sábado, 31 de octubre de 2009

1er Congreso Internacional de Poesía: Chile Mira a sus Poetas

Ya decía que el tiempo es algo tan volátil que de repente, sin avisar, se nos pasa por delante como saludando. Así fueron las cosas: alrededor de junio estuve preparando mi trabajo para participar del "Congreso Internacional de Poesía: Chile mira a sus poetas", el cual sería realizado en la PUC. Me esmeré bastante en realizar mi trabajo, algo así como con intenciones de probar... si me aceptan, bien, si no... bien también. Envíe el abstract como lo pedían y me quedé esperando a la respuesta. Creo que era el día 15 de agosto cuando enviaban las respuestas: revisé el mail en la mañana y nada... entonces pensé que no había quedado. Luego, lo reviso de noche y entonces me doy cuenta de que sí había quedado: era el momento de proyectarse a realizar un viaje a Santiago por unos días. Sería la primera vez que haría una ponencia y la capital era el lugar para mi debut. No es malo.

Pasó el tiempo y mi constante sentimiento de "no, si es a finales de octu
bre", "no, si todavía no". Y así fue como llegó esta semana y me quedé perplejo, cuando todo el mundo me preguntaba si estaba nervioso por el Congreso. Como que no quise pensar mucho en eso -de hecho, revisé la ponencia casi el día anterior para corregir algunas cosas y apuntar detalles en caso de que hubiese que resumir partes por tiempo- y viajé a Santiago el día miércoles a mediodía. Como todas las anteriores veces que he ido, me encontré con una ciudad muy acalorada y extrañamente limpia de smog. Acomodándome a la tecnología -la tarjeta bip, los buses troncales y no sé qué mas, el metro y sus infinitas combinaciones que te permiten recorrer Santiago por muy poco dinero-, partimos nuestro "viaje" hasta la PUC. Debo decir que me gustó mucho la sede, envidiable para otras universidades como la mía, en que el espacio es ínfimo y casi no existen áreas verdes. Y así pasamo de ponencia en ponencia, escuchando las distintas temáticas, muriendo de calor a veces y otras sentados en el pasto refrescándonos en la sombra... o tomando café para soportar el sueño luego de algunas exposiciones un tanto dormilonas. Lo que sí, hubiese esperado poder ver a más poetas: me pareció muy triste de que en un recital poético, no apareciesen los poetas. ¿Cosas que sólo pasan en Chile? Y llegó el día viernes. Me levanté como a las 06.30. Fue extraño tener que volver a "disfrazarme" de formal. "Elegante" fue la palabra que la profe Marina ocupó cuando me vio: gran halago. Y así llegamos al lugar donde iba a exponer: "Auditorio de Historia". Éramos 3 los que ibamos a exponer en esa mesa... llegué sólo yo. La moderadora, la señora María Teresa Salinas, fue muy agradable y me hizo sentir muy cómodo y en confianza. Me aconsejó bastante y constantemente halagó mi trabajo, lo que te hace sentir bien cómodo cuando haces esto por primera vez. Tenía 15 minutos, pero ocupé 20 puesto de que nadie más había llegado. Creo que para ser la primera vez que hago esto, no estuvo para nada mal. Pese a la poca gente que había, siento que fueron los precisos, con quienes se pudo dialogar.

Finalmente, creo que fue una experiencia muy grata que, encantado, volvería a repetir una y otra vez. Lo pasé demasiado bien y espero que esta sea la primera de muchas otras. Y como en algún momento decía, bromeando, "esta vez no fue casi nadie, pero llegará el día en que cuando dicte una conferencia, cualquier sala se hará pequeña". Sería entretenido y agradable poder ver ese deseo cumplido.
(Agradecimientos a:

Carolina González, por darme el dato del Congreso.
Profe Marina Alvarado, por ayudarme con la ponencia.
Profe Eda Hurtado, por prestarme bibliografía.
Viviana Ávila, Jonathan Godoy, Fernanda Tapia, Gabriela Muñoz, por irme a ver).

