jueves, 28 de enero de 2010

Algo así como una Deja Vú...

Si me preguntan cómo me siento: extraño, confundido, ilusionado, nostálgico... mezcla de sentimientos que no caben en palabras. ¡¿Qué es lo que estoy haciendo?! No sé... no lo quiero pensar tampoco, solo quiero vivir lo que pronto va a comenzar.

Es el inicio de algo beno. Llevo muchos sueños y olvido todo lo malo. A mi gente, los voy a echar de menos, pero tranquilos: vuelvo.

Ni siquiera tengo palabras... ahora quiero que se escriban imágenes, escenas, alegría... quiero que se transformen en experiencias. Un cambio en la vida... y es en este momento, cuando veo a las azafatas.

(Escrito en el aeropuerto de Santiago, antes de partir rumbo a Buenos Aires,
a eso de las 18.30 hrs del 26 de enero de 2010).


Es complicado describir todo... comenzar con cada una de las etapas de este viaje: un trayecto que comienza a las 18.30 hrs en Santiago de Chile y acaba a las 14.00 hrs en Madrid. Encontrarme con el acento español no fue nada novedoso para decir verdad. Lo que sí, salir del terminal 1 y encontrarse con el frío invierno me hizo caer en razón de que ya no estaba en el hemisferio sur ni en su caluroso verano. Estoy en España, pensé, pero sin mucha comprensión. Caminé, caminé, caminé hasta encontrar la Estación del Metro. Pagué los 2€ del ticket y subí... recorrí Madrid por sus vías subterráneas, sonriente, mirando a la gente... a tanta distancia y somos tan parecidos. Llegando a la estación de autobuses, corriendo al bus (yo iba tarde) y encontrándome con los primeros copos de nieve que me dan la bienvenida al Viejo Mundo. Y yo aún sin tener tiempo de pensar... ¿qué es lo que estoy haciendo en Europa?

Lloré con la carta de mi hermana. El paisaje, por algún extraño motivo, no me daba una bienvenida: una extraña sensación de que no era la primera vez que veía esta tierra... tal vez, en esas constantes imágenes y viajes de los sueños. Pero el momento máximo fue cuando al fin leo un cartel... "Castilla La Mancha" y entonces me doy cuenta de que estoy aquí. He llegado a la 'Madre Patria'.

lunes, 25 de enero de 2010

Nueva vida!

Son muchas las cosas que han sucedido en tan poco tiempo. Aún recuerdo el inicio, el transcurso y cómo todo ha avanzado hasta sentarme en este momento a escribir las últimas líneas antes de comenzar una nueva y espera etapa. Sí, hay ansiedad, hay ojeras, hay ciertos temores, pero por sobre todo... hay esperanza. Ansiedad de conocer un nuevo mundo, de obtener nuevas experiencias y de crecer. Las alas se abren al vuelo, todo está próximo a comenzar.

Pronto digo adiós, pronto digo hola... buena vida, nueva vida. Toda esta ilusión traerá frutos, todo nuevo inicio trae algo bueno. Todo comienza, tiene un inicio... pero no un final.

viernes, 22 de enero de 2010

Según


Y tú dices... mmm, no, no dices nada: prefieres el silencio.
Y yo te digo... mmm, no, no digo nada: solo tengo miedo.
Soy un cobarde, las palabras en la boca no aparecen,
se quedan solo en la lengua... los sonidos son inaudibles.
Mis habilidades psicomotrices no ayudan,
acercarme a acariciarte no me quita lo bruto.

Según tú, estoy loco.
Según yo, eso te gusta.


lunes, 18 de enero de 2010

Ganar o perder

Es como si de pronto, cuando crees que tienes le fortuna en la palma de tu mano, viene un ladrón oportunista y se lleva todo lo que te ha costado trabajo. Cuando crees haber llegado a la cima y, de pronto, ves que aún queda algo por ascender... aparecen obstáculos, todo se pone difícil. Ese es el momento en que piensas a cuestionarte si realmente lo estás haciendo bien, si realmente estás logrando el objetivo que querías... si realmente estás preparado a correr el riesgo. Pero no sabes nada de lo que pueda suceder, sólo observas desde lejos intentando obtener información, intentando predecir qué es lo que va a suceder... ojalá, sea algo favorable para tus intereses. Ese es el riesgo: ganar o perder.

jueves, 14 de enero de 2010

Algo incomprensible

Abrí los ojos de pronto y, de improviso, gente de mi infancia apareció en mi camino. Era algo incomprensible: gente reunida en un mismo lugar, en tierras australes, aún cuando se trataba de gente que conocería solo a mi regreso a la zona central. No tenía sentido, tampoco el abrazo amistoso con uno de esos conocidos. Y así, en un tiempo que ya solo formaría parte del pasado, ingreso a una sala de clases, siguiendo a una profesora cuyo rostro no pude divisar... solo recuerdo el rostro asustado de todos los compañeros de clase. Es extraño cómo aparece gente de todos lados: amigos y gente no tan grata, en un mismo lugar, sin ningún tipo de discriminación.

