con un próximo terremoto (en Chile, terremoto puede considerarse un sismo sobre 6 grados, si es de menor intensidad, es simplemente un sismo que casi ni se percibe). No hacía tanto calor y la temperatura era como de unos 25º, lo cual es bastante agradable para caminar durante casi todo el día.

He de confesar que dimos no sé cuántas vueltas en círculo, pero que, finalmente, llegamos a algún lugar que me pareció muy interesante y poco conocido. Se trata de la ribera del Mapocho, en el sector donde se está construyendo el que aspira a ser el rascacielos más alto de la Latinoamérica: la Torre Costanera Center. Actualmente, a pocas cuadras se encuentra la Torre Titanium, el rascacielos más alto de Chile hasta ahora. Es una zona muy moderna y tecnológica que contrasta con otros sectores de la metrópolis, como en muchas otras grandes ciudades. Cruzamos el puente del río Mapocho y llegamos a un sector marcado por las áreas verdes, lleno de árboles y con un aire muy agradable, de ese que se extraña en Santiago a mitad del año cuando el smog es la niebla que cubre hasta los edificios. 

Torre Titanium, vista desde el Mapocho.

Unas cuadras más hacia el poniente, estaba el Parque de las Esculturas, un parque inaugurado en el año 1982 luego de las inundaciones que afectaron a ese sector tras el desborde del Mapocho, producido por una fuerte temporal que causó estragos en la ciudad. Una gran iniciativa la de aprovechar ese espacio para la cultura y para fomentar el cuidado del medio ambiente, en una ciudad que parece olvidar la naturaleza entre tanta invasión de concreto. Nunca había paseado tanto por Santiago y, por tanto, no había tenido la oportunidad de darme cuenta de la gran cantidad de parques que posee, al menos en el sector oriente. Continuamos caminando y luego encontramos el Parque de la Aviación, cerca del edificio de la Telefónica (con la peculiaridad de tener la forma de un celular antiguo). Una enorme pileta inserta en una plaza muy verde, en que el viento salpicaba de agua al caminar, acción que agradecí bastante debido a que me estaba dando calor.

 Parque de las Esculturas.

Parque de la Aviación. 
 

Y, finalmente, encontramos una estación de metro en el lugar donde pensamos que nunca encontraríamos una. O bien, nunca supimos a ciencia cierta donde estábamos ya que nunca llevo un mapa cuando voy a Santiago: simplemente, voy al lugar al cual tengo que ir y listo. Nuevamente, envidié la rapidez con que pasaban los trenes (cada 1 minuto como máximo, incluso menos a veces). Regresamos a estación Universidad de Santiago, para tomar el bus de regreso, donde dormí casi todo el trayecto producto de lo cansado que ya me sentía.

En definitiva, he redescubierto la ciudad que por mucho tiempo me causaba tanto temor, sobre todo por el ritmo acelerado de vida y por la monstruosidad que me significa una ciudad tan enorme. Luego me pondría a pensar que el Gran Valparaíso tampoco es tan apacible como uno piensa, su conurbación ya es cercana a los 2 millones de habitantes y, muy probablemente, aspire a convertirse en una metrópolis tan grande como Santiago de aquí a unos 100 años (espero que no antes). Lo que me parece importante de tener en cuenta es que el crecimiento de una ciudad no debe ser al azar, sino que debe mantener cierta armonía con la naturaleza y, por lo tanto, incluir la creación de áreas verdes y parques en el cual uno pueda lanzarse sobre el pasto a mirar el cielo. Eso le hace tanta falta a Quilpué, que solo es un dormitorio y un polo potencialmente económico en el Belloto, pero le hace falta naturaleza y algún lugar atractivo.

Besos

Un beso es una ilusión que se rompe o se crea en el momento del encuentro casual de dos miradas que, a veces, han olvidado quitarse los lentes de sol para saludarse de manera afectiva. Un beso es un imán que atrae otro y otro y otro más, que hace querer volver a pedir otro y que se convierte en una increíble adicción casi tan poderosa como la del chocolate, quizá aún más. Podrías sobrevivir sin chocolate por algún tiempo, pero no sin besos. 