martes, 27 de octubre de 2009

Siempre es siempre

Siempre es extraño iniciar una nueva semana. Este último tiempo no ha estado excento de extrañezas universitarias que tienden a la normalidad en cuanto a frecuencias absolutas: rostros fúnebres postpruebas, rostros demacrados y ansiosos por las vacaciones, ilusiones de vacaciones destruidas por una prueba, círculos viciosos académicos cuyo único "mérito" es mantenerte 100% alerta a lo que algún autor pueda querer decirte... aunque esto esté oculto bajo millones de cláusulas con perspectivas distintas. Simplemente, locura incandescente que cuelga como los candelabros de una pared de colores múltiples que centellean como los parpadeos de una botella llena de agua que cae al mar y se convierte en esa unidad cósmica perdida en el infinito del surrealismo etéreo de ensoñaciones fantásticas con un ritmo bailable de palabras que ahogan y no respiran cuando se adhieren a ideas que cuelgan y vuelan y vuelven a volver desde el comienzo a un principio. Relojes derretidos.

Buscando novedades, buscando silencios, buscando ideas, buscando ese tiempo inexistente que quiero crear. Un presente eterno como dice una de mis profesoras. Un futuro como el que yo sueño a veces. Un pasado como ese que puede que se me olvide, no sé si para mejor. Pues es que ese futuro que planeaba en algún momento, se acerca a pasos agigantados, violentos y apresurados, casi sin permitir que me de cuenta. Y vienen los encuentros con Elvira, las palabras poéticas desordenadas, El Álbum de Valparaíso y Santiago Waria, palabras, camisa y corbata, calor santiaguino sobre los 30º C y el smog irrespirable de la ciudad más grande de Chile.

Buscando una respuesta proveniente de dimensiones lejanas, que se pelean el modernismo chileno. Aún hay calma, aún hay sosiego, como si el destino hablase en palabras sordas que sólo yo entiendo. Aún hay calma, pero en cualquier momento, vuelve la locura. Vuelve el trastorno, la sinestesia de pensamientos y coordenadas arrojadas por una brújula azarosa. Volverá la locura, volverá lo nuevo, lo extraño y lo novedoso. Entonces perderé la cordura por un momento, pero siempre es bueno perder la compostura por algún momento.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Un animal más por cazar

Los sonidos de alrededor son extraños: suena como campanas, como taladros, como martillos, como gritos. Sï, gritos: gritos de gente que no sé por qué grita. Sí, gritos, gritos extraños de un futuro que ensordece cuando avanzo, cuando quiero sumergirme en el mar. Oigo gritos fuertes, adoloridos, quejumbrosos, tristes y trágicos, probablemente nefastos y mortíficos. Me ensordecen. No, no es un sueño. Camino y veo la ciudad que crece hacia el cielo, cada vez más, casi sin control. Quiero llegar hasta esas alturas, pero no puedo: debo salir corriendo y nadando por el mar antes de que me capturen a mí también. Es que ellos, los monstruos genéticamente superiores, quieren utilizarnos para sus experimentos, para darle sangre a la tierra, para comerse nuestra carne como si fuese alimento... como si los seres humanos fuésemos un animal más por cazar. Lo de animales no lo critico, puesto que es algo que se nos había olvidado bajo nuestra pretendida racionalidad lógica, pobremente desarrollada. Siento de pronto que tiembla... ¿se mueve el suelo o soy yo quién teme, quien se agita?