La profesora nos habla de matemáticas -como es normal, no entiendo nada- y yo espero ver pasar el tiempo lo más rápido posible. De pronto, comienza la proyección de una película. Estoy sentado al lado de dos de mis mejores amigos; no tengo idea en qué momento aparecieron. La película se proyecta desde mi laptop y hago un comentario a mi amigo respecto a una cantante que aparece: la encuentro muy bella. Entonces se detiene la película y la profesora -que ahora no es la misma de matemáticas, sino una distinta; más seria. Menciona mi nombre... siendo que yo vengo llegando como si fuese un estudiante nuevo. No entiendo nada, no respondo. Pregunta por mí y yo no respondo, pero todos dicen que estoy. Cuando respondo, ella dice que ya no importa... Habla algo que no logro entender, mientras la imagen se desdibuja y el reloj despertador me trae de regreso al mundo de los 'racionales', a las 09.00 am.

No entiendo cuál es ese afán de volver al pasado, de mezclar mundos que en la realidad no pueden ser mezclados. ¿Algo que extraño del pasado? ¿Algo que me faltó hacer? ¿Algo que quiero recuperar?

lunes, 11 de enero de 2010

El Futuro (fragmento)

Descendí por uno de los ascensores que encontré disponibles para el uso de la gente. No había nadie cuando cerré la puerta y empezó el descenso. La ciudad crecía ante mi mirada de adolescente vivaracho y atento, cuando la luz se apagó de pronto y todo se transformó en oscuridad. Todo, todo era oscuridad y no conseguía verme la mano que tenía pegada a los ojos. No me atreví a golpear el suelo producto de mi enojo; podría caer desde esa altura y ya no había electromagnetismo para rescatarme y mecerme en sus brazos se encendió una vela en el suelo, estaba tan cerca que casi me quemó un pie. La llama crecía, crecía y llegaba casi hasta el techo: pude ver a través del vidrio que la ciudad entera estaba oculta en esa extraña oscuridad que nunca antes he vuelto a ver. ¿Acaso habrá sido un sueño?

Muy probablemente, sí.

Me quedé dormido alrededor de la llama, pegado al suelo tibio que flotaba a varios metros de altura, suspendido entre el espacio exterior y los gritos de transeúntes que recorrían las calles. La luz se encendió con un ronquido y desperté pegado al techo, para luego golpearme contra la lata que nuevamente estaba fría.

jueves, 7 de enero de 2010

La Campana!

La odisea comienza con el encuentro en el metro. Me subo al primero que viene, pensando que era ese en que el que venían, pero aparece mágicamente Héctor. Debimos bajarnos en la estación El Sol y esperar a que Ellen y Thomas llamasen, entonces les dijimos que estábamos en la siguiente y ahí nos avisaron. Nos reímos durante todo el trayecto y gran parte del paseo fue risas... es que nos divertimos demasiado. Así es la historia de nuestro ascenso al Cerro La Campana y sus 1900 metros de altura, una odisea que vale la pena, pese al dolor muscular posterior.

Fue la segunda vez que hago este ascenso, pero la primera vez en que tenía la oportunidad de llegar a la cima, efectivamente. La primera vez que fui fue en invierno y, por razones de seguridad, estaba cerrado el paso desde La Mina, que de todos modos ya tiene buena altura. Ascendimos caminando
muy rápido, teniendo tiempo incluso para descansar de vez en cuando. El agua es la mejor compañía para un caminante... y un poco de comida tipo sandwich: me comí como 4 sandwiches de huevo y una hamburguesa hecha por mamá de Héctor. Agua, agua y más agua, bendita agua, compuesto vital que salvó durante el camino. En la medida que el ascenso continúa, las panorámicas del valle se hacen cada más impresionantes, pero uno nunca sabe que lo que sigue puede ser aún mejor. Incluso recordé cuando un compañero del colegio me dijo que había llegado hasta la mitad de La Campana... y nosotros íbamos por la cima. Nuestra parada de almuerzo fue en la Placa de Darwin, lugar en donde existe una inscripción con las palabras de Darwin al llegar a dicho lugar, en el año 1887 si mal no recuerdo. Se tiene una vista muy bella, aunque tuvimos la mala suerte de que la costa (a 50-60 kilómetros, aproximadamente, desde La Campana) estaba nubosa, por tanto no pudimos ver el horizonte. A las 2 de la tarde continuamos el ascenso hasta la cima, para alcanzar los 1900 metros de altura.