Un beso es un silencio ensordecedor que estalla desde el centro de una urbe interminablemente ruidosa e inquieta, que no se detiene en un movimiento zombie. Pero el beso hace que el zombie despierta... que ese ser inerte que avanzaba sin mayores razones ahora sonría, ahora se sienta feliz de improviso. Hace que ese zombie se deje llevar por las emociones del momento y no se preocupe de nada más: que el temor del futuro, que si se cae en pleno vuelo... y da igual, incluso no le preocupa que los zombies no puedan volar. Primero que todo, porque ya no es un zombie, sino que ahora vuelve a tener vida y se convierte en un ser humano. Un ser humano bastante loco y, por tanto, aunque no tenga alas, sabe que se puede volar igual. La ciudad se silencia y da igual lo que pasa alrededor, es como una burbuja y todo lo demás se invisibiliza. El tiempo se escapa sin saber.


... sobre todo los tuyos. 

Fotografía:  Parque de las Esculturas, Providencia, Santiago de Chile.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

La vida teatral.

No recuerdo bien dónde leí que el ser humano tiende a regresar al pasado de manera constante, en busca de momentos que pasaron rápidamente y que quisiera volver a tener a la mano. Es inevitable pensar en que la vida está llena de esos momentos -sí, aunque en el momento creamos que no- que luego te quedarán grabados para siempre, aunque sea una 'simple' caminata por un cerro, una moneda que te encuentras en el camino o el color que se proyecta en el cielo por los rayos del sol entre las nubes. Me gusta recordar el pasado para ver cuánto he avanzado en el presente porque, aunque ni yo mismo lo crea, algo se ha aprendido en todo este trayecto que se llama vida.

Y desde hace varios días que me vengo acordando del teatro. No solo por el hecho de que una mujer medio gitana me preguntó por qué no había estudiado algo con actuación o que siempre ha sido una de mis inquietudes el hecho de actuar, sino por la simple situación de que he encontrado compañía muy fiel que me acompañe a ver obras de teatro y que, por lo tanto, he ido a ver dos obras en menos de un mes: una excelente y otra que no quiero catalogar de mala, sino que 'ajena a mi entendimiento'. Y fue a partir de eso que recordé mi paso por el teatro durante 4to medio, en que tuve la oportunidad de actuar y de escribir dos obras dramáticas. 

Recuerdo que cada presentación era diferente a la anterior y no importa cuántos ensayos hayas hecho, porque el nerviosismo de presentarla aparece siempre: ver al público que te escudriña desde sus asientos, atentos a cada uno de tus movimientos, atentos a cada sonido que busca crear una significación de esta diégesis tan dinámica como es la puesta en las tablas. Extraño pisar las tablas, desplegarse entre luces y, en definitiva, ser otro. Creo que eso es lo que más me gusta de la actuación: el hecho de que no soy yo el que está en el escenario sino un personaje que puede ser muy parecido a mí, pero que no se corresponde en absoluto conmigo mismo. Quizá puedes ser un asesino, un cura, un profesor, un abogado, un médico... aún sin saber mucha teoría respecto a cada profesión, pero nadie te lo va a cuestionar: eres el personaje y la historia manda, tú solo te dejas llevar.

Y la preparación, el montaje mismo es otra de las 'ansiedades' que me gustaba en su momento, en que cada vez que dormías poco por el nerviosismo valía la pena cuando la obra resultaba como querías. Infaltables las improvisaciones de último minuto -o a tiempo real- que nos permitían continuar con la historia. Recuerdo la selección minuciosa de la música y más de algún playlist que todavía queda en algún CD, convirtiéndose casi en la banda sonora de una etapa de tu vida. Y es que cada melodía, también, juega un papel fundamental en la significación, en la creación de una atmósfera. Creo que los recursos audiovisuales son importantes -si son bien utilizados-, pero, lógicamente, no es todo. Si en los inicios del teatro se podía lograr tanto con tan poco, es porque realmente ha existido gente talentosa que logra transmitirte sensaciones a través del cuerpo. Porque el cuerpo nunca deja de sentir -según McLuhan- y, por tanto, nunca podría dejar de comunicar, según los axiomas de la comunicación (si no me equivoco, de Watzlawick). 