Oigo un grito fuerte: es un joven casi de mi misma edad que ha caído al suelo. Cuando me dirigí para ayudarlo en el escape me hizo un gesto de que huyera, que aún tenía tiempo. Y tenía razón. Alcancé a verlo en el suelo mientras era arrastrado por la tierra, sin piedad. Su ropa estaba rasgada casi por completo y su pecho ensangrentado tenía las carnes rotas, casi mostrando los huesos de las costillas. Creo que quería su corazón, algo debía de tener que tanto les importaba. Vi que su sangre quedaba como huella en el camino que no debía seguir. Todo sucedió en un segundo: los seres lo dejaron en el suelo, mirando al cielo, le atravesaron el pecho; rompieron sus costillas como quien rompe un fósforo, le arrancaron el corazón de golpe y vi cómo la sangre aún chorreaba como si estuviese viva. Luego vi cómo lo arrastraban de nuevo, las plantas de sus pies ensangrentadas caían hacia los lados, tenían las marcas de todos los caminos que había recorrido. De pronto, vi que sus luces se enfocaban directo sobre mí. Me lancé a nadar a toda velocidad, sin preocuparme del frío que reinaba en las aguas casi glaciales. Sentí una mano que me agarraba del tobillo y cerré los ojos para no ver lo que iba a suceder.

Cuando abrí los ojos todo era en rojo y negro. Vi una mano que me abría la piel, lentamente, capa por capa. No sé qué fue lo que sucedió.

lunes, 19 de octubre de 2009

Ensoñaciones confundidas

Anoche me desperté asustado. No sé qué era hora: probablemente, cerca de las 4 de la mañana. Todo estaba oscuro y yo me sentía confundido, un tanto nauseabundo. Creo que el resfrío me ha afectado un poco; eso de tener problemas para respirar se traduce en sensaciones un tanto anómalas que producen un malestar que se transforma en sueños extraños. Quería sueños bellos, sueños motivadores, sueños que me dieran ánimo a levantarme a eso de las 8 de la mañana a continuar la lectura de los miles de libros que debo leer para el miércoles. Mi cabeza pronto va a explotar y no me hago responsable de sus consecuencias.

Me desperté enredado entre las sábanas, mareado como ya había dicho. Una sensación extraña que me cuesta incluso describir (como si las palabras fuesen tan útiles para explicar las cosas del mundo...). Alguien me hablaba y yo veía dos esquemas en mi cabeza: eran letras sueltas, pero ordenadas según una línea que hasta ahora no entiendo. Yo estaba asustado porque se trataba de dos historias -de dos libros, hasta ahora desconocidos- que se me querían mezclar en la cabeza. Como la universidad a uno no lo deja descansar ni siquiera cuando sueña, yo tenía miedo de enredarme con estas dos lecturas y acabar pensando que un personaje era de una historia nada que ver. Fue tan extraño porque me daba miedo algo aparentemente insignificante, que incluso me despertó. No sabía si era real, pero mientras coordinaba los sentidos de la "realidad", vi que lo que había soñado no tenía sentido.

¿Por qué ese temor a la mezcla de dos esquemas de letras, ordenados? ¿Por qué ese temor a confundirme, que una historia fuese la otra y la otra fuese esa?¿Por qué ese temor, incluso en sueños, de unir dos historias que, aparentemente, tienen un hilo común?

domingo, 18 de octubre de 2009

Lugares

Busco oxígeno como ese que no existe en ningún otro lado más que en la tierra. Busco ese aire como no existe en ningún otro lugar que no sea Valparaíso. Busco ese cielo que no existe en ningún otro lugar que no sea Punta Arenas, después de la nieve y el cielo despejado: el contacto con el universo celeste y sus satélites que se superponen en los aires, camino a la Cruz de los Mares donde el mundo cree acabar, donde nacen las islas que cuelgan avanzando hacia el polo sur. Busco la tranquilidad del valle y del mar, como aparece en Pichidangui. Y camino dando vueltas entre recuerdos sin ser un exiliado, ni mucho menos del sur. He conocido glaciares, he conocido arenas, he conocido la cordillera y he recorrido el mar. Allá a lo lejos, he caminado cerca de un volcán que duerme. He jugado con nieve. He visto el horizonte y me he sentido tan pequeño, como una partículo insignificante dentro de un enorme universo que se expanda cada día más y más.

Busco una respuesta a los cuestionamientos, busca una vida a mi propia vida, busco un camino que me conduzca hacia el destino que escribo con palabras cada día; que cambio, que borro y rayo para volver a escribir encima, deseando que no se rompa el papel. Busco las pisadas perfectas y la fuerza para avanzar, busco que mis pies dejen huellas y que no las borre el tiempo. Mi piel ha dibujado historias, ¿historias se dibujarán también? Busco nuevos lugares, ¿nuevos lugares me buscan a mí?

viernes, 16 de octubre de 2009

En blanco

En silencio, de pronto, casi de improviso, me he quedado en blanco. Las líneas se cortan; he quedado en blanco. Las palabras se agolpan sobre un mantel que no logra reunirlas, que no logra aceptarlas, que no lograr encontrar coherencia en lo que hablan; he quedado en blanco. Dame un poco de agua que se me seca la garganta mientras toso una y otra vez, me ahogo, no respiro, me ahogo y siento que muero, me quedo tirado sobre la carretera a la espera de que un camión arrolle mis últimas ideas extintas bajo el silencio primaveral alérgico, bajo la noche llena de estrellas que se pronto de congelan, que corroen el líquido rojo que en algún momento corría por mis venas y que ahora se disipa como la energía que se une con lo insólito, con lo inmaterial, con la abstracto.

Y es una voz, o tal vez varias: dos o tres, qué mas da. No se entiende ni una palabra, sólo se oye el ruido de la interferencias erróneas que llegan con sus mensajes de ultratumba a decirme cosas, a hablarme del Quijote y de Rocinante, de Sancho y de las aventuras en los molinos de viento donde la locura y la fantasía pasan a ser un silencio único, donde pienso en ti, pienso en el color de tu piel y en el silencio de esa mirada que es única e inigualable, que es única como tu forma de ser, que es única porque cada palabra tuya puede adquirir un sentido distinto a cada nuevo momento. Un camino extraño que da vueltas alrededor del mundo, aún en una misma ciudad y en una misma calle. Aún en sólo 5 minutos, unas cuantas risas e ideas compatidas, aún en un viaje de 15 minutos entre dos mundos instantáneaos.

Me he quedado en blanco. No. He agotado unas cuántas líneas así de improviso, no las he dejado seguir en blanco.

domingo, 4 de octubre de 2009

Cámara 7 (fragmento)

Una luz pasó muy cerca de sus huellas. Se escondió debajo de la cámara número 12 y esperó que el silencio volviese a apoderarse del recinto. Se acercó al vidrio de la cámara y se encontró con el cuerpo que había visto bajo el agua antes de perder la conciencia y, aparecer enredado de cables. Pero no era un cadáver como él había creído: el hombre respiraba. Buscó las funciones del tablero en un manual digital que aparecía cerca de la ventana: entonces supo que el hombre provenía de un planeta distinto. ¿Era humano? Así lo parecía, pues era de la misma apariencia de un humano. La máquina indicó un error cuando Gabriel quiso indagar respecto a cuál era el nombre de ese planeta; debía conseguirse una clave especial. Estaba frente a un hallazgo de carácter confidencial, pero él era el descubridor y, por lo tanto, exigía saber qué era lo que había encontrado. El hombre abrió los ojos y Gabriel retrocedió de un sobresalto. Entonces la tapa de la cámara comenzó a levantarse y él quiso correr, pero resbaló y quedó sentado sobre las baldosas, mientras el hombre se sentaba, con todos los cables aún conectados al cuerpo. Observó a Gabriel durante un largo instante con una expresión grave, a la vez que analizaba a su compañero.

-¿Eres… humano? –le preguntó a Gabriel.