El ascenso a la cima fue difícil, puesto
que el sendero no estaba bien señalizado y nos perdimos: acabamos ascendiendo por una pendiente llena de rocas, casi escalando. De todos modos, la aventura de ver todo el paisaje a tus pies -y que cualquier caída te lanzaría a un precipicio- es algo que te motiva a llegar a la cima, para que el riesgo haya valido la pena. Ellen constantemente diciéndome "sí se puede", parafraseando el "Yes, we can" de Obama. Yo ya no podía más... Héctor y Thomas debieron quedarse abajo porque Héctor se contracturó, pero afortunadamente no pasó nada más: yo me enteré de dicha situación cuando llegábamos ya a la cima, porque pensábamos que ellos iban a llegar después, ya que venían a paso más lento. Cuando ya no podía más... llegamos a la cima y la Ellen me dice... "ve, es tuya" y llegué primero, apenas. Es extraño que, pese a lo cansado que puedas estar, el solo hecho de lograr el objetivo, ya te llena de energía nuevamente. Y sabía que iba a recordar ese momento por la voz alentadora de la gringa porteña que estaba motivada a llegar. Y lo logramos... yes, we could. La vista es hermosa: el Aconcagua, los valles y la nubosidad de la costa, que con mejor suerte hubiésemos visto el Océano Pacífico. La experiencia de estar tan alto es espectacular... mirar todo desde la altura es indescriptible y te llena de energía.

El descenso fue accidentado: me caí varias veces y aún estoy un poco herido por ello, pero solo son marcas de guerra. ¿Lo haría de nuevo? Sí, ya que ahora conocería mejor el camino. Lo pasé espectacular en compañía de Ellen, Thomas y Héctor. Desde La Campana al mundo... viva Chile, mierda!


Gracias, Héctor, por las fotos!

lunes, 4 de enero de 2010

La aventura

Reloj no marques las horas, porque voy a enloquecer... Sé que el destino es incierto, pero estoy dispuesto a volar. Sí, a extender las alas y volar tan alto como sea posible, tan alto como mi propio vuelo me quiera llevar. Allá a los lejos se ven las nubes, un descenso, el ave planea, se acerca a su objetivo con los ojos fijos en su meta: ya nada lo va a detener. Ya no hay miedos. Ya no hay impedimentos; ahora solo hay sueños que mueven el camino, que instan a continuar el camino.

Volar tan lejos como sea posible. Luchar todo lo que sea necesario. Gritar hasta que la voz se agote. Caminar hasta que los pies ya no puedan más. No dormir, solo soñar. Respirar todo el aire que inunda una historia, un presente y un futuro. Sentir el contacto con esas almas ancestrales que un día conocí y que pronto volveré a conocer. Una tierra, un destino, una palabra, un momento: un encuentro. Sí, allá a lo lejos... sí, jamás decir no; sí, porque lo imposible es solo un concepto que ha sido inventado por el hombre; sí, porque son muchas las cosas que se pueden lograr.

Reloj, sigue marcando las horas, porque ya no te voy a mirar más. Pasará el tiempo que sea necesario para que la aventura se lance a volar por sí misma.

viernes, 1 de enero de 2010

Bienvenido 2010

Aún recuerdo la última llamada de Ellen a las 23.30 aproximadamente: al fin había llegado... y yo que ya tenía miedo de que no alcanzara a llegar, de que se perdiera y que tuviera que pasar el año nuevo en una micro o quién sabe qué otra cosa. La gringa porteña llegó para pasar el año nuevo junto a mi familia desde la envidiable vista que el Hospital Naval ofrece: una panorámica impresionante de la Bahía de Valparaíso-Viña del Mar. Y comienza la cuenta regresiva, se apagan las luces, comienzan los abrazos, se destapa la sidra, los brindis... ¡feliz año 2010! y todos los buenos deseos para un año que promete ser muy bueno: tanto a nivel personal como a nivel de nación, puesto que nos encontramos celebrando el bicentenario de la primera junta de gobierno, que daría paso a la posterior independencia definitiva.

El Año Nuevo en el Mar es el show pirotécnico más importante de Chile y, según leí en un diario, uno de los más importantes del mundo en cuanto a superficie cubierta por los fuegos artificiales. Sin lugar a dudas, espectacular, aunque uno siempre quiere un poco más. Ellen estaba sorprendida y feliz, pues en su ciudad de los Estados Unidos no suceden este tipo de cosas para el año nuevo. Acabado el show, caminamos hasta Valparaíso y llegamos a las 02.15 a la Casa Central. Nos reunimos con amigos y luego comenzó el carrete callejero porteño: todo el mundo celebrando en la calle y divirtiéndose. Llegamos al paseo Atkinson para luego quedarnos en el Gervasoni durante casi toda la noche; la fiesta del Turri alcanzaba incluso para los que estábamos fuera. Correr a la Plaza Sotomayor para ver si aún habia movimiento -pero ya había acabado-, ver el amanecer del primer día del año en la Plaza Aníbal Pinto son algunas de las cosas inolvidables de toda esta noche.

Ahora, lo importante es que toda esta buena onda se traduzca en buena vibra para el comienzo de este año 2010. Sí, un año que se viene lleno de desafíos, sobre todo a nivel personal: nuevas experiencias y nuevos mundos que se aprontan, se acercan a pasos agigantados sobre alas que aspiran a cruzar oceános. Fuerza para afrontar las dificultades y valentía para aprender de los propios errores. Tengo confianza en que este será un gran año. Feliz 2010.