Quiero volver al teatro, quiero volver a crear mundos que del papel sean capaces de sacar uñas y clavarse en la realidad y transformarla. Quiero ver las luces que desordenan el mundo, que crean otro mundo paralelo en base a las paredes y los límites de lo concreto... y de la irrealidad. Pero tiene sus condiciones: quiero crear un mundo que cause sensaciones, que haga llorar si es necesario. ¿Tan difícil sería volver a la catársis griega original? Purificarse, sí, porque el arte es una forma de purificación del alma (cuando es de calidad), es la conexión con la propia imaginación y ese mundo que se niega a silenciarse entre los gritos del mundo.

Y fueron momentos que se me pasaron tan rápido, pero que disfruté muchísimo. Sí, incluso los momentos más 'incómodos' como cuando debí subirme a una escalera y, sin ninguna protección, llegar hasta unos 3 metros de altura a pegar cartulinas oscuras en las ventanas. También las discusiones con gente aprovechadora, pero, por sobre todo, la ansiedad de todos como equipo pensando en que todo debía salir bien. Los abrazos, las sonrisas, el esfuerzo, ver que todo salía bien porque cada uno pone algo de su parte. Porque un personaje no surge de la nada y es, de alguna medida, también una persona, como quien lo encarna. Pero esa persona le entrega lo necesario para que sea él mismo: uno puede aprender muchísimo de un personaje si lo deja ser.

Quiero volver a hacer teatro, a la actuación, a la dramaturgia y hasta al cine. Creo en el potencial de expresión que tiene la imagen el movimiento y del cuerpo mismo, una buena forma de conocernos incluso a nosotros mismos y sacar eso que llevamos dentro que nos puede llevar a potenciarnos. 

Fotografía: "Ahora los dejamos con..." obra de teatro presentada en el año 2006, Colegio Salesiano de Valparaíso, Valparaíso. 

martes, 7 de diciembre de 2010

Musa

Cada noche divago entre pensamientos que van y vienen, que vienen y van. Busco paisajes verdes, coloridos, donde las luces de una ciudad extraña se aparecen ante mi mente. Solo soy un espectador, solo puedo ver lo que sucede, pero no puedo participar de esta escena tan magistral. Todo es verde, todo tranquilo. Es un lugar donde aparece todo lo que quiero, un lugar al cual vuelvo cada noche y del cual huyo durante el día. ¿Cuál es el lugar en el que existo de verdad?

¿Existo en las afueras del Museo Lord Cochrane o en las afueras de una paisaje que no sé si es de Chiloé o del norte de Marruecos? ¿Existo entre esa mirada verde-café o en la palabras que derramé sobre un papel cuadriculado? Pensar y luego existir... pero cuándo quieres dejar de pensar, ¿acaso dejas de existir? El hecho de vivir, simplemente de vivir y disfrutar cada segundo como una sorpresa, ¿acaso no es existir? Sí, es eso existir: es sentir.

Y da igual si es en el Ascensor Polanco o en una ciudad indeterminada. Sí, existo, como un espíritu errante en Lisboa, como la idea que alguien creó, como el sueño de alguien tal vez. Porque en la búsqueda me encontré con una mirada hermosa, porque en mi propio camino me encontré con unas manos increíbles. Porque en mi búsqueda encontré una musa. Una musa que ha estado mucho tiempo, una musa que canta, que baila. Una musa que es actriz y que, por tanto, es todo en un mismo segundo. Es todo y puede ser mucho más aún. 

Sí, esa es mi musa: la que puede ser todo lo que quiere. La que va a ser todo lo que quiere.