-Por supuesto, como todos los que hemos nacido en este planeta. ¿Acaso nacen seres humanos en otro planeta? –rió con ironía-. ¿Por qué me lo preguntas? ¿Acaso perdiste la memoria y no recuerdas de qué metrópolis eres?

El hombre se quedó en silencio mientras observaba el lugar e intentaba quitarse los cables que firmemente se le clavaban a la piel. No había caso de tirar para intentar librarse de ellos. Miró a Gabriel una vez más, comprobando que ambos eran similarmente humanos.

-¿En dónde estamos?

-En un hospital… o clínica, o algo así. Creo que en la sala de cuidados intensivos, por eso estamos alejados de los demás. ¿Puedes recordar lo que te sucedió?

-Me llamo Andrés. ¿Tienes nombre también?

-Por supuesto, me llamo Gabriel. ¿Por qué me lo preguntas de esa forma, como si fuese un bicho raro? Te entiendo de que te hayas encontrado con robots o que todo sea distinto a tu metrópolis, pero no me trates como si fuese algo extraño.

-Eres extraño, Gabriel.

-¡No lo soy! ¡Tú lo eres! ¡Tú andas preguntando cosas estúpidas! Tú debes estar loco y por eso te trajeron aquí para ver si es que se te pasaba.

Andrés se largó a reír mientras pasaba su mano por los panelas de la máquina y comprobaba el material de los cables.

-Realmente, no lo puedo creer. Esto parece irreal.

-Me estás asustando, Andrés. ¿Es que acaso me estoy perdiendo de algo?

-Acércate un poco.

Gabriel de acercó a la cámara y Andrés le tocó el brazo. Luego comenzó a tirarle las mejillas.

-Eres real.

-Deja de decir eso; sé que no soy un robot.

-No podría saberlo así como así: la tecnología permite disfrazar cualquier cosa de lata en un saco de piel humana.

-La máquina no me quiso indicar cuál era tu planeta de procedencia. ¿Hay algo secreto en ello?

-No sé; siquiera sé si saben que estoy acá. Aunque… no, ellos me enviaron. No sé cuándo.

-¿Cómo se llama tu planeta?

-Ah, la Tierra. ¿Cómo se llama éste? ¿Es un planeta, cierto? Ya, sí sé que debes ser un alienígena oculto bajo ese disfraz. No te preocupes en mostrarte como eres; no me voy a asustar.

-¿Alienígenas? Eso son sólo cuentos…

Gabriel palideció al oír el nombre de un planeta que nunca antes alguien le había mencionado. Aunque su más reciente libro hablaba de un planeta extraño, cubierto casi en sus tres cuartas partes por agua y con una población que había comenzado a hacer insostenible la vida. Pero eso sólo era ficción, sólo era literatura, sólo fantasía.

-La Tierra

-Sí, el tercer planeta del sistema solar en la Vía Láctea.

-Me dan risa tus comentarios, Andrés. La Vía Láctea es sólo un cuento para niños, me extraña que no te hayan enseñado que es mentira. Me hablas de los cuentos que he estado leyendo. ¿Acaso eres de Valparaíso? –Gabriel dejó de lado la ironía, para pensar en una respuesta más seria.

-¿Cómo sabes de ciudades de la Tierra? ¿Has estado allá en alguno de tus viajes OVNI?

-¡No soy un extraterrestre!

-Ya lo creo…

-¿Existe ese tal Valparaíso y esa tal Tierra?

Se encendieron las luces del pasillo y un grupo de hombres vestidos de color azul ingresó corriendo, interrumpiendo, de golpe, la conversación. Tomaron a Gabriel por los brazos y lo arrojaron al suelo mientras se acercaban a Andrés, con guantas y mascarillas para observarlos. Lo obligaron a recostarse nuevamente y lo inmovilizaron, para acercar un bisturí a su pecho. Se oyó un grito de dolor, ahogado bajo una mano que lo intentaba acallar.