Me he dado cuenta que todos, en algún momento, solemos abusar de las palabras. Si bien son el único medio por el cual podemos expresarnos de manera oral y que sea entendido en mayor medida que un sonido aparentemente ilógico, es necesario tener en cuenta que el lenguaje es una elección y que cada palabra utilizada juega un rol fundamental en lo que se está diciendo –más aún, en lo que se va a captar nuestro mensaje.
Y este proceso es un tanto inconsciente, pues muchas veces decimos cosas sin darnos cuenta. A veces podemos hacer feliz a alguien, a veces podemos herir sin querer. Y, de un momento a otro, comienza a bajarme el sentimiento de culpa por el mal uso que he dado a ciertas palabras y que han desencadenado un pequeño conflicto que espero poder solucionar pronto. No voy a mencionar las palabras que ahora me están provocando esta crisis, pues no lo creo necesario. Además, sería mencionar sólo uno de los ejemplos de las miles de veces que cometemos el mismo error.
Una palabra puede hacer que tu día se vuelva alegre, que cambie radicalmente tu sonrisa por una lágrima o un sinfín de cambios que no podríamos estandarizar. Muchas veces podemos pensar que esa combinación de palabras puede hacernos feliz, algo así como una fórmula. Ahora surge el problema: ¿cómo reaccionar cuando son las propias palabras mágicas las que te causan ansiedad, las que te causan este temor que te hace llegar a pensar que todo puede desmoronarse, sin importar la solidez del edificio que estabas intentando construir?
He ahí mi duda, mi problema. A veces me cuestiono y hasta me lamento de equivocarme aún cuando, luego de escribir durante muchos años de mi vida, debiese –supuestamente- tener un mejor manejo de lo que digo. Veo que, al igual que todos, sigo cometiendo errores iguales o peores. Y ahora pienso, tal vez sólo fue un escape, una palabra que se me salió de los labios en un momento preciso, de acuerdo a lo que sentía; pero puede que no haya sido lo que realmente sentía… ¿o sí? ¿Cómo saberlo? Aún no es tiempo de darse cuenta de eso, pueden pasar meses antes de que sepa si era de verdad, lo único que sé: quiero esperar y que sea el tiempo el que diga lo que va a pasar.
Y este proceso es un tanto inconsciente, pues muchas veces decimos cosas sin darnos cuenta. A veces podemos hacer feliz a alguien, a veces podemos herir sin querer. Y, de un momento a otro, comienza a bajarme el sentimiento de culpa por el mal uso que he dado a ciertas palabras y que han desencadenado un pequeño conflicto que espero poder solucionar pronto. No voy a mencionar las palabras que ahora me están provocando esta crisis, pues no lo creo necesario. Además, sería mencionar sólo uno de los ejemplos de las miles de veces que cometemos el mismo error.
Una palabra puede hacer que tu día se vuelva alegre, que cambie radicalmente tu sonrisa por una lágrima o un sinfín de cambios que no podríamos estandarizar. Muchas veces podemos pensar que esa combinación de palabras puede hacernos feliz, algo así como una fórmula. Ahora surge el problema: ¿cómo reaccionar cuando son las propias palabras mágicas las que te causan ansiedad, las que te causan este temor que te hace llegar a pensar que todo puede desmoronarse, sin importar la solidez del edificio que estabas intentando construir?
He ahí mi duda, mi problema. A veces me cuestiono y hasta me lamento de equivocarme aún cuando, luego de escribir durante muchos años de mi vida, debiese –supuestamente- tener un mejor manejo de lo que digo. Veo que, al igual que todos, sigo cometiendo errores iguales o peores. Y ahora pienso, tal vez sólo fue un escape, una palabra que se me salió de los labios en un momento preciso, de acuerdo a lo que sentía; pero puede que no haya sido lo que realmente sentía… ¿o sí? ¿Cómo saberlo? Aún no es tiempo de darse cuenta de eso, pueden pasar meses antes de que sepa si era de verdad, lo único que sé: quiero esperar y que sea el tiempo el que diga lo que va a pasar.
Nihilo - Gepe.
Saludos!
kinkan